VALENCIA, Valencia
27 sept 2006
¿Y si os dijera que existe un lugar en la capital del reino que todos los miércoles el viento se trasforma en palabras? Pues está en la calle Turia, como el río y se llama El duende. Un espacio donde el público hace que uno se sienta como en casa. En esta ocasión se trataba de la sesión que ponía en marcha la temporada. Siete narradores, cuatro narradoras, un espontáneo y un grupo muy especial: els Trencaclosques.
Luna, nos contó un romance; luego fui yo con un cuento de libro; Domingo Chinchilla que nos sorprendió con la historia de Amalia, una mujer de un centro de día; Quique, de Murcia, con tres cuentos cortos del admirado Galeano; Patricia Picazo, como la hija pródiga que vuelve a casa desde un pueblo de Salamanca, nos contó una historia Muy Sorprendente, con Mucha Sustancia sobre la vida donde las letras M y S tenían un significado Muy Special; Ana, en la segunda parte, abrió boca hablándonos de un hada madrina también especial; José fue un espontáneo que se lanzó con una versión de los avioncitos de papel; Lourdes, después de hablarnos de ecoaldeas, nos contó una historia de Nasrudin; Vicent Cortés de un suicida y luego… nos cantó. Sacó su guitarra el tío y se marcó una canción cuento que a mí me dejó boquiabierto, no conocía esta faceta suya; Llorenç, con su estilo inconfundible donde mezcla la ingenuidad y la acidez, nos llevó hábilmente por un recorrido de senderismo por los pueblos de la Serra Calderona de manos de una mona un poco lista de más; Susu Benítez nos presentó a su hermano el noruego y nos comenzó a contar una historia tradicional que, el muy macarra, cuando estaba en lo más interesante, no acabó y nos invitó a que fuéramos a escucharla terminar en su próxima actuación en el duende, cuando no hubiera tanta gente; Carles Cano, tan impredecible como siempre nos deleitó con una historia deliciosa.
Y para terminar Els Trencaclosques. Un grupo: tres chicas y un chico (un señor que diría un niño pequeño) que unen música tradicional con historias tradicionales y, sin obligar, hacen que nadie se pueda estar quieto. Un broche de lujo para una noche sin par.
Gracias por la velada de historias compartidas. Gracias al duende por crear este espacio y mantenerlo. Yo volveré el 22 de noviembre. Allí nos vemos. El viaje de regreso a casa lo hice con el coche lleno de historias, abrazos y risas.
Besos.
que los duendes sigan acercandonos palabras, abrazos y risas,... muncho de todo, muncho de lo bonico! besos pa tod@s.