Del cuatro al catorce de abril he podido disfrutar de la invitación y participación en el V Festival de narración para adultos de Estrasburgo, organizado y patrocinado por la Casa de América Latina de aquella bella ciudad y por La Nona Teatro.

Me ha dado tiempo a pasearme por París para participar en una entrevista sobre el festival y mi trabajo en Radio France Internationale. Un París lluvioso y bello, lleno de gente, y jardines y coches. Me ha dado tiempo a pasearme en Estrasburgo por la plaza de su catedral, por sus calles calmas, por el borde de sus canales, por el Museo de Tomi Ungerer y, a parte de refortalecer mi pasión por su trabajo, descubrir todo un trabajo satírico y erótico que me dejó boquiabierto y, paseando de nuevo por sus calles, reconocer ne los tejados de sus casas, los sombreros de los tres bandidos. Me ha dado tiempo a saborear chocolate, cerveza, vino, croaissants y unas comidas y cenas deliciosas.

He contado, claro, ante un público entregado, atento y con ganas. Y así sonaron PESPUNTES y CUENTOS DE BOLSILLO. 

Y he contado junto a los mejores. De todos me quedo con Carolina Rueda, con quien andaba buscando la oportunidad de disfrutar desde hace ya un montón de tiempo y ha sido aquí, en este espacio genial de la Casa de América Latina un auténtico regalo.


He escuchado cuentos, he volado, me he estremecido, he estado a punto, casi a puntico de llorar y me he reído como si no me viera nadie. Un lujo cuando la palabra está bien cuidada, mimada, cuando los cuentos forman parte de quien los cuenta, cuando quien cuenta mima la historia, sus personajes, el cómo, y al público. 

Además, tuvimos la oportunidad de poner en común los cómo, los por qué, los para qué, los con quién, los de dónde, de organizar un festival. Yo hablé de mi Cuenca amada y de mi Gijón querida.

Sí, realmente me lo he pasado bien estos días en el norte del país de quienes nos volcaban los camiones de fresas en los ochenta. Pero sobre todo, he conocido gente estupenda y, suerte que los de Ryanair no tienen una báscula de amistad porque no me hubieran dejado subir al avión por el sobrepeso, aunque ya me hicieron dejar un ejemplar de Los tres bandidos a tamaño tan grande que no podía llevarlo en la maleta. Linda Carolina, Marcela, Grande Ligia, Mariana, Dulce Natalia, Constanza, Latente Jean Luc, Diana, Olivia, Nicolás, Canela... Y me dejo, vaya si me dejo nombres... pero me los llevo, me los traigo y espero que los ires y venires nos permitan otra parada más juntos, aquí, allá o en cualquier lugar con sombra y tiempo.

La Casa de América Latina de Estrasburgo no es un edificio ostentoso ni emblemático. Es un local, chiquito, donde uno puede disfrutar de una cerveza, un buen vino, unas deliciosas empanadas, leer un buen libro, tertuliar, o quién sabe si escuchar la presentación de un libro, el recitado de un poema al aire o sentir volar una canción. Una canción. Y, ¿sabes? ese tipo de cosas son las que hacen una casa realmente grande, no la altura de sus techos, el número de puertas o la amplitud de sus ventanales. Solo el tipo de cosas que engrandecen el alma hacen grande una casa como la de América Latina. Solo las personas que la gobiernan y la disfrutan son realmente sus cimientos y paredes.

Gran Festival en pequeño formato. Ya lo creo.

Gracias por la oportunidad y los regalos.

0 comentarios:

. . .