Santa Cruz de Mudela no queda muy lejos de Calzada de Calatrava, de hecho está cerquita, cerquita. En esta población existe un balneario donde me hospedo. Hospedarse en un balneario en plena temporada del Imserso es sentirse, sin quererlo, más joven de lo que uno aún es. Rodeado de una media de edad de 68 años, rejuvenece por dentro y por fuera. Santa Cruz de Mudela posee unos bares donde a la mínima cerveza que te pidas, te la acompañan con buena conversación, siempre que estés dispuesto, y una mejor tapa. Con tres o siete cervezas uno cena o come solo con lo que a uno le van sirviendo.

La tabla de tapas del bar donde como y ceno está llena de nombres extraños que guardan, casi en secreto, combinados de jamón con pimiento, o tomate con boquerón, o tortilla de camarón, o... exquisito.

El jueves, 19 de noviembre me esperan, a primera hora, Misa, su bibliotecaria y dos clases de sexto, una de cada colegio del municipio. En este caso cuento los Horripeliznantes; historias que nos ponen los pelos de punta, más de lo que los llevábamos antes. Un grupo majo, casi tanto como su bibliotecaria. Después de los sustos y las risas, nos echamos unas fotos y más risas. Aquí cuelgo la que hice yo con mi móvil, pero ellos se quedaron con las mejores, esas en las que estamos todos juntos debajo de un cartel que Misa había hecho con maña y cariño. Quedan pendientes más cuentos, y vinos, pero con adultos, claro.

Marcho corriendo a La Solana donde me espera algo que no me espero. Dale al coche, dale.

¡Shhhhhhit! No puedo evitar antes de subirme al auto, tomarme un chocolate con bollo y la compañia y risas de Misa y una panadera que es tan guapa como simpática. En este municipio parece que todo el mundo sonríe. Un lujo, oiga.

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