Contar en PETRER


La tetería de Petrer es un lugar dispuesto para la palabra. Esta es mi tercera vez. Jueves, 22 de octubre. Conté Las cuatro esquinas ante un público que mayoritariamente me conocía de otras sesiones y lugares.

Contar en lugares así, da la oportunidad de disfrutar del proceso por el que de manera espontánea, azarosa y placentera, el precio de la sesión de cuentos se convierte en un punto de encuentro. Las personas van llegando desde bien pronto para ocupar las mejores mesitas y van recibiendo a los que van llegando y se va encontrando. Nos vamos encontrando. Personas que hace mucho que no nos vemos, personas que nos vimos en otro lugar, personas que conocen a personas que nos conocen, personas que se acaban de conocer porque no quedaba otro sitio libre, personas con las que comparto el oficio, con las que he compartido algún curso, con las que comparto amistad y domingos de comida... Y después del encuentro, el público se sienta y se dispone a escuchar.

El público de la tetería es un público profesional, dispuesto a bailar al ritmo de cada una de las historias. En este caso, en Las cuatro esquinas, fueron tres historias, especiales cada una de ellas y con cambios de ritmo y pasos de baile difíciles en las dos más largas. Y en la tetería de Petrer bailamos. Bailamos pegados, bailamos agarrados por el brazo, sueltos, de tres en tres, sin perder el ritmo y sin mirarnos casi los pies... Fue un disfrute de baile.

Pero, insisto, creo que mucho de este buen estar y aún mejor disponer se ve favorecido por el hecho de que antes se de el encuentro, con sus correspondientes saludos más o menos afectuosos, abrazos, palabras y miradas.

Un lujo, como siempre, este local bien mimado por Luis y tropa.

P.D.: La foto es de Pinticomina 

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