LOS HOTELES Y LA VIDA

Hace no demasiado tiempo (porque aún me acuerdo) hablaba no sé muy bien con quién sobre la presencia de nuevos testamentos en algunos hoteles. Uno va de aquí para allá y ve un poco de todo: desde alquiler de ropa de deporte por si quieres ir al gimnasio, la fianza de 30 € por un cable de red, una play station disponible solo si viajas con niños, hasta hojitas deslizadas por debajo de la puerta de la habitación ofreciéndote una amplia gama de servicios sexuales ya no recuerdo si a buen precio.

La persona con la que hablaba, que sigo sin conseguir recordar más que su género distinto al mío, se sorprendió y me dio a entender que seguro que era responsabilidad mía por el tipo de hoteles en los que me hospedaba y zanjó el tema a lo Felipe Borbón. Y no me dijo lo del minuto de gloria pues porque no había cámaras.

En el equipamiento del pequeño apartamento en el que me hospedo, imagino que enmarcado dentro de una campaña a la lectura (divina) o a la sanación del alma, incluyen un Nuevo Testamento bilingüe español e inglés colocado en una de las mesitas de noche al lado del teléfono.

Como traigo mis libros de lectura (cuidadosamente seleccionados para aprovechar los ratos muertos) en estos casos suelo devolver el libro a recepción, pero aquí no es preciso pasar por ella al entrar y salir del recinto, así que opté por dejarlo en unas estanterías que hay en el saloncito donde reside la televisión, una mesa y un pequeño sofá. 

A mi regreso, el libro sagrado para los cristianos y religiones aledañas, estaba de nuevo en la mesita. Milagro pensé, pero como no creo en ellos, saqué el libro de la habitación y lo coloqué en un pequeño cuartito sin uso  que posee el apartamento. A partir de aquí, cada día he dedicado un rato matinal a pensar dónde esconder el dichoso libro: entre los cojines del sofá, en un cajón del armario, encima de una de las sillas de la mesa del salón, detrás de la televisión... Y siempre vuelve (espero que no por su propio pie) a la mesita derecha (cuál si no) al lado del teléfono.

Curioso, he abierto el libro y encuentro un sello que lo identifica como un ejemplar donado gratuitamente por los Gedeones, y este nombre sí que me ha acongojado. ¿Será que un Gedeón obsesionado con que el dichoso nuevo testamento dirija mis sueños quien devuelve el libro a su lugar inicial? ¿Qué leches es un gedeón? porque con ese nombre, uno se imagina cualquier cosa (grande y poco bondadosa).

Menos mal que el apartamentito tiene wifi (guaifai que dicen aquí) e internet me ha aclarado que son personas (lo que me deja más tranquilo) cristianas (no sé si evangelistas) que reparten en 180 países el Nuevo Testamento.


¡Tócate el florete! he pensado, y antes de acostarme a dormir (tranquilo) habiendo dejado el libro de hojas de papel de cebolla debajo de la pila del baño, he leído El País (esta manía que tengo de buscar alguna razón para acostarme de mala leche) y me entero que en Valencia la gente sale a la calle, la policía blande sus porras y mientras, el nuevo presidente de las Cortes Valencianas planta un crucifijo encima de la mesa para jurar su cargo.

¡Tócate el florete! vuelvo a pensar. ¿A que es un gedeón el paisano presidente?

Y a todo esto que me deja con los ojos abiertos y el alma desazonada, el canal 9 (la televisión autonómica de mi comunidad) le dedica no más de seis renglones en su web.

Y mirando la columna de banners de la derecha me encuentro un logotipo que lo aclara todo: informativo NT9 sordos las 24 horas... 

Ahora ya lo entiendo y parece que puedo dormir más tranquilo, claro.

Que dios nos pille confesados.

Buenas noches, felices sueños, a ser posible laicos, aunque los sueños, sueños son.

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