Tenía una mirada que enamoraba a las piedras -decían los del pueblo.

A sus quince años conoció al amor de su vida y reservó exclusivamente para ella aquellos ojos enamorados.

Su amor sólo duro cuarenta y dos años. La muerte vino a por ella cuando tenían tantas cosas por hacer… Él nunca la perdonó.

Desde entonces, la espera, cada tarde, en el jardín. No tiene cita, pero él espera. De esto hace ya más de treinta años. Sentado, en el sillón de madera y cuero; con su sombrero negro; con el mejor de sus trajes; con el más intenso de sus perfumes y sus zapatos más brillantes. Esperando con la atención de un búho, con las ganas de un león.

Sabe que no es frecuente. Que quizá en toda su vida, sólo tenga una ocasión, la suya, cuando venga a por él.

Lo tiene pensado. Cuando pase de nuevo, para llevarse a quien sea, él, con su mirada, llenará las cuencas vacías en la cara de ella, hasta que caiga rendida y sea él quien la coja de su mano.

Su estrategia no es amarla. Simplemente quiere que ella le muestre el camino del lugar a donde se llevó a su amada.

Su objetivo es ese. Cuando llegue, abandonará a la muerte sin delicadeza ni dolor alguno y abrazará a su amada, eternamente.

Quizá la muerte nunca sintió mal de amores.

Quizá la muerte nunca sintió ninguna pérdida.

Quizá ya sea hora.

5 comentarios:

    Quizá.

     
    On 17/1/07 00:00 Anónimo dijo...

    Francamente maravilloso.

     

    Muchas gracais franch, no consigo ver tu blog.

    Froggy, sea pues. Aunque no creo que cambiara nada ¿no?

    Gracias por los posts.

     
    On 19/1/07 08:55 Anónimo dijo...

    Ésa, es sin duda la parte más romántica que envuelve a la muerte. Lo duro es, la salud mental, convertir el resto de la vida en una espera.

     

    :'( me puso una lagrima en el ojo sumado a un escalofrio general :D!, desde la fortuna qeu tuve de ver una de tus presentaciones en bogotá, no hago mas que admirar tanto los cuentos como la increible narración que se desprende de todo. :D!!

     

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