escrito por Alberto Sebastián
ilustrado por Carles Arbat
editado por Kalandraka en el 2002 (1ª ed.)

comentado por Félix Albo

El capitán Calabrote es un clásico de los nuevos clásicos. Diez años lleva este cuento rondando por las cabeceras de las camas de muchos niños, ya adolescentes; diez años sonando por voz de muchos narradores en las Bibliotecas Públicas, diez años en las escuelas, y Calabrote no se cansa de enterrar y desenterrar tesoros y sueños.

Un capitán pirata jubilado, retirado en una isla desierta donde se dedica a cultivar una huerta, asar pescado, enterrar y desenterrar su tesoro para elaborar un minucioso plano y regurgitar el sabor que le ha ido dejando la vida. 

Un día, recibe inesperadamente la visita de otro pirata, de aspecto terrible. por cierto. El capitán llevaba solo y con ganas de hablar con alguien mucho tiempo pero... es que ese pirata. Ante el desconcierto sigiloso de Calabrote, el recién llegado carga un cofre, se introduce en el bosque y lo entierra, volviendo sobre sus pasos anotando datos en un cuaderno, hasta llegar a la playa, con la intención aparente de quedarse.

El capitán, esa noche no pudo dormir. El corazón bombeó con fuerzas generando uan gran marejada en su interior y... hasta aquí puedo contar. Podría seguir un poco, pero... prefiero dejar aquí este cuento, que merece la pena tocarlo, entretenerse en el ritmo que aportan las ilustraciones y que ningún video de internet nos va a, ni siquiera, insinuar (aunque sea con música bonita). Merece la pena ahogarse en su despilfarro de color que inunda cada página en las que en un par de ocasiones es difícil incluso ver el texto.

Un cuento cuento, una historia historia. Una frase que en la infancia es difícil de entender: No hay que ser valiente solo para pelear.

Un personaje: Calabrote, que como buen pirata, fuma, bebe ron, canta e imagino yo que se hurga la nariz y, a pesar de ser un libro escrito para los niños, no estorba ninguna de estas actividades. Lo raro, lo inverosímil,  lo absurdo es la moda moderna y correcta que obliga a que un pirata diga recórcholis y beba zumo de naranja. El capitán Calabrote es un pirata de los de verdad, pirata pirata y que, como buen pirata, nunca deja de serlo, ni estando jubilado, y que como buen pirata, siempre prefiere a un buen amigo con quien dibujar nubes de humo sobre las estrellas al mayor de los tesoros del mundo, aunque sea robado.

Un libro reconfortante que no puede faltar en la trayectoria literaria vital de nadie. 

Está escrito además por un compañero de profesión y querido. Alberto Sebastián desborda esta maliciosa ternura en sus cuentos contados. Un lujo escucharle. Para él, encontrarse aún con el libro en los estantes o en las madres que lo siguen contando a sus hijos o, mejor, lo acaban de descubrir, es todo un regalo. Y está agradecido por ello. 

Un libro que después de diez años sigue vivo no es que sea bueno. Necesita de mucho más. Este es un gran ejemplo. 

Y a ti, ¿qué te parece?

Feliz semana. Feliz lectura.

P.D.: Y la semana que viene: La señora y el niño, de Bárbara Fiore Eidtora. Corre a buscarlo.


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