Perita: NUMISMA
8 mar 2013
MONEDAS
Cuando
era niño, mi padre me hizo creer durante mucho tiempo que era mago. Me enseñaba sus manos vacías, las llevaba a mis orejas y
como por arte de magia aparecía, tras un pequeño estirón en una de
ellas, una moneda que a veces guardaba y otras me regalaba.
Aún
sabiendo ya que era un truco, hasta cerca de los nueve años me
encantaba pedirle que me sacara alguna. A esa edad entendí que
las cosas se compraban con dinero y también llegó mi primera hucha
así que siempre que se daba la oportunidad me ilusionaba meter
monedas por su ranura.
Mi
padre, a parte de ilusionista, era un tremendo despistado. En el sofá, en
el suelo de su despacho, en la mesilla de noche, al lado de sus
pantalones o incluso al pie de la taza del váter era frecuente
encontrar alguna de sus despistadas monedas. Yo las recogía. A veces
se las enseñaba antes de meterlas en la hucha. Otras iban
directamente sin oportunidad de que mi padre se las quedara.
De
adolescente, me molestaba incluso encontrarlas, aunque me quedara con el dinero.
¿Qué
hace esta moneda en mi habitación, papá?
Qué sé yo -decía-, se me habrá caído al hacerte la cama.
Qué sé yo -decía-, se me habrá caído al hacerte la cama.
¡Papá!
Hay una moneda en la nevera -era increíble-.
De
adulto me llegó a crispar su falta de atención.
Eres un desastre papá. Estas tres monedas estaban en la terraza. ¿Tú
sabes la cantidad de dinero que habrás perdido a lo largo de tu
vida?
Hijo,
qué sé yo, pues no me hará falta ¿no crees?
El
tiempo y mi hijo lo convirtieron en abuelo. Abuelo lento y achacoso,
aunque nunca fue demasiado ágil. Él también se acostumbró a que
le sacara monedas de las orejas y a encontrarlas en cualquier lugar sorprendente, estando mi padre por casa.
Un
día, al volver del baño, le vi de pie, en la habitación de mi
niño, con una moneda en su mano. Estuvo varios minutos observando el
espacio mientras la hacía bailar entre sus dedos. Luego, con mimo,
decidió dejarla de canto justo al lado de una de las zapatillas. No
era un lugar al azar. Desde la perspectiva de la puerta, mi chiquitín
la vería nada más entrar en la habitación.
Cuando
se giró se quedó parado al verme, pero enseguida reaccionó con
normalidad y, al pasar a mi lado me dijo: Ay que ver hijo, qué
cabeza tengo ¿verdad?, toda la vida igual.
_____________________________________________
numisma.
_____________________________________________
Es cierto. El tiempo te va dando otras perspectivas.
Así que gracias a mi padre, a mi hijo, a los juegos, a la magia, a la ilusión, a la constancia y al cariño.
Así da gusto vivir.
Abrazos a capazos. Feliz fin de semana.
P.D.: Más peritas en http://felixalbo.blogspot.com/search/label/peritas