Perita: PANARRA

En la autovía que va desde Alicante a Murcia,  hay un tramo a su paso por Elche de tres carriles que se extiende a lo largo de unos diecisiete kilómetros aproximadamente. Tres carriles correctamente ordenados: uno en el centro y uno a cada lado de este primero. Lo que vienen a ser tres carriles, vaya. De esto hace ya algún tiempo, pero la vía sigue saturada. ¿Acaso hace falta otro carril? te preguntarás. Qué va, lo que hace falta es que la gente pierda el miedo a ir por el lógico y solitario carril de la derecha y dejen de circular a su ritmo (a veces descarada y peligrosamente lento) por el carril central. Una autovía taponada, con un carril derecho vacío. No sé yo si las autoridades determinaron la construcción del tercer carril para aliviar la circulación, o para reafirmarse en algo de lo que están convencidos y de lo que nosotros, como pueblo, no paramos de manifestar. 

Parecemos unos panarras.


panarra.

(Del lat. *pennaria).

1. m. murciélago.

2. m. coloq. Hombre simple, tonto.


La constitución española se aprobó a finales de octubre del 78 y treinta y seis días después, el pueblo la ratificó. Quince días más tarde yo cumplía seis años y desde entonces vengo oyendo con más o menos argumentos, que había que modificarla. A veces por cuestiones fundamentales, a veces por matices, pero este hecho parecía imposible de llevar a cabo: un proceso enormemente largo y peliagudo, mucho más delicado que el de desenterrar a los muertos de las cunetas y llevarlos a donde dice la ley que tienen que estar los muertos enterrados. 

Pero no, resulta que no es tan difícil cambiar la llamada carta magna y que el estío, mientras todo andamos de cervecitas, relax y pocas ganas de pensar, es un momento idóneo para plantear esta y otras cuestiones que benefician muy mucho a unos muy pocos. Nuestros irreconciliables y adversos partidos mayoritarios se olvidan de sus diferencias para ciertos asuntos y unen sus esfuerzos, voluntades, discursos y argumentos, decidiendo al margen del pueblo al que dicen representar y que les da de comer, cambiando aceleradamente y con una agilidad pasmosa la carta grande a su antojo y medida sin realizar una consulta, un plebiscito (perita del tres de enero), sin dar siquiera tiempo y oportunidad a un pataleo popular legal.

A estas alturas, quién sabe si por el cambio climático, la izquierda y la derecha mayoritarias, parecen dar la misma sombra cuando ambas ponen el culo al sol que más calienta. 

Y digo yo que algo tendremos que hacer, porque una cosa es que no nos demos cuenta desde el centro, entorpecemos el libre avanzar por el carril izquierdo ya que por el derecho es delito adelantar y por ello nos comportemos como panarras, pero nada tiene que ver con que den por hecho que lo somos. 

O,  ¿es que realmente lo somos?

Feliz semana. 

Todos su patitos

Si es que no me puedo aguantar, porque esta semana, en la biblio de los elefantes...


escrito por Christian Duda
ilustrado por Julia Friese
traducido por L. Rodríguez López
editado por Lóguez ediciones en el 2009
ISBN 978.84.96646.43.8

comentado por Félix Albo

Este álbum es especial desde el principio. Pero, por suerte y sorpresa, no se conforma con comenzar siendo un álbum especial y avanza convirtiéndose poco a poco en un álbum excepcional.

Sus páginas hacen ir a la persona que lee entre el ritmo del texto y el de las ilustraciones. Uno da pie al otro y es genial cómo cada página sin texto marca el paso del tiempo cronológico, vital, emocional; fotograma a fotograma, ilustración a ilustración, de manera que en la memoria uno mantiene siempre una continuidad intensa que he encontrado en muy pocos álbumes.

Todos sus patitos es la genial historia de la vida de Konrad y un polluelo de pato sin nombre y de cómo la emoción es capaz de apaciguar sus instintos más primarios, sin olvidarlos.

