El pasado miércoles finalicé un curso Contar en Casa que he compartido en Monóvar a lo largo de algunos días de estas tres últimas semanas.


Es el segundo que doy en este año. El primero lo tuve en marzo y en octubre, éste. Los grupos eran totalmente distintos, el primero muy numeroso y con un padre, el segundo con un alto porcentaje de personal decente y ni un solo hombre.


Al ser los grupos distintos, aunque el curso sea el mismo y posea la misma estructura inicial, siempre sale distinto. Pero ambos tienen una cosa en común: los he disfrutado.


A pesar de inundar la mesa de álbumes durante los tres primeros días, a pesar de decir mil y una vez, este es el último que os enseño, pero después de "ese" no poder evitar sacar otro, a pesar de que el grupo a veces tomaba gustosamente las riendas, a pesar de que los ejercicios de la "a" o la "i" o la "u" nos provocaban risas interminables... lo hemos pasado estupendamente, por lo menos yo.


Y es un gusto que después de 16 horas de trabajo, podamos sentarnos a disfrutar de los cuentos que hemos estado preparando a lo largo del curso. 


CONTAR EN CASA es un curso que trata de estimular precisamente la actividad que reseña el título, pretende acercar al adulto al álbum ilustrado, reseñar lo importante de comunicar en el ámbito social, pero sobre todo en el familiar, el rito, el vínculo, los criterios de selección, la calidad literaria, la calidad gráfica, la conjunción de ambas... Un curso en el que cada día alguien te cuenta alguna experiencia de lo que hizo ayer o el fin de semana con el cuento que está preparando, con otro que le ha venido a la cabeza, o con el que jugamos en el taller. Un curso que cada día disfruto más y, en este caso, por ello he de dar gracias al grupo.


Un lujo.

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