ZAMORA

Zamora no se tomó en una hora, dice el refrán, pero casi.
En realidad fueron quince. Quince horas del curso ARENA Y AGUA SALADA.
Un curso diseñado para profundizar en el "contar" como profesión. Un curso preparado para gente que ya estamos contando.
En este caso y gracias a Chary, nos reunimos diez, en Zamora: siete mujeres y tres hombres. Un grupo con ganas, con muchas. Se notó al aguantar el ritmo frenético que nos vimos obligados a llevar.
Quince horas de esfuerzo mental y emocional y un poco físico, aunque poco, que lo dirigía yo. A lo largo de esas quince horas no sólo reflexionamos sobre nuestras "virtudes y defectos" a la hora de transmitir nuestras historias, no sólo hablamos sobre la responsabilidad del repertorio; el conectar con el público; la palabra; los álbumes ilustrados; los distintos tipos de textos literarios; la memorización; la estructura de las historias; la historia que hay debajo de cada historia; los gestos; la voz; las distintas formas de mirar; los precios de las sesiones; los ritmos; el humor; contar con valores; los cuentos "por encargo"; el cuerpo y alguna cosa más que seguro se me olvida. Aunque repasando ahora todo aquello sobre lo que hablamos, me pregunto cómo nos dio tiempo en quince horas. Pero es que encima, nos dedicamos  a crear una historia, a bocetar un cuento: un cuento de amor.

Hablamos y mucho sobre el universo particular de cada historia y jugamos a crearlo a partir de una anécdota personal. Un trabajo individual pero "en abierto", sin tapujos, sin secretos. Compartiendo nuestro trabajo interno, nuestra manera de enfocar, de desarrollar, de imaginar, de crear. Fuimos dándole forma, mostrándolo poco a poco, comentándolo, viéndolo gestarse hasta encontrarle la estructura. Una estructura de cuento. No nos dio tiempo a pulirlo. Eso lleva un trabajo de semanas como poco. Pero los contamos, los compartimos, los disfrutamos.
Un lujo, porque encima lo pasamos bien. GENIAL, en mi caso. Y, particularmente, preparar un curso y llevarlo a cabo me hace crecer, por las distintas perspectivas que me planteo y por las preguntas que me hago para tratar de tener respuestas y mostrar un máximo número de caminos para trabajar las historias, respetando siempre, el trabajo individual y la filosofía de cada profesional.

Acabamos reventados, eso sí. Y cada uno reventó a su manera. A algunos les quedaba un largo viaje a Bilbao o a Badajoz. Yo pude disfrutar encima de un viaje hasta Alicante acompañado por una luna que comenzaba a menguar pero que casi no se le notaba y el Orión más nítido de todo el invierno.
Acabamos con un montón de preguntas, y dos claras, desde donde contamos y para qué contamos. Preguntas que siempre andan por ahí, rumiándose. Acabamos con un montón de ganas de volvernos a encontrar y volver a jugar, y probar, y buscar, y compartir.

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