Que una pata esté incubando un huevo en la orilla de un lago, nos puede parecer normal.
Que un zorro con hambre intente conocer a la pata de cerca, muy de cerca, y por dentro también, también.
Que la pata prefiera no conocer al lobo y se deje el huevo en su marcha, más que normal nos puede parecer lógico.

Pero a partir de este momento, todo lo que acontece en el libro, no solo nos va a sorprender, sino que nos provocará ternura, estremecimiento, nostalgia, ansiedad, incertidumbre, duda, risa, empatía, ganas... y, por supuesto, fuerzas y razones para creer y soñar.

Konrad pone nombre al polluelo que sale del huevo abandonado por su madre. Como es pequeño espera para comérselo, pero Lorenz crece y ellos se quieren como padre y como hijo y quién sabe si como algo más allá que uno no sabe definir pero sí entender. Lorenz se enamora de Enma, una pata guapa. Konrad espera para comerse a Enma, pero se caen bien y acaban queriéndose porque son geniales. Enma pone cinco huevos que comienza incubando Konrad, que sueña con esperar a que salgan los polluelos y crezcan para comérselos, y espera otra vez, y así se le pasa la vida, disfrutando de esa espera del momento que se aleja cada vez que se acerca y que parece que nunca llega pero sí, aunque se aleja. Y... bueno, nada.

El hambre, instinto que provoca el comienzo del libro, nunca se dejará de lado, eso sí, se le hará bailar con una y mil excusas para no saciarlo porque en realidad, no es tanta la necesidad si uno se alimenta de otras cosas. Pero aparece también el amor, la educación, la responsabilidad, el juego en familia, la complicidad, la enseñanza, el crecimiento, la necesidad, el miedo, la sociedad, el envejecimiento, la escucha, la naturaleza, los momentos compartidos, la comprensión, la comunicación...

Divertido y emocionante. Tremendamente emocionante. Tremendamente divertido. No te lo puedes perder.

No diré mucho más. Solo déjame justificar por qué sugiero comenzar a leerlo a partir de los 9 años. 
¿No se puede antes? Claro, pero creo que las conversaciones que se pueden establecer a partir de los 8/9/10 años son tremendamente interesantes para descubrir el cuento poco a poco. Es genial para esa edad en la que uno anda buscando discernir lo bueno, lo malo, lo inquebrantable, lo maleable, los límites, las excepciones, lo bello, lo mundano, lo instintivo, lo emocional, lo racional... Abrir los ojos sin dejar de soñar.

¿Y después? ¿Se puede leer después? Ojalá.

¿Y tú? ¿Lo has leído ya?

Feliz lectura. Feliz semana.

P.D.: Y la semana que viene... un álbum que no sé por qué no estaba aún en nuestra biblio. Esta cabeza... El Capitán Calabrote, un imprescindible de un compañero narrador. Está editado en Kalandraka.

Perita: EXPEDITO

Nunca me gustó estudiar latín. Nunca le presté atención porque, a mis quince años, me costaba encontrarle sentido o darle preferencia entre tantos estímulos nuevos y tremendamente atractivos que me ofrecía mi turbada adolescencia. Podría excusarme en que nadie supo seducirme con su utilidad o su importancia, como sí ocurrió con mi genial profesor de historia Ramiro Muñoz o el que impartía matemáticas de quien recuerdo solo su nombre: Mariano. Pero con el latín no tuve esa suerte, así que en la memoria mal recuerdo el rosa rosae rosas. El griego despertó cierto interés temporal en mí, pero, igual que el francés, no en su versión más lingüista. Así que ahora, para buscar la etimología de cualquier palabra que me resulta curiosa (esta curiosidad que me mata y me libera a la vez), he de recurrir con frecuencia a la imaginación.

Eso me ha pasado con la perita de hoy. 

Por todos es sabido, incluso por la señora refunfuñona envisonada, o el señor de traje entrajetado, que los gases resultan incómodos. Me refiero a los del interior de cada uno, porque los que regalan los antidisturbios son, además, dañinos.

