#lunesdeperita: KIRIE

KIRIE
procedente del griego, "Señor"

1. m. Invocación que se hace a Dios, al principio de la misa, tras el introito. U. m. en pl.

echar los kiries
1. loc. verb. coloq. And. vomitar.
llorar los kiries
1. loc. verb. coloq. llorar mucho. 
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YALDA.- Félix Albo

En el salón se ha retirado la mesa, se ha desplegado la alfombra y sobre ella se han dispuesto tantos cojines como personas se esperan. Se han colocado de manera que una vez sentados todos tengan algo sobre lo que reposar la espalda, bien sea pared o mueble. En el centro una bandeja contiene desgranadas granadas, pistachos, dátiles y pasteles de miel y almendras que rodean a un enorme cirio blanco sin encender.

El 21 de diciembre es la noche más larga del año y cuando ya estamos todos sentados en los cojines, mi abuela apaga la luz y con ella cualquier ruido. A mí me encanta ese silencio en completa oscuridad que se mantiene apenas unos segundos pero es tenso y hermoso. Escuchamos rasgar el fósforo contra la lija y la llama que ilumina la mano de mi abuelo prende la mecha del velón y regala una luz suave y frágil a la estancia. Mi abuelo, con el rostro iluminado, sopla la cerilla y canta. Es un kirie antiguo, que viene de cuando los humanos sentían respeto y devoción por lo natural.  De cuando se adoraba al sol, que no tenía nombre de dios porque no le hacía falta. Tan antiguo que ni mi abuelo sabe muy bien qué significa, aunque todos sentimos que el canto calma el alma.

Cuando acaba, nos explica, año tras año, que es en esa noche cuando el sol, tras la colosal batalla que lleva perdiendo contra la luz meses, comienza su descanso de tres días. La noche, a partir del 21, ya no le come ni un solo instante. El sol resiste con fuerza durante el día y descansa al acostarse. Y es en la del 24, esa a la que los cristianos llaman nochebuena y celebran al día siguiente celebran el nacimiento del hijo de su dios, en la que el sol toma aliento y amanece con una fuerza feroz ganando, bocado a bocado, espacio a la negra oscuridad y recuperar así su victoria y con ella, devolver a la tierra la esperanza de un buen año fuera de peligros y lleno de abundantes cosechas.

Tras estas palabras, mucho mejor dichas, mi abuelo vuelve a cantar el kirie y después toma un pastel y llevándoselo a la boca se retira de la luz. A partir de ese momento cada uno de los presentes se acerca de manera que su rostro quede iluminado, y nos cuenta, nos contamos una historia antes de tomar algo para comer o beber.
Así se llena la noche de historias que escuchamos gozosos pues cuando alguien cuenta un cuento cuenta un trozo de sí.
Así acompañamos al sol en su letargo, apoyándole pues nosotros somos los más beneficiados de su luz.
Así esperamos ansiosos que la nieve empape la tierra para que las flores revienten de belleza el momento del amor.
Así hacemos cada año
Así celebramos la fiesta de la palabra, de la luz y de la esperanza. 
Así nos sentimos juntos y uno.
Así seguiremos haciéndolo, como se viene haciendo.

Este trabajo mío de viento y camino, que ya de por sí es un regalo, posee el privilegio de que en ocasiones se te acerquen personas y te cuenten desde su emoción, aquello que has provocado al colar tu voz en sus adentros.
Esta historia me la contó un hombre. Desconozco su nombre, solo recuerdo sus manos ágiles, su hablar pausado y unos ojos inmensos. Recuerdo que se acercó a mí tras escuchar alguno de mis ratos de cuentos y me contó lo que os acabo de contar.

¿Sabes? -me dijo- en el momento en el que la religión, cualquier religión, nos aleja de aquello que envuelve la vida, nos aparta la mirada de la tierra que labramos y de los cielos que nos cubren, nos está alejando de nosotros mismos hasta perdernos por completo.

Y se marchó dándome las gracias.
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La noche del próximo 21, esa y las tres siguientes, el sol descansará, como lo hace desde que la tierra le ronda. 

Ojalá este año tome fuerzas porque el mundo, este mundo que hemos hecho, necesita buenas y abundantes cosechas para todos. Para todos.

Feliz invierno.
Feliz luz.

Abrazos a capazos.

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