LOECHES, Madrid

Loeches es un municipio que conocí de joven. Allí, fue desterrado y enterrado (que suena parecido pero no tiene nada que ver) el Conde Duque de Olivares. Tampoco tiene que ver este hecho con que yo conociera Loeches en mi adolescencia. El conde duque y yo somos de épocas distintas. Aunque si a mí me pareció cambiado el entorno, imagino que al conde le daría un “pus” ver su Loeches recoleto en la actualidad.

Gracias al empeño de unas pocas personas y las ganas de otras, arranca Loeches en cuento, un festival que no se queda ahí. Posee un proyecto más ambicioso que comprende la narración, la formación y el desarrollo de este arte desde distintos ejes.
Yo, en esta ocasión, participo tras el acto inaugural, impartiendo una charla a profesionales de “lo social” sobre el cuento como recurso de intervención y recurso educativo. La sala acogedora, como la gente que asiste, la de la organización y el ayuntamiento.

De mi maleta comienzan a salir libros. Cuento algunos, otros no nos deja el tiempo. Dudas, comentarios, releemos el material facilitado con sugerencias y pautas básicas y, después de dos horas pasadas, el escenario lleno de libros se llena de gente para tocarlos, mirarlos y disfrutarlos de cerca. Corrillos con temas de conversación interesantes todos. Chambao de música de fondo. La gente queda contenta y eso me encanta.

Cena con la organización, risas, historias e ideas.

A la mañana siguiente sigue el festival con cuentos de Briggite, Rodorín y Alicia Mohíno, el domingo Belén, Paloma y Laura. Yo me tuve que ir a mitad de sesión de Rodorín (un mago de los objetos y la palabra), camino de Hellín.

Sonriendo, marcho de esta transformada ciudad.

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