Contar en Requena.


De Requena ya hablé cuando estuve. Solo hablé de lo que vi, que fue poco pero suficiente como para venirme encantado. Ahora he vuelto.


Esta vez para una ocasión también especial. Aquí, en esta población que sobrepasa tímidamente los 20.000 habitantes (según la wiki), se decidieron el sábado 24 de septiembre a celebrar su primera Noche en Blanco y entre otras muchas actividades, tuvieron a bien invitarme a compartir con ellos tan especial ocasión. Y así, gustoso, lo hice.


Volví a la biblioteca con tiempo suficiente como para pasearme "La Villa" que es como allí llaman a la primera ciudad; el casco histórico. Perderse por estas calles es disfrutar de un paseo donde las palabras y el silencio se van entrelazando hábilmente y sin extrañeza mientras uno va serpenteando por entre sus casas.



La Noche en Blanco es una muy buena idea para que la gente salga a la calle. Toda la gente. A la calle; a disfrutar no solo de los recursos del municipio, no solo de las actividades programadas, culturales y deportivas para todas las edades, sino para disfrutar de sentirse pueblo, comunidad, sociedad activa y participativa.


Fue un placer cenar con las personas de la organización y de allí marchar a una biblioteca repleta ya de un público curioso y expectante. Yayerías fluyó, sin más y con todo, durante la hora y tres cuartos que viene durando. Hubo una sintonía genial desde el principio que hizo que disfrutáramos todos de las tres historias que conforman esta sesión, de principio a fin. Hubo risas, sustos, incluso más de una lágrima al final, que siempre provoca la práctica abierta de la libertad emotiva que debería caracterizarnos.


Es una suerte encontrar un nuevo lugar donde la palabra provoca todo esto. Después aún pudimos ir al Archivo Municipal, donde Nacho, motor de motores y sabio, explicaba con la pasión con la que frecuenta vivirlo todo, su cotidiano laboral mezclándolo con un saber latente en esa sencillez comunicativa. 


Acabamos con un paseo con mojito y a dormir, que ya eran horas. 


Al día siguiente, Ángeles, compañera de viaje y vida, y yo, pudimos disfrutar de las cuevas que subyacen por debajo de La Villa. Se pueden visitar las de la Plaza Mayor y públicas, pero cada casa tiene las suyas, donde guardaban vinos, aceites, panes, aguas e, imagino yo cómo no, amores, dolores y grandes secretos.


Volvimos de Requena, como ya va siendo costumbre, sonrientes por la experiencia y llenos por un bollo típico de panceta, longaniza y morcilla horneados sobre un pan de aceite y sal. Madre, qué tierra de vino, yantar y placeres que es Requena y su comarca.

2 comentarios:

    ¡Qué bonito es el centro de Requena!

     

    cierto es. Más que bonito. Volveré a disfrutarlo. Ya lo creo.

     

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