27 de enero
28 ene 2014
Ayer fue un día aparentemente normal salvo que no se quedó a comer en el comedor de la escuela como hace siempre y nos fuéramos a comer los tres juntos unos deliciosos macarrones con atún; salvo que por la tarde después de ir a su clase de bombardino y hacer sus deberes fuéramos a jugar al parque, aunque hiciera frío, aunque la noche con sus nueve y media se nos viniera encima.
Ayer fue un día aparentemente normal a pesar de las muchas risas que compartió con su madre mientras, ya en la cama, leía un libro de los de la escuela.
Ayer podría haber sido un día más pero no. Su madre y yo sabemos que hace nueve años, ese día nació nuestro niño y con él nacieron muchas cosas más que siguen creciendo, como él, cada día. Como el goce de verle dormir, como el placer de escucharle reír, o cantar mientras se ducha, o verle jugar. El palpitar ante el abrazo, o la mirada, o la palabra que nos regala, a veces sin venir a cuenta. Sí, es un absoluto placer verle crecer y crecer junto a él. Reconocer en él y con él la improvisación de lo educativo, la belleza de un atardecer, la fuerza de un poema, la responsabilidad ante lo vivo, lo rotundo de un sueño, la satisfacción del esfuerzo y el absoluto placer del disfrute de la vida. Reconocer en él y con él la necesidad de mejorar, de exigir, de construir cada día.
Sigue creciendo. Y su madre y yo seguimos descubriendo y disfrutando de este camino tan difícil como placentero y gratificante que es el educar.
Crecer, caminar, reír, escuchar, mirar, rectificar, aprender, soñar, temer, afrontar, planificar, compartir, decidir, intentar, hacer, correr. Verbos que nos acompañan en nuestro día a día. Verbos que forman parte de nuestro cotidiano familiar gracias a él. Y que todos están dentro de querer, de amar, de vivir.
Ayer mi niño cumplió nueve años. Nosotros, seguimos creciendo con él.
Y qué regalo hacerlo juntos.
Ayer mi niño cumplió nueve años ya. Y toda la intensidad que hemos vivido nos alienta a comernos todo lo que la vida nos ponga por delante.
Allá vamos.