El día de la voz

Se acaba el día mundial de la voz.

La rae le regala diecisiete definiciones directas y otras muchas más compuestas. Hay una que me resulta incluso poética:

3. f. Sonido que forman algunas cosas inanimadas, heridas del viento o hiriendo en él.

Heridas del viento o hiriendo en él. 

La voz es una de las herramientas básicas de mi trabajo. No es la más importante, aunque sí la imprescindible. A lo largo de los dieciocho años de mi carrera he aprendido que en la narración, en el tipo de narración que yo hago, la voz es tan importante como el silencio; la voz sin silencios es palabrería; la voz sin gesto, queda despeinada; la voz sin mirada, pierde fuerza, intensidad, matiz, luz.

La voz es algo que nos identifica entre un millón. Que reconocemos. 
Que nos estremece, tensa, relaja o entristece según la escuchemos, a veces más por cómo nos dice, que por lo que nos dice. 

La voz es música, beso, caricia, aunque también puede ser golpe, grito, frío.
La voz envuelve, abraza, cubre; contra el frío, la desesperanza, la soledad.

Quizá en esta sociedad que están construyendo ante nuestras narices, pero que no alcanzamos a ver porque nos aturde el ruído ensordecedor de la demolición de la nuestra, y digo sí, la nuestra, y que tapan con una tela que tiene dibujada una gráfica de economía decadente, la voz se convierta en una herramienta más para buscar las palabras de aquellas personas a las que pretenden callar. 

Una voz entre tantas que enmudecen a golpes de miedo o de desahucios individuales. Como bisontes que caen por un disparo ante la aparente indiferencia del resto de la manada. 
Una voz para revivir los sueños, los cuentos, aunque tengamos que empezarlos con Había una vez un rey que no mataba elefantes...
Una voz para las esperanzas, los lazos, la confianza en el semejante, en la persona de al lado que no es quien nos quitó el trabajo, ni quien subió el gasoil, la luz, el pan; que no es quien despreció y vendió los servicios públicos, ni la sanidad, ni la educación, ni la cultura; que no es quien cerró colegios, bibliotecas, servicios sociales, teatros; que no es quien construyó aeropuertos sin pasajeros ni aviones, o trenes superveloces donde ni siquiera pueden subir nuestras penas para que se vayan lejos. Lejos. 

La voz, la que tenemos, es el arma brutal para romper el silencio con una canción, con un poema, con un cuento. Para romper el miedo. Para traer luz a la oscuridad. Color y calor.

La voz para curar la herida, y no la del viento, sino la del pueblo.

Feliz día internacional de la voz en un mundo donde cada vez es más la gente que calla.

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