Penúltimo día del curso. Los cuentos ya están casi a punto. Ejercitamos la mirada y nos contamos las historias: gritando, susurrando, braceando, nos miramos, nos volvemos a contar, nos volvemos a mirar, nos sentamos, nos ponemos de pie... Y disfrutamos de escucharnos. Un lujo. Conso, la mujer de lila de la foto, nos deleitó con histroias que recuerda de la voz de sus padres, y nos traslada con ellas a aquella época en la que se trabajaba de sol a sol y las palabras que llenaban las calles de este pueblo eran distintas a las de ahora. Pero es un goce recuperarlas, y echarlas a rodar de nuevo, sacarlas de los rincones y darles de nuevo su uso, su sentido. Una historia nos lleva a otra... Un final genial, celebrando además el cumpleaños de Encarnita, que nos sorprendió con mistela y pastas deliciosas.

Calentando motores para mañana.

Ays, qué a gusto me encuentro en este pueblo y con esta gente.

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