LAS ROZAS, MAdrid

1, viernes.


Un lujazo volver a Las Rozas. Siempre es un gusto de los grandes volver a ver a Alicia y a Carmen. Dos motores para todo que, pro suerte, son bibliotecarias y creen en lo que hacen. Un lujazo, ya digo. Y Ruth, y Estrella, y Soledad, y...

Además, vengo de Alicante, pasando por Cádiz. Cada uno conduce por donde quiere. Un día en esa ciudad de luz y cañas, con Pau y Ángeles. Un viaje largo, pero tan bonito.




Por la tarde, a las 18.00, sesión infantil en Las Matas. Sorprendente la puntualidad y la cantidad de público. Para Alicia es normal. Algunas personas me conocen de otras veces aquí. Éste público sí que sabe. Es mucho tiempo pudiendo escuchar historias así que eso es lo que hacen; sin importar la edad, saludamos al oso Bartolo, ayudamos al gato tragón a comerse a la vieja y a su olla… y un par de historias más. Descubrimos además que no está tan claro dónde está el meñique de la mano izquierda. Pero eso siempre da igual. El caso es que nos merendamos 70 minutos de historias entre brazos levantados y miradas expectantes. Entre el público el solete de Dani, de Borrón y Cuento nuevo. Un abrazo de los grandes.

Corriendo para Las Rozas. Allí me espera la biblioteca para contar “Yayerías”. La sala con telón y luz tenue se fue llenando hasta las treinta y pico personas. Era mi primera vez para adultos aquí. Era su primera vez en un nuevo ciclo donde se cuenta cada dos meses. La próxima Soledad Felloza, en febrero, el dos.

Risa, misterio, sorpresa, ternura, miedo (puntual, algún susto que otro), nostalgia… Vamos todos y todas al ritmo de las historias. La escucha, genial. Una escucha de esas que te dejan libre, que te dan permiso, que te miman y te hacen sentir cómodo y bien, muy bien.

Me encantó contar en Las Rozas para la gente adulta. Otra sesión de esas… a recordar.

Hoy, día internacional del SIDA. Escalofriantes las cifras de enfermos. Decepcionantes las informaciones sobre el comercio farmacológico.

Abrazos y gracias.

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