¿Qué hay de objetivo en este mundo? ¿En nuestra sociedad? ¿En nuestro cotidiano?

Resulta que de lo que más seguros estamos es de lo absolutamente subjetivo: las emociones. Sabemos de nuestras tristezas, soledades, placeres, tremendas alegrías, miedos, deseos... Y en ello basamos nuestra manera de interactuar con el entorno natural, social, moral y cultural. Condicionamos nuestras relaciones y acciones a conjeturas de las que no tenemos total seguridad pero, incluso dudando, nos dejaríamos quemar por ellas.

No digáis, pero somos un animal curioso. Es tan interesante la observación del humano, del grupo, de la sociedad. Se aprende tanto de la especie y de uno mismo. Bueno, eso creo ;o)

conjetura.

(Del lat. coniectūra).

1. f. Juicio que se forma de las cosas o acaecimientos por indicios y observaciones.

2. f. Ecd. Lección no atestiguada en la tradición textual y que la edición crítica reconstruye de acuerdo con otros indicios.

Feliz semana.

CONJETURA -Félix Albo

Sentado comiendo una hamburguesa en un restaurante de comida rápida la vio. Era preciosa. Su pelo lacio y largo; su mirada profunda y verde; sus labios contorneados y esos pechos tersos y exuberantes. Sus manos de dedos largos, finos, acabando en unas uñas cuidadas.

Aquí está -pensó-, la mujer de mi vida.

Su gestualidad, eso sí, desentonaba un poco. Prestó atención y se dio cuenta de que estaba enfadada.
Mmmm, y con carácter -sonrió él.

Hablaba un idioma desconocido. No era francés, ni alemán, pero parecía europeo. Quizá flamenco. Estaba realmente enfadada con el hombre que tenía al lado. Un hombre pequeño, de suaves rasgos orientales con gafas de pasta, que trataba con aplomo esgrimir alguna frase entre los atropellos de ella. Pero no le dejaba.

Vaya carácter -pensó.

Cada vez el tono subía y subía con palabras ininteligibles pero con gestos que no dejaban lugar a dudas de que el calentamiento global iba en aumento. Al regañado le comenzaron a brotar mil manantiales de sudor que él, desde su mesa, sintió frío, mientras sorteaba el torrente salado las patillas de las gafas que escondían unos ojos que daban sordos gritos de temor y vergüenza.

Demasiado carácter -dedujo.

Ella miraba hacia el techo dotándola aún más de belleza, sí, pero el gesto de desesperación y desprecio echaba esa imagen atractiva y mística por tierra.

De repente, con sus dedos índice y corazón como si fueran una pistola se apuntó en la sien mientras que con la cabeza decía que no, pero en un arrebato cambió la pistola manual de orientación y apuntó a su compañero.

BANG -dijo sin pestañear. Se levantó y con un ademán grosero se fue marcando el paso al ritmo de su ira.

Vaya tía lela -no pudo evitar susurrar, mientras el hombre gestualmente asesinado se levantaba con la torpeza que regala la urgencia, recogiendo la mesa, el bolso de ella, los papeles de él y se marchaba sin atreverse a mirar a todos los clientes del local convertidos en público espontáneo.

Anda que yo también -pensó-, creer que un restaurante como este iba a encontrar al amor de mi vida...

De repente sonó un móvil en la mesa de al lado que se había ocupado sin él darse cuenta.

Cogió el teléfono una chica. Era bellísima, de ojos inmensamente negros como la arena de lava negra, una nariz pulida, unas manos grandes, de dedos gordos, una melena rizada y enredada y unos pechos discretos y densos.


Aquí está, la mujer de mi vida -pensó él-, mientras prestaba atención sin husmear a la conversación de voz dulce que ella mantenía.

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