ESQUIVIAS, Toledo

A Esquivias es la tercera vez que vengo. La primera para un público infantil que disfrutamos de lo lindo. La segunda para un grupo pequeñito y adulto. Esta tercera hacemos doblete.
Contar en Esquivias tiene un matiz tan sutil como importante: la biblioteca está ubicada en la casa donde vivió Cervantes (que dicen las malas lenguas que la casa no era suya, que era de su mujer, bueno, del padre de su mujer, pero ya sabéis cómo son los rumores). 
Es una casa con un patio manchego tan tan majo que hasta los de Cuarto Milenio se van a rodar allí. La biblioteca la regente, la gobierna, la timonea Ángel, un hombre de volumen menguante y sonrisa fácil, y ganas, muchas ganas.


A la primera sesión pensábamos que vendría poca gente, pero no, se nos llenó la sala y el alma de esperanza de que a la de adultos vinieran más, pero tampoco. Pero si vamos por partes, vamos por partes. La sesión familiar fue algo más que fluida. Los cuentos no salían, por timidez, pero los niños y niñas los llamaban, y encantados iban saliendo y dejándose contar, unos los dibujos, otros las palabras, otros un trozo, algunos sólo el principio y un par con el título bastó para querer saber más y buscarlo en las estanterías de la biblio. La mesa quedó llena de libros.
Pero ahí no quedó la cosa.
Descansamos un poco, pero poco, y mientras la noche comenzba a campar a sus anchas, el escaso pero selecto público de la sesión de adultos comenzó a llegar: llamadas de teléfono para convocar a dos más, charlas sobre la dificultad de "colocar" a los niños y niñas, el frío, la noche... Y con ese regusto a misterio, las historias de Yayerías surgieron casi sin nombrarlas. Y lo pasamos bien. Sentado casi todo el rato y bien cerquita del público, casi que susurré el secreto de mi familia, casi que charlé sobre mi curso en un pueblecito de Ciudad Real, casi que, junt*s, pusimos la misma cara cuando la sesión llegó al final. Un lujo contar así de cerquita.
Cruzar La Mancha, camino de casa, bajo una densa niebla, llena de interés el viaje, ya que lo hace especial y lento, pero cansa más. Mucho más. 
Aún así, venía sonriendo pensando en la forma tan graciosa que tienen en Esquivias de arrear a los burros para que trabajen. Por eso las personas que laboraban el canto cantaban y los burros y burras sonreían, siempre sonreían.
Para que luego digan de los mediterráneos...

0 comentarios:

. . .