#lunesdeperita CONJETURA
14 oct 2013
¿Qué hay de objetivo en este mundo? ¿En nuestra sociedad? ¿En nuestro cotidiano?
Resulta que de lo que más seguros estamos es de lo absolutamente subjetivo: las emociones. Sabemos de nuestras tristezas, soledades, placeres, tremendas alegrías, miedos, deseos... Y en ello basamos nuestra manera de interactuar con el entorno natural, social, moral y cultural. Condicionamos nuestras relaciones y acciones a conjeturas de las que no tenemos total seguridad pero, incluso dudando, nos dejaríamos quemar por ellas.
No digáis, pero somos un animal curioso. Es tan interesante la observación del humano, del grupo, de la sociedad. Se aprende tanto de la especie y de uno mismo. Bueno, eso creo ;o)
conjetura.
2. f. Ecd. Lección no atestiguada en la tradición textual y que la edición crítica reconstruye de acuerdo con otros indicios.
Feliz semana.
CONJETURA -Félix Albo
Sentado comiendo una hamburguesa en un
restaurante de comida rápida la vio. Era preciosa. Su pelo lacio y
largo; su mirada profunda y verde; sus labios contorneados y esos
pechos tersos y exuberantes. Sus manos de dedos largos, finos,
acabando en unas uñas cuidadas.
Aquí está -pensó-, la mujer de mi
vida.
Su gestualidad, eso sí, desentonaba un
poco. Prestó atención y se dio cuenta de que estaba enfadada.
Mmmm, y con carácter -sonrió él.
Hablaba un idioma desconocido. No era
francés, ni alemán, pero parecía europeo. Quizá flamenco. Estaba
realmente enfadada con el hombre que tenía al lado. Un hombre
pequeño, de suaves rasgos orientales con gafas de pasta, que trataba
con aplomo esgrimir alguna frase entre los atropellos de ella. Pero
no le dejaba.
Vaya carácter -pensó.
Cada vez el tono subía y subía con
palabras ininteligibles pero con gestos que no dejaban lugar a dudas
de que el calentamiento global iba en aumento. Al regañado le
comenzaron a brotar mil manantiales de sudor que él, desde su mesa,
sintió frío, mientras sorteaba el torrente salado las patillas de
las gafas que escondían unos ojos que daban sordos gritos de temor y
vergüenza.
Demasiado carácter -dedujo.
Ella miraba hacia el techo dotándola
aún más de belleza, sí, pero el gesto de desesperación y
desprecio echaba esa imagen atractiva y mística por tierra.
De repente, con sus dedos índice y
corazón como si fueran una pistola se apuntó en la sien mientras
que con la cabeza decía que no, pero en un arrebato cambió la
pistola manual de orientación y apuntó a su compañero.
BANG -dijo sin pestañear. Se levantó y con un ademán grosero se
fue marcando el paso al ritmo de su ira.
Vaya tía lela -no pudo evitar
susurrar, mientras el hombre gestualmente asesinado se levantaba con
la torpeza que regala la urgencia, recogiendo la mesa, el bolso de
ella, los papeles de él y se marchaba sin atreverse a mirar a todos
los clientes del local convertidos en público espontáneo.
Anda que yo también -pensó-, creer
que un restaurante como este iba a encontrar al amor de mi vida...
De repente sonó un móvil en la mesa
de al lado que se había ocupado sin él darse cuenta.
Cogió el teléfono una chica. Era
bellísima, de ojos inmensamente negros como la arena de lava negra,
una nariz pulida, unas manos grandes, de dedos gordos, una melena
rizada y enredada y unos pechos discretos y densos.
Aquí está, la mujer de mi vida -pensó
él-, mientras prestaba atención sin husmear a la conversación de
voz dulce que ella mantenía.