Este es mi tercer viaje a Santa Cruz de la Sierra, una enorme ciudad, que además no para de crecer, en la parte oriente de Bolivia. Hace calor, pero eso es normal, porque estamos en invierno ;o).

Esta vez me ha traído una empresa privada: VIVA, que se dedica a la telefonía y posee una fundación que se llama Estás Vivo y se dedica a la acción social y cultural. Así que tuvieron a bien traerme a participar en la Feria del libro.

Llegué el domingo después de un viaje laaaaaaargo y algo tedioso (tedi/oso), pero bonito. No sé qué tiene venir hasta esta orilla, pero a uno le recorre un algo especial por el cuerpo. 

Desde el lunes he realizado dos actividades básicamente: visitar los platós de televisión de la ciudad por las mañanas y desarrollar un taller por las tardes con un grupo de veinticinco personas que se iban multiplicando cada día hasta llegar a los cuarenta y uno de la última tarde la de ayer.

Las televisiones no son nada diferentes de las de mi orilla. Los programas matinales aquí y allá mezclan con una habilidad sorprendente un evento cultural con un proyecto de ley, una lavadora que te deja más tiempo libre, un concurso de una pelota que cae por un bastidor, una belleza que promociona su región, un refresco que te da razones para seguir o la posibilidad de saludar a todos los familiares y amigos queridos que te de tiempo a nombrar en tres segundos. 

Igual aquí que allí, hay conductores de programas que saben a quién van a entrevistar, hay quien no, hay a quien le parece interesar, hay a quien no, hay quien lo disimula, hay quien no, pero la tónica general es la amabilidad, por supuesto. Pero cuando uno se sienta en esos platós que parecen una sala de estar de una casa, o una barra de una terraza de moda, o la mesa de decisiones importantes de una empresa, uno no sabe ni qué le van a preguntar ni cuánto tiempo tiene para responder ni si mirar a la chica (en la mayoría de los casos) o al técnico que parece querer comunicarte algo (pero no) o a cualquiera de las dos, tres o cuatro cámaras que no paran de moverse. Chico, un estrés de aquí te espero para los siete, diez o doce minutos (de gloria diría el píguíncipe bogbón). El caso es que a lo largo de la semana, he hablado de la profesión, de por qué creo necesario contar, escuchar, leer, disfrutar, e incluso he contado algún cuento (breve y rápido). Parece que no pero uno le va cogiendo el tranquilo y ya parece que sé dónde miro, pero es pura casualidad.

Menos mal que a lo largo de la semana me ha venido acompañando Graciela, una mujer bellísima (fue reina del carnaval el año pasado) y ella se maneja en los medios con una naturalidad, calma y habilidad impresionantes. Tambiñen están ahí Carolina, Luis y Natalia, todos trabajadores de Viva y bellos (aquí la gente es guapa por lo general, aunque Luis perdió al afeitarse) y la gente del Stand que calman mis aturdimientos y este jet lag que aún me dura y que creo que no voy a poner de mi parte ya para que se me pase.

Por las tardes el taller ha sido un regalo. Venir a trabajar con un grupo de gente que tiene ganas de aprender es algo que facilita mucho, muchísimo la labor, sobretodo teniendo en cuenta que teníamos a penas seis horas para comentar las herramientas básicas a la hora de contar cuentos, los cómos, los por qués, los cuándos y los dóndes. Nos dio tiempo a contar, a preparar el nacimiento de una historia desde la mano, a ver algún video de otras formas de narrar, a buscar detrás de las ilustraciones, a pasar un buen rato y (en lo particular) a dejar clar oque soy mediterráneo a pesar de que en los medios me llamen "el español".



Lo he pasado bien y ha sido gracias a todas y cada una de las personas que han venido puntualmente (que aquí para eso son muy mediterráneos) y con ganas, muchas ganas (insisto pero ha sido así). Y también a las tres azafatas que estuvieron pendientes en todo momento de que no me faltara de nada.

Hoy cambio de actividad, vamos, de aquí a una hora (que mientras en mi orilla serán las 22.00 h. aquí serán las 16.00 h.) comenzaré a contar cuentos en un espacio donde confluyen todas las actividades de animación de la feria y a la vez. Aquí, como allí, a veces las cifras de participación pueden más que la calidad de lo prestado. haremos lo que se pueda, de hecho desde Viva y la Cámara Bolivariana del Libro estuvieron ayer tratando de coordinar para que todo salga bien. Ya os cuento.

Ahora llueve y los pájaros se han puesto a cantar y es una alegría doble: por la lluvia y por el canto exótico de unos pájaros que no alcanzo a distinguir entre la frondosidad que rodea el hotel.

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