Cuando un gas duda si subir o bajar por nuestro aparato digestivo, o cuando intenta abrirse paso entre los pliegues y repliegues de nuestro largo intestino, molesta. A veces incluso causa dolor, pero es más frecuente la molestia. La molestia física y la social que provoca esa incertidumbre de no saber si uno va a ser capaz de dominar, domesticar, disimular la expulsión de susodicho cuerpo vaporoso. 

¿Será sonoro o silencioso? ¿inodoro o hediondo? ¿podremos seguir con la reunión manteniendo la coherencia y la dicción?, ¿habrá que evacuar la zona?, ¿tendré que emigrar a cualquier república lejana?

Molestia, traba, perturbación, inconveniente, contrariedad, engorro, incordio...

Qué liberación cuando un gas, incluso pequeño, deja de ser particular, propio y pasa a formar parte de la masa atmosférica común y disolutiva y nos deja el cuerpo y el ánimo dispuestos a disfrutar, a trabajar, a lo que venga.

expedito, ta.

(Del lat. expedītus).

1. adj. Desembarazado, libre de todo estorbo.

2. adj. Pronto a obrar.



Pero claro, a veces la imaginación solo sirve para echar un rato en una mañana de un calor asfixiante y no tiene valor científico alguno. Eso sí, me ha servido para recordar mi época del IES y mis profesores favoritos y mis amores y mis vivencias y...

La perita la he leído en prensa. La policía tuvo que dejar expedita una calle madrileña por la que iba a desfilar una procesión de imágenes religiosas en estas recién extintas jornadas mundiales de un sector minoritario de la juventud (teniendo en cuenta la juventud mundial (incluso la cristiana)). Lo hicieron a base de porrazos, seleccionando entre el tumulto quién tenía fe en la iglesia (que si la tienes en Cristo solo no vale, ya lo ha dicho el papa), y quién no. Como si la fe se manifestara con una camiseta amarilla y una mochila con una cerveza sin alcohol. Caliente.

Salud y buena semana. 

¡Qué calor!, chico.

Sembrando cuentos

Desde hace varios años colaboro de una manera gratificante con un proyecto de mis compañeros además de amigos los Légolas. Se llama Atrapalabras. Como todo lo que hacen lo miman, miden, objetivizan, median, evalúan y, en la mayoría de los casos, si no hay trabas insalvables de por medio (que suelen ser ajenas) lo consiguen.

Colaboro con el proyecto sembrando cuentos. Cada mes le piden a algún narrador un cuento, no muy extenso. Lo imprimen, lo pegan en postales y se dedican a ir sembrando ese cuento allá por donde van. A mí me mandan doscientas postales al mes y trato de repartirlas a diestro y siniestro aunque, ellos no lo saben, hay meses que se me acumulan y hay otros que chorreo postales por donde piso. Me encanta, sobre todo, dejarlas en lugares donde las personas van a pasar un tiempo largo, o corto pero muchas personas, o pocas, o... Bueno, la verdad es que la iniciativa me resulta tan excitante que cuando me acuerdo y llevo postales (que en el coche siempre me acompañan, ahí se queda. Y así escuelas, institutos, teatros, peajes (este nunca se me escapa), bibliotecas, mercados, estaciones de tren, de autobús, cajeros automáticos, aeropuertos, baños de las gasolineras, de los restaurantes, bancos de parques, museos, casas particulares, ayuntamientos, delegaciones de hacienda, tráfico, aguas municipales... han sido sembradas con cuentos que quién sabe si han brotado o no, pero eso ya se nos escapa. En cada postal se invita a la persona que la encuentra a que entre en el blog y comparta su experiencia, pero realmente son pocas las personas que se animan a hacerlo.

De vez en cuando, me piden un cuento para una de esas postales, y no es fácil, no creáis.  Nada fácil resulta elegir un cuento que queda escrito, fijo, y que a la vez viaja sin saber dónde. 

