CONTAR en HORCHE

Horche es un pueblo que queda a trece kilómetros de Guadalajara. un municipio bonito que tiene unas vistas espectaculares hacia los valles que bajo él se extienden. Aquí vine hace... quizá tres años, o cuatro. Ni Sandra, una de sus bibliotecarias ni yo, somos capaces de recordarlo con exactitud. El caso es que el viernes 18 volví con gusto.


Salgo de casa recién amanecido, camino de hacer una sola gestión en el ayuntamiento, pero me lleva más tiempo del que pensaba. Mucho más del que tenía previsto. Demasiado para lo que la gestión requería en sí. Pero así funciona mi ayuntamiento.

El camino de ida es entretenido. Ando intentando cambiarme a Movistar desde Orange y, algo que parece  tan sencillo, le da por complicarse y después de ocho operadoras, dos operadores, decir mi nombre, teléfono y cif en siete ocasiones (es un ejercicio que han conveniado las operadoras telefónicas con el instituto nacional de estimulación de la memoria) no consigo realizar la portabilidad con éxito. Otra vez será.



El caso es que a Horche llego pelado de tiempo y de frío. Pero no hay prisa, aquí la puntualidad es como la de mi tierra... elástica. A las 17.15 h. ya está la sala repleta y la maleta se va vaciando poco a poco y el aire se va llenando de historias escritas en los libros, o no. Las risas de los adultos sobresalen por encima de las de los niños. Me encuentro la mar de cómodo y Sandra y Matild, sus bibliotecarias se encargan de que todo se encuentre en orden. Un lujo. Gusta mucho Juego de colores, como en Motilla. Un cuento que anda tomando cuerpo y relevancia. Cada vez chilla más para que lo cuente, y yo lo cuento, claro.

En el descanso entre sesión y sesión me enseñan los belenes que confeccionan para exponerlos en estas fechas, hay uno que me llama especialmente la atención. El de plastilina.


En la foto casi no se ve, pero es lo que tiene tener un cuerpo lleno de cuentos, que ocupa todo. Pero yo os lo cuento. Está todo hecho con plastilina, todas las figuras, las construcciones, los detalles, como las zanahorias y rábanos y lechugas que crecen bajo la atenta mirada y cuidados de sus agricultores, o el agua de la noria, o el decorado de la obra de teatro, o...


Bueno mejor que ponga una foto donde no salga yo y lo véis mejor. En la de abajo. El caso es que no sólo estaba este belén. había un montón más.
Hechos de punto de curz, de goma-eva, de madera, de trapo, de... Un lujo expuesto a sus habitantes y curiosos, como yo.

El de plastilina lo han hecho también con ayudas de la chavalería que participa de las actividades de la casa de la cultura... Un lujo, ¿verdad?.


Y así, sin darnos cuenta, se pasa el tiempo de descanso y comienza a llegar la gente que viene a la de adultos. Yayerías. Entre el público viene una pareja de Guadalajara, que se ha enterado por el mail. Y otro que un amigo le ha llamado y le ha dicho que no se lo puede perder. Y amigos y amigas de las bibliotecarias, y una par de madres de la de niños que les ha encantado. Y un montón se quedan con ganas pero no saben dónde colocar a los críos. Ays.

En fin, que Yayerías queda en el aire crujiente de esta biblioteca de estructura bonita, bibliotecarias más que majas y público aún mejor. Un lujo grande. Reparto abrazos míos y de Pep Bruno que me había dejado encargado y tomo el camino gélido de retorno a casa.

Feliz, claro. Y si has leído la crónica de Ossa habrás leído que me sorprendió una nevada grande en La Roda, pues no fue volviendo de la Ossa, que fue volviendo de Horche, que me falla la memoria, será la edad. O el frío. O vete tú a saber, pero fue volviendo de Horche.

Ale. A ver si me da tiempo a seguir actualizando. Abrazos.

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