SOLANO

(def. de rae
(Del lat. solānus).
1.- m. Viento que sopla de donde nace el Sol.
2.- m. Burg. y P. Vasco. Viento cálido y sofocante, cualquiera que sea su rumbo.

DURMIENTE - Félix Albo

En la mañana del 27 de mayo de 2046, un madrugador caminaba por la calle camino del trabajo. Vio sobre la calzada entonces un bulto extraño, tapado como con una manta.

Al acercarse, se fijó en que sobresalían dos zapatos de talla pequeña. Separó un poco la tela gruesa y vio, con gran asombro el rostro de una niña. Dormía. No pudo evitar quedar mirando. 

Un hombre se acercó por detrás. 

¿Qué es?, ¿qué pasa? -le dijo a la vez que le sobresaltaba-.
¡Shhhit! -le contestó colocándose un dedo índice sobre su boca-. Es una niña, y está durmiendo.
¿Una niña? -preguntó en voz baja-, ¿cómo va a haber una...? ¡Es verdad -dijo acercándose-, es una niña dormida!
Ya se lo había dicho yo -dijo el primero
¿Pero cómo...? 

En ese momento venía una pareja apresurada. Y dos más. Al momento ya susurraban y se quedaban prendados de la menor dormida.

¡Es tan dulce -dijo un hombre-!

Al poco, cerca de veinte personas hacían un corro, en mitad de la calzada, alrededor de la durmiente. Se acercaba la hora de ir al trabajo con lo que era mayor el número de personas transitaban era mayor y se sumaban al grupo.
Las primeras se sentaron en el suelo, apretadas entre sí, para dejar ver al resto sin perder su privilegiada posición. En media hora, habría unas setenta personas sentadas y unas ciento largas de pie, asombradas, comentando con murmullos, sumo respeto y curiosidad, una imagen que nunca habían visto. 

Aquella ciudadanía había aceptado doce años atrás, participar en un programa de optimización del rendimiento laboral: mejores sueldos, un programa de salud gratuito, hogar gratuito con asistencia y seguridad total, cero desempleo, calles peatonales sin contaminación, ni estrés... Unas condiciones idílicas a cambio de mantener un ritmo y productividad en el trabajo del 92%. También de no procrear o, en caso de hacerlo, renunciar a la custodia de los hijos en el nacimiento o el abandono de la ciudad dejando casa, trabajo y privilegios.
Estaba demostrado que los niños alteraban la tranquilidad y perturbaban la concentración y productividad en el trabajo así que eran educados en centros de alto rendimiento en ciudades distintas sin posibles visitas. Aquellos que superaran con holgura los distintos niveles de estudios podrían convertirse en futuros ciudadanos del proyecto al alcanzar la edad de 30 años. Entonces sí que eran permitidas las relaciones familiares. Así las seguían llamando.

La mayoría de los ciudadanos y ciudadanas no habían visto un niño en toda su vida, salvo aquellos con quienes compartieron su infancia. Pero eso formaba parte de un recuerdo nostálgico y nubloso.

Dulzura, paz, tranquilidad, plenitud, felicidad... Esas eran las palabras que brotaban por las bocas de los adultos que se iban sentando en el suelo a mirar, a contemplar, a disfrutar del sueño plácido de aquella niña de pelo rizado y pies pequeños.

Los de la primera fila no lo pudieron evitar y quedaron dormidos, antes que los de la segunda. Y luego la tercera, y la quinta, y...

Al poco, los ochocientos cincuenta habitantes de aquella idílica ciudad dormían, como encantados, apoyando sus cabezas en los cuerpos de quienes tenían a un lado, o atrás... Olvidando por completo que ya debían estar en el trabajo.

Cuando estuvieron todos dormidos, la niña se levantó y se alejó saltando sobre los cuerpos de gesto sonriente de los adultos, como quien salta en la rayuela. Cantando su nombre.

El sol ya estaba fuera y un viento solano recorrió las calles, tan desiertas como las oficinas.
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La semana pasada actué en Albacete ante quinientos y pico chavales de tercero y cuarto de primaria.
La niña de este cuento se alejó de la ciudad de negocios tarareando el himno de la alegría. En el público hubo quien se arrancó también.

Vida, salud, educación, protección, agua, alimentación, indentidad, libertad.


Hay lugares en el mundo donde no se cumple ni uno de ellos. Y no nos quedan tan lejos, no vayamos a creer.
¡Cuánto ruido hacemos los adultos con nuestras voces graves y nuestra palabrería! ¡Cuán poca memoria! ¡Qué poco valor!

Buena semana.
Abrazos a capazos.

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