Este mes de agosto, la postal tiene uno de mis cuentos que, quizá, a quien ha seguido mis aportaciones al blog y al facebook estos últimos tiempos, quizá le suene de algo.

Salud y ojalá encontréis un día, sin esperarlo, un atrapalabras y lo disfrutéis (seguro).



HOMBRE SILENTE

de Félix Albo

Por una operación sin importancia, se vio obligado a mantener silencio durante quince días. Silencio absoluto.

Tuvo que, con sus propios recursos, aprender a desenvolverse sin voz en una sociedad ruidosa y comprobó con absoluta sorpresa cómo la gente le prestaba más atención y se manifestaba mucho más amable con él que cuando utilizaba la palabra. Y así, practicó miradas, señas y sobretodo sonrisas con cajeras, tenderos, dependientas, funcionarios y ciudadanos en general. Condensó con empeño todo el cariño posible en el roce de la mano de su pareja, en el acariciar del pelo, en la mirada contemplativa y amante... Tuvo tiempo también de buscar su propio silencio, dentro. Y lo halló.

Cuando el otorrino le permitió volver al ruido, él se alegró, pero no tardó en echar de menos el silencio. Así que, dos meses después, sin obligación, se propuso mantenerlo de nuevo durante veinte días más. Luego un mes entero en verano, y luego...

Ahora, cada día le encuentra menos sentido volver a utilizar su voz, salvo para condensar todo un mundo de amor en el susurro de un “Te quiero” para comenzar, terminar, o continuar felizmente un día cualquiera.

Esta semana en la Biblitoeca de los elefantes comentamos y compartimos este divertidísimo libro. Y dice así:


escrito por Margaret Mahy 
ilustrado por Quentin Blake 
traducido por Miguel A. Diéguez 
editado por Alfaguara Infantil en 1999 (16ª ed. en 2007) 
ISBN 978.84.204.4848.0 

comentado por Félix Albo

La señorita Laburnum es bibliotecaria municipal de un pueblo donde unos bandidos le dan mucha más importancia a su figura profesional que la corporación política que gobierna el municipio al que pertenece. 

Podríamos enzarzarnos en una discusión efímera e infructuosa a la vez que crítica y necesaria sobre el papel de las bibliotecas públicas en nuestra sociedad y el respaldo institucional que tienen (en el caso que lo tengan). Mezclar política y cultura nunca salió bien. Pero no siendo el tema que nos ocupa en este blog, no he podido evitar empezar de otra manera que no fuera esta. Ya me disculpáis.

El secuestro de la bibliotecaria es un libro divertido. Unos bandidos esperan sacar un buen rescate por la bibliotecaria que resulta ser un personaje sorprendente en cuanto a su belleza y su personalidad. Los bandidos son malos, eso nos lo dice la tradición de toda la vida. Y cuando uno es malo, es malo de verdad... salvo que pille el sarampión y una voz melodiosa le lea las historias de Alí Babá y los cuarenta ladrones, o Alicia en el país de las Maravillas, o La isla del tesoro. Y es que el hecho de que te lean cuando estás malo provoca que te vuelvas un poco menos malo y que además tengas ganas de más.

En realidad, el secuestro es, dijéramos, un capítulo del libro. Es genial ver cómo los personajes, salvo la bibliotecaria, van transformándose en torno a la lectura, al libro, a la biblioteca. Bueno, la bibliotecaria también se transforma un poquito. 

Amor, humor, acción, riesgo, aventura y... libros y animación a la lectura. ¿Se puede pedir más? Claro. Las ilustraciones  que son geniales del genial Quentin Blake, con esos ojos expresivos, esas bocas que parecen que van a echar a hablar en cualquier momento, acompañan a un texto que mantiene un ritmo coherente y cambiante.

