Ya acabó la feria

El domingo pasado acabó la XII Feria del Libro de Santa Cruz. El deber, que es un periódico de aquí,dice que la visitaron más de 90.000 personas, contando incluso los niños y niñas (que también son personas, claro). Lo que no dice es cuántas de esas 90.000 personas son lectoras y han encontrado en la feria la satisfacción a su pasión, pero esto también es harina de otro costal. 

El caso es que la feria ha estado la mar de animada. A mí me ha dado tiempo a pasearme, a comprar algunos libros, pero sobre todo a hablar, mirar y escuchar. 

También he contado en el stand de la empresa que patrocinó mi visita: VIVA, una empresa de telefonía móvil que opera en latinoamérica. El stand era bonito. Se llamaba Había una vez y la verdad es que siempre estaba lleno de gente con ganas de escuchar, pero a veces no se podía. Resulta que simultáneamente a mis sesiones, se desarrollaban una decena de actividades más, dentro del mismo pabellón al que llamaban infantojuvenil (que a mí siempre me sonó a desgracia o a barbarie, pero es un chirrido cultural porque aquí suena bien), cada quien con su megafonía y sus quehaceres: bien cuentos, bien papiroflexia, bien educación medioambiental, bien magia, bien... lo que uno buenamente podía ir haciendo pues era francamente complicado trabajar. Pero claro, la gente tenía ganas y prestaba mucha atención (lo verde es por un foco, no es un efecto colateral de la concentración), así que con ganas uno acababa consiguiendo que el público se metiera en la historia, pero con un sobreesfuerzo importante por ambas partes. 

¿El resultado? Pues a mí también me cuesta creerlo, pero satisfactorio, y eso que me volví a cascar la voz. Aunque, como la tozudez no pesa, insistiré en que es una verdadera lástima que tanto esfuerzo, no solo por mi parte, sino por el resto de artistas que estaban trabajando, se vea deslucido por el continuo bullicio que llenaba el pabellón. Había ratos que incluso había música, y los del escenario central (los del periódico local) se empeñaban en demostrar la potencia máxima de sus aparatos de amplificación. Y eran buenos sus aparatos, sí.

¿Algo curioso? Sí: La cantidad de fotos que me he hecho con niños, niñas de muy diversas edades; grupos numerosos y no, de adolescentes que venían a hacerme entrevistas; madres y padres encantados de las historias que les había contado. 
Imagino que también tiene que ver el aspecto pintoresco de un gordito con barba español (mira que me cuesta aclarar que soy mediterráneo) que cuenta historias graciosas, o no tanto.

¿La suerte? Las personas que he conocido y aquellas con las que me he reencontrado. Todo un lujo. Todo un plantel de artistas que anda trabajando con muchísimas más ganas que apoyos, con muchísimo más entusiasmo que presupuesto. Así que cualquier conversación con cualquiera de ellas era toda una lección y una inyección. 
Las fotos son con Rober y Mónica, que trabajan para la Fundación Simón I Patiño y que me invitaron el domingo a compartir un piqué macho, plato típico de aquí y a beber frené (sin comentarios), Y con El grupo Libélula, peleón  y bandera del teatro infantil (Vanesa es la única que sale entera, el resto pereció por la habilidad de la persona que nos hizo la foto) con quienes también compartí una noche espléndida de comedia en el Chaplín. 

Reencontrarme con personas como Kathy o Alejandra y Javo, o Ariel, que fue fugaz pero gratificante, fue todo un regalo para los adentros. Saber que le va bien a quien quieres es una alegría, y saber que los quereres son mutuos y a pesar de los kilómetros y los días, siguen, otra más.

¿La sorpresa? Pues hubo varias, pero quizá la que más fue la coincidencia con Isa, de Petrel, que anda por aquí cooperando en un proyecto brutal que lleva Nicolás Castellanos. Muerto me quedo de lo pequeño que es el mundo y de cómo son estos caminos que vamos trazando. Una alegría poder compartir comida y risas.

¿La experiencia? Genial. Creo que es la primera vez que tengo el patrocinio de una empresa privada, por lo menos en este formato, y he de agradecer a Viva, la disolución de mis temores, por ejemplo  ese tan grande en el que el trabajo de uno queda por debajo de la marca. Han sido muy respetuosos no solo con mi trabajo, sino con el modo, y en todo momento estuvieron atentos a mis necesidades y sugerencias. Un privilegio. Con rápida capacidad de reacción y total libertad de acción. Como funcione la cobertura igual que el departamento de eventos, debe ser un lujo de compañía. Así que desde aquí, mi gratitud a Carol para que la extienda a todo el departamento y personas con las que he estado en contacto.

¿El cierre? Pues no pudo ser mejor. Una sesión para público adulto, en una sala donde se podía contar tranquilamente, incluso sin micro (a pesar de tener la voz de Pepe Isbert) Y conté, claro. A las más de sesenta personas que vinieron, la mayoría sabiendo a qué, y se dejaron llevar durante 75 minutos de la mano de las historias de mi abuelo y la fiesta de San Antonio, o el amor de mi tía Paca y sus abrazos cubanos, o mi versión de El árbol generoso (de Shel Silverstein), o varias historias más. Acabamos todos de pie, agradeciendo mutuamente el placer de la palabra dicha.

¿El viaje de retorno? Suspendido. Las cenizas de un precioso volcán han impedido que mi vuelo despegara. De aquí a un rato largo lo vuelvo a intentar, pero esta vez vía Lima, donde pasaré la noche de hoy y, si todo va bien (¿por qué no?), llegaré justo a tiempo para contar el jueves en la Tetería las mil y una noches de Petrel. mientras, pude disfrutar de mi pequeño placer boliviano: un jugo (como llaman aquí) de maracuyá y naranja, y una salteña "calientita"

Y, ¿en la retina?. En la retina me llevo la ironía de una feria que acaba el día en el que en este continente se denuncia el trabajo infantil, en una ciudad en la que he visto más niños en la calle que nunca: aparcando coches, vendiendo cualquier cosa, o echados sobre unos cartones tratando de soñar. Y eso es solo lo que se ve; ocultos en casas, talleres o minas, quedan los trabajos más duros, peligrosos y feroces. 

Ya lo he dicho, pero no me cansaré de repetirlo. El disfrute de la infancia no debería ser un derecho, sino una obligación.

Ojalá que esta sociedad descorazonada, no les pueda arrebatar los sueños tan fácilmente como les arrebata la época del juego, la risa y la canción, aunque duerman sobre camas tan delgadas como un cartón.

2 comentarios:

    Hola!!! Me llamo Laura soy una de las adolescentes que te entrevisto y bueno estaba buscando cuentos tuyos en internet y me tope con tu Blog jejeje. La verdad quería agradecerte tu generosidad en haber participado en la feria del libro realmente tu presencia fue muy positiva para todos los que la visitaron. También quería desearte buena suerte en todo lo que hagas, eres una gran persona y no olvides... sigue contando cuentos!!! =D!!

     

    Gracias Laura. Fue un placer mi participación en la feria, sí, y las entrevistas... jajajaja.

    un beso y, tú, sigue escuchando cuentos...

     

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