Anoche ya me quedé impresionado de este pueblo.
Hoy, más. Todo: sus casas escarpadas, su palacio lo más alto, su río que la cruza, sus dos puentes, sus calles, los balcones de sus casas… Todo respira un encanto especial.

En la Biblioteca me espera Carmen, animadora sociocultural. No tarda en llegar Alicia, la bibliotecaria.

Dos sesiones. La primera con las personas más pequeñinas de entre las pequeñinas que siguieron con mucha atención todas las historias. Y dedicaban toda su concentración a repetir los gestos de cada cuento.
La segunda con las personas menos pequeñas de entre las pequeñas. Aquí hubo más risas y más expectación. Lo disfrutamos.

Salimos a comer Alicia, Carmen y yo.
Charla sobre el pasado, los cambios, los recuerdos y las casas de paja.
Después paseo por el pueblo de manos de Alicia (nacida allí), escuchando la historia de los libros aliñada con esa parte emocional que todos tenemos del lugar donde hemos pasado la infancia. Un verdadero lujo. Gracias.


Mi intención era quedarme a dormir, pero en un arrebato mientras me daba el sol muy de lleno, me fui camino de Monreal del Campo.

El viaje, de nuevo, un lujo. Esta zona tiene paisajes impactantes.

El atardecer de cara, mezclado con nubes que amenazan liarse a cantarazos de agua.

Llego a Monreal. Justo encima de mí está la nube. Llueve.
Me mojo, como los demás.

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