LLUEVE, PLOU

Llueve, y con ganas. Lo lleva haciendo durante cinco días. Toda la semana y parte del fin de semana pasado. Lo está haciendo de una manera ordenada, y bonita. Durante la mañana, el sol saluda a esta parte del mundo. Lo inunda con su luz que cae, como corresponde, perpendicularmente a las sombras que produce. Juguetón comienza, cerca del medio día, a esconderse en unas nubes que surgen sin más del cielo noresteño. 

Nubes grandes, inmensas, grises, que se desplazan como grandes buques de carga, lentamente pero sin pausa. Cubren el cielo de manera que uno tiende a olvidar que hacía poco brillaba el sol como un día cualquiera de primavera, con ese brillo, con esa fuerza alegre. Las nubes rugen, desde lejos, con sonoros estruendos y algún sórdido2 relámpago. Aún con algún trazo lejano y nostálgico de luz, esa luz blanca y mágica que posee la pretormenta, el viento silencioso y discreto hasta el momento se convierte en brisa, pilla, traviesa, juguetona,  y despeina las hojas a los árboles, y coge una de esas bolsas gratuitas en pretendido peligro de extinción, y la levanta, y la lleva y la trae, y la marea bailándola al ritmo de esa humedad fría que ya se puede respirar. 

Y con un trueno rompe a llover. Y comienza la tierra a estremecerse, tanto, que hasta se puede oír. Los árboles estiran sus ramas y abren su follaje para respirar, para agradecer, para recoger ese agua que cae del cielo. Y así hasta la noche. Mientras, gotas gordas y finas, se abren paso directo a la tierra, y dejan transparencias de luz en el cielo pero no la suficiente para hacerse una idea de cuándo comenzó a atardecer o si la noche es ya por noche o por oscuridad. 

Después, como corresponde a su costumbre, la calma reina y un cielo despejado hace tintinear aún más las estrellas que ya desean el otoño.

Por la mañana todo está más claro, más limpio y me atrevería a asegurar, que a los pájaros se les oye mucho más contentos. 

Ahora, cerca del medio día ya se ven las puntas de las grandes nubes allí, en el noreste. Esta tarde será un lujo presenciar de nuevo la fiesta de la lluvia, el agua que cae del cielo. Todo un regalo.

6 comentarios:

    Después de la lluvia, todo se queda en tranquilidad, los pájaros se escuchan, como tras un largo periodo de intenso calor pueden salir a refrescarse, y como nuestras tierras piden más agua siempre sin sufrir daños... días parecen ser tristes pero para mi gran amigo... son los mejores...

     
    On 17/9/09 15:15 Susana dijo...

    Por aquí aún no ha roto a llover, pero el otoño ha llegado de repente y con ganas.

    Me gusta la lluvia. Eso sí, con condiciones; sin tormenta y siempre que caiga despacito, que dé tiempo a la tierra a absorberla.

    Abrazos.

     

    Pues es un lujo compartir el gusto por la lluvia. No es muy común encontrar gente alegre al ver llover. A mí siempre me gustó, desde chiquitín, y siempre que puedo me busco cualquier excusa para dejarme mojar, cuidándome la voz, pero es un gustazo empaparse de agua de lluvia...

    Gracias Antonio y Susana por los comentarios

     
    On 17/9/09 21:00 Laura dijo...

    Pues finalmente, llegó la lluvia a Zaragoza. Y a algunos nos ha pillado completamente desprevenidos, porque teníamos congreso y a las 15,30 desaparecíamos en un edificio. Te puedes imaginar, dejar el cielo azul y soleado y de pronto encontrar menudo chaparrón.

    A mí la lluvia, en pequeñas dosis y a resguardo. Cuando mejor, en la camita y bajo las mantas

     
    On 18/9/09 08:28 Rose dijo...

    Aquí también llueve.... pero a mí lo que me gusta es el sol. A mí la lluvia no me gusta demasiado, será por el exceso. Aquí el año pasado comenzó a llover a finales de octubre, y no paró hasta muy avanzada la primavera.

     

    Sigue lloviendo, por la tarde (es tan curioso). Ahora sol, con viento, eso sí, pero sol de ese que pega fuerte si te dejas ver.

    Las malas matas acechan, sin clemencia. Tienen el objetivo de invadir todo el limpio y lampiño jardín. Es curiosa la naturaleza que otorga de vitalidad a las mal llamadas malas matas y de debilidad a las también mal llamadas buenas. Precisamente las buenas deberían ser las que no hay manera de acabar con ellas.

    Ays. Sigue lloviendo y, aún prefiriendo el solo como Rose, para mí es una alegría ver llover y siempre te da para situaciones inesperadas. La lluvia es una oportunidad para improvisar, Laura: ir por la calle refugiándose de paraguas en paraguas, parar a alguien para llevar o que te lleve en el coche, refugiarse en un portal con desconocidos...

    La lluvia es una buena oportunidad para socializarse, para charlar, tomar un café, jugar un parchís o encender la hoguera.

    Gracias por los comentarios

     

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