Sí. Ese de la pancarta soy yo y Las cuatro esquinas, uno de mis espectáculos para adultos.

Cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro guardia civiles que me la guardan.

Las cuatro esquinas es el primer espectáculo que concebí para grandes escenarios y tuvo su primera oportunidad en el Teatro Cervantes de Alcalá. Funcionó. A lo grande.

Ahora, tras un trabajo de meses, la estrenamos renovada y optimizada para el gran formato:  los escenarios de los teatros.

Por suerte no estoy solo. Por más suerte, estoy con Unahoramenos, la productora canaria que me acompaña en esta aventura y con la que, de momento, voy a recorrer los escenarios de las siete islas grandes del archipiélago canario. Todo un regalo que, siendo en esta época además, es un privilegio.

Como también lo es dejarme en manos de Severiano García, el director artístico, que junto a Mario Vega y viviendo (en sus palabras) una experiencia divertida (doy fe), liberadora (también) y refrescante (es un modo de hablar), hemos dado un cambio a esta sesión haciéndola más grande, adaptándola al nuevo espacio, desarrollando y aprovechando los nuevos recursos y potenciando los míos (que son pocos pero les tengo cariño).

Nuevos lenguajes, nuevas normas, nuevas posibilidades, nuevos retos, nuevos conceptos, nuevas ilusiones... 

Todo esto no puede sino llenarme de ganas e ilusiones que son el mejor motor para mi trabajo.

El trabajo con cuatro ojos más me permite mirar los resultados, analizarlos, estudiarlos y mejorarlos desde prismas a los que trabajando solo nunca podría llegar.

Hacer una sesión de fotos durante toda una mañana, probar distintos vestuarios y volverlos a probar, grabar tomas de video durante más de cuatro horas para un spot de veinte segundos, trabajar a partir de un texto provocado por mis imágenes, sumar a mi consciencia la de dos expertos más para limpiar, darle precisión a la gestualidad, los movimientos, los silencios... Todas estas, resultan experiencias nuevas para mí, divertidísimas y a veces también, agotadoras. Pero ante todo excitantes. Esa excitación que te da lo nuevo, la excitación del que descubre, del recién enamorado, del que llega con ganas de llegar aunque se tenga que estirar todo él y ponerse de requetepuntillas y por eso llega.

Un regalo. Insisto. Y un privilegio. Insisto.

Las cuatro esquinas contiene dos de las historias que más implicación emocional propia poseen, pero en los 95 minutos de duración se desarrollan tres.

La primera, se llama igual que el espectáculo y es el alegato de una infancia de juego, risas, palabras, preguntas, amores y amistad. Como debe ser la infancia. Delirante, surrealista, humana, ácida, mordaz y crítica sin freno. La historia, además, posee un final inesperado y abismal. Las cuatro esquinas (historia) se desenvuelve en los ojos de un niño que tiene todos los recreos por delante, dos amigos, un amor y un inmenso mundo interior.

La segunda, Abrazo, es un suspiro, una voz interior, un instante intenso, como deben ser los instantes entre las personas que se quieren, con ese amor que sobrevuela sin dificultad por encima de todo.

La tercera es la que en su proceso de creación, más mordiscos me ha dado. La casa del mal aliento es una historia sincera, con un humor que desborda lo imaginado; compuesta, como un muro pro sus piedras piedras, de situaciones exageradas sin acercarse nada a lo difícil de creer, alejadas de la vida de cualquiera y sin embargo extrañamente familiares, con el hilo de un humor descarnado y disparatado sin límites hasta acercarse al borde mismo de un silencio que casi, casi, se puede tocar. Un silencio de esos que abren brecha; una brecha que aún, de manera absurda, no se ha cerrado.

Las tres juntas conforman un espectáculo de peso, cautivador, embriagador y encantador, con el encanto único que otorga el buen uso de la palabra dicha, la palabra sin artificios, la palabra libre y desnuda con la que doy vida a todos y cada uno de mis espectáculos. Con humor y ternura, con realidad y fábula, con emociones dispares, que emocionan por dentro dejando agujetas en las barrigas si las hay y en las comisuras que siempre se fuerzan.

El martes veinte comienza el último sprint de este viaje alucinante que emprendo junto a gente grande, dispuesto a aprender con el esfuerzo y entrega que requiere el aprendizaje y mi trabajo, y cómo no, dispuesto a disfrutar enlazando ese puente entre los dos grandes mares.

El jueves 29 me subiré al escenario del Teatro Guinguada y allí estaré hasta el domingo. Pero queda El Hierro, Lanzarote, Fuerteventura, La Palma, Tenerife, La Gomera y algún municipio más de la primera.

Ya os voy contando cómo le va a un mediterráneo como yo, navegando entre las islas bellas del bello Atlántico.

Mientras, en esta semana desperitada por el trastorno, los nervios y las prisas, os dejo con el spot publicitario de Las cuatro esquinas y un camión de abrazos.


3 comentarios:

    ARGH! Odio perderme estas cosas! Mucha mierda, compañero, qué ganas tengo de verte de nuevo y que no pué sé, oiga!! :)

    Un abrazo.

     

    Coño, no me jodas! Que yo vivo en Alcalá! xD Ya no vuelves?

     

    Muchas gracias Otis. Ojalá salga bien, la rodemos por la península y te de oportunidad a verlo.

    Pues lo de Alcalá, amigo gordopilos, fue un placer porque además, esa sesión, su primer cuento, está ambientado en aquella ciudad en la que yo pasé mi infancia. Todo un lujo hablar de aquel Alcalá ochentero. La nostalgia... la morriña... que le da a uno, mira.

     

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