Cerquita de Tarancón, a unos quince kilómetros, pasando por Tribaldos, está Uclés, un pueblo que fue la mar de importante según reza la wikipedia y en el que se realizaron un sin fin de tropelías. Es lo que tiene la importancia. Por suerte ahora es un municipio tranquilo en el que uno puede pasear pausadamente mientras relaja el alma y los pulmones. Posee algo más de 200 habitantes y una bibliotecaria que es capaz de convocar a un cuarto de la población para que vengan a la biblioteca a escuchar cuentos en el día en el que España se juega el paso a semifinales con Paraguay y en el impresionante monasterio que corona el pueblo, se celebra una boda de gente requetebienvestida (del bienvestido ese de las bodas).

Es mi segunda vez en este municipio. La primera, hace no mucho tiempo, vine a contar para niños y ya puse nerviosa a Teresa. Esta vez no va a ser menos. Llego con tiempo, después de pasearme por una Mancha dudosa entre el sol y la lluvia. Paseo por el camino que va hasta Paredes, una aldea cercana. Y por las dos riberas que ponen límite al cauce del Bedija, un arroYo que ahora, según me cuentan, baja con agua como hace tiempo no veían. Es cierto, agua fresca y clara corre río abajo, y en la calma del medio día, una culebra, me acompaña sobre el agua. Sobre el agua ella, yo pro la ribera sombreada por las ramas nuevas de álamos y chopos. Un lujo, vaya. Mientras el sol sigue dorando el cereal que las máquinas no han segado aún en los campos salpicados de amapolas. Un lujo a la vista, insisto.

La sesión se realiza en la Biblioteca. Un espacio amplio dotado de una selección de títulos exquisita. Un grupo de gente llega puntual, el resto va goteando hasta que comenzamos, un cuarto de hora después de lo previsto. Nadie en las calles. Hace calor. Dentro de la biblio, los cuentos arrancan con ganas. Traigo ganas de contar, trae el público ganas de escuchar, tiene Teresa ganas de que ambos sintonicemos y lo hacemos desde el principio. Parte de Yayerías arranca con fuerza y pilla al público desprevenido. Hay personas que abren la boca para soltar la primera carcajada ya no la cierran hasta que setenta y cinco minutos después agradezco el rato que hemos pasado. Y lo hemos pasado bueno. Vaya que sí.

Una mujer me dijo: que dios te de larga vida para que sigas alegrando así los corazones.

Y así me volví, no cabiendo en el coche, sonriendo y con ganas de volver a Uclés. La próxima vez iré con más tiempo aún y visitaré la Fuente redonda y daré una vuelta por Paredes y...

Soñar es dar vida a las historias que aún no se han contado y tardes como la de Uclés es soñar, en grupo, todos juntos. Eso es un regalo.

A lo lejos, lo que más se ve y conoce de Uclés es el monasterio. Bello, sí, pero no lo más. dentro, cerca, quedan sus gentes.

1 comentarios:

    On 14/7/10 14:51 Alicia dijo...

    Vaya!!!!y yo me lo perdí... siempre es una pena no poder disfrutar de tus historias...ni de las cañitas de después.

     

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