MATRAZ
(Palabra procedente del francés, matras).
1.- m. Vaso de vidrio o de cristal, de forma generalmente esférica y terminado en un tubo estrecho y recto, que se emplea en los laboratorios químicos. (def. de rae)


TU ESPALDA - Félix Albo

Uno de los grandes placeres de nuestro cotidiano es, para mí, despertar frente a tu espalda desnuda. Mirarla con mimo, con detenimiento, como leyéndola. Deslizar mis placenteros ojos sobre tu piel sin prisa, sin rutas, dejando que sea tu espalda el propio mapa del paisaje a descubrir. Disfrutar en silencio del acariciar de mi mirada. Imaginar tatuarte con tintas de agua un poema de Neruda, ese que dice aromas, luz, metales; o aquel de Angel Guinda que decía: viniste como supe que vendrías... O el desayuno, de Luis Alberto de Cuenca. Y mientras los pienso sin intención de decidirme, los recito sin musitarlos siquiera. Y parece que suenan más intensos dibujados en silencio sobre tu espalda cálida.

Me encanta, por ejemplo, descubrirte un lunarcito nuevo, y unirlo a los que ya conozco formando una constelación ancestral en la que me sumerjo sin temor al extravío... 
Observar cómo respiras, cómo transpira la vida dentro de ti. Imagino el borbotonear feliz de los glóbulos recorriéndote los adentros. A mí me basta con tu espalda; con ver cómo el pelo cae lánguido, de manera perfectamente desordenada, alborotado, flagrante.

Puedo pasar horas leyéndote la piel, sin temor a llegar a la última página, sin perderme entre renglones, sin calibrar la buena o mala literatura.

Me gustas. Eso es más que suficiente. 

Y esa sensación es tan intensa, tan inefable e intangible, que me encantaría tomar su esencia, y guardarla en un matraz sellado, para mirar y no ver nada sabiéndolo ahí. Y en el momento de mi muerte, justo en el último instante antes de mi muerte, abrirlo y respirarlo para marchar lleno de vida, lleno de ti, dispuesto al viaje con ternura y gozo.

Repaso tu espalda, por si se me olvida algo y la descubro nueva aún conociéndola, aún sabiéndomela de memoria.

Y cuando noto que algo te inquieta. Cuando creo que el despertar anda buscándote los ojos para abrirlos, me encanta con mi yema tibia escribirte sin dudarlo y en mayúsculas la palabra LIBERTAD.

Por te quiero sí, pero ya lo decía la canción: Yo te quiero libre. Libre y con amor.  

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El verano tiene los horarios laxos, y uno puede quedar fácilmente cautivo en la contemplación del cuerpo desnudo de quien nos acompaña, sin prisas como siempre, sin buscar más placer que el propio regalo que la mañana ofrece. ¿No crees?

Feliz verano. Feliz.

Abrazos a capazos.

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