Perita: HUESERA

Cuando no era moda poner nombre a los perros, Mariana vio a Canelo, el suyo, enterrar con afán un hueso en la parte trasera de la casa.


Le impresionó. Le pareció una idea brillante esa de enterrar las cosas que uno más desea, para salvaguardarlas del abuso y la pérdida. Y así a sus siete mágicos años, decidió enterrar aquello realmente importante para ella haciendo un agujero enorme para un pulido cristalito azul.

También enterró una concha que encontró la primera vez que vio el mar.

Y durante la guerra enterró a su muñeca al lado del almendro en el borde del camino.

Rodeó de malvas la simbólica tumba de su primera carta de amor que nunca envío y la segunda que recibió. Una llave, una percha, un broche del pelo y un mechón de cabello, una rosa entera y un trozo de vasija. Un pequeño avión, un girón de su vestido de novia, la alianza de su padre y las lentes de su abuela.

Enterraba todo aquello que quería, aquello que le resultaba realmente importante.
¿También me enterrarás a mí? -le preguntó Antonio, su amor.
Tiempo al tiempo -decía socarrona con una sonrisa que se le truncó el día que lo tuvo que enterrar.

Desde entonces, también enterraba lo que más le dolía y era bien común encontrarla hurgando en la tierra que rodeaba la tumba de su marido, haciendo con las manos pocitos donde depositaba una porción chiquita de soledad.

En toda su vida salió tres veces del pueblo. Tres. Una para ver el mar, otra para buscar a su madre y la tercera a la boda de su quinta hija.

En sus últimos años, caminaba despacio hacia el margen de uno u otro camino, para enterrar un objeto o un susurro. A veces había que ayudarla a levantarse y ella lo agradecía siempre con una sonrisa que brillaba.

La enterraron en el mismo lugar que a su marido y es bastante frecuente encontrarse sobre su tumba pequeños objetos que alguien ha encontrado al excavar para poner una tubería, levantar una casa o mover una piedra.

También hay quien cuando nadie le ve, entierra en el borde de la tumba un buen deseo o un trocito de sus más amargas soledades.


huesera.
Lugar en donde se echan o guardan los huesos de los muertos.


Arranca este dos mil trece con muchas ganas, con muchos anhelos, con muchas, muchas esperanzas.

Ojalá la alegría deje de ser una necesaria manera de resistencia y vuelva a convertirse en una manera más de celebración de la vida.

Ojalá la alegría emerga desde los adentros hasta las afueras.

Ojalá la alegría.

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