Un buen libro para leer, para compartir su lectura, con la chavalería desde los cinco años y para invitar a su lectura en solitario un poquito más tarde. Divertido, dinámico, ilustrativo, crítico e incitador. Así deberían ser todos los libros, incluso los de la literatura para adultos.

Un homenaje a esas personas que trabajan día a día con profesionalidad, ilusión y entrega en las Bibliotecas Públicas. Esas que cada vez que se celebran elecciones municipales tiene que aprender a bailar y torear con la persona (y sus ideales y conceptos) que ostente el cargo de la concejalía de turno, con las direcciones de los centros educativos, con las de las subvenciones, con los usuarios, con...

Un abrazo grande desde aquí. Y que no os secuestren, por favor, a no ser que sea para guiar las lecturas de las voces que decoran las noches y los sueños.

Este libro es un clásico del que hay títeres, videos, pdf, actividades educativas, teatros escolares... Pero ¿y tú?, ¿lo has leído? 

Feliz lectura. Feliz semana.


¿Qué le pasa por la cabeza a alguien que comete un homicidio compasivo? ¿Y por el alma? Pero... ¿tiene?
¿Qué le pasa por la cabeza al banco central europeo que inyecta millones de euros para rescatar de las pérdidas económicas (¿pérdidas?) a sus bancos y no pone ni un duro para rescatar del hambre a millones de africanos? ¿Y por el alma? Pero...
La oleada de emigrantes que llega a las costas peninsulares en estos días... ¿no vendrán a ver al papa?
¿Qué tiene que ver el papa con la iglesia que proclamaba Jesús de Nazareth? ¿Y con la fe? ¿Y con Somalia?
¿Quién es más pirata: los que llamamos piratas somalíes o aquellos que determinan quién puede, cuándo y dónde arrebatar o no los peces al mar, aunque este esté a miles de kilómetros de quienes lo determinan? ¿Cuánto nos cuestan los peces que pescan nuestros barcos... allá? ¿Y las fragatas militares que los protegen?

Yo no sé para qué leo la prensa. No doy asenso. Ni lo doy, ni lo presto, ni lo cedo, ni lo vendo, ni lo alquilo.

asenso.

(Del lat. assensus).

1. m. Acción y efecto de asentir.

dar ~.
1. loc. verb. dar crédito.


Feliz semana. Feliz verano.

CURIOSO SILENCIO

El pasado día veinticinco de julio me extirparon dos pólipos alojados en mi mal llamada cuerda vocal izquierda. Los pólipos no venían en mi equipamiento de serie y estaban disfrutando a lo grande, con todas las comodidades pues habían decidido sin consultar pasar ahí una buena temporada. De hecho, la afonía que las produjo me venía acompañando desde febrero, tras un día de catas en la hermosa ciudad de Logroño, y un resurgir del cantante que llevo dentro a las doce de la noche en el Café Moderno cantando "Fibra de pájaro". Después, cinco meses de esfuerzo por mi trabajo hicieron el resto.

Tras la operación, de la que no me enteré ni de cuándo me dormí, ni casi cuándo me desperté, he  mantenido un silencio absoluto durante dos semanas.

Mantener silencio absoluto no es tarea fácil, por lo menos en mi caso. Parece una tontería pero cambia todo el cotidiano fonador que uno practica. Y practico mucho más del que pensaba. No es mi primera experiencia de silencio; de adolescente, en mi época de cristiano convencido (a uno le ha dado tiempo a ser muchas cosas en la vida), practiqué varios retiros espirituales que me vinieron bien para forjar con firmeza mi camino hacia la no creencia. Pero aquello no tuvo nada que ver a pesar de haber durado, el más largo, cuarenta días. Con sus noches.

Esto era distinto. No hablar a pesar de mantener tu vida cotidiana, en pleno verano, con tu hijo y tu sobrina buscando situaciones peligrosas para disfrutar creciendo, con tu perra Lluna buscando no sé muy bien qué en las raíces de las plantas que acabas de plantar, con el seguro de coche por renovar queriendo cambiar de compañía, con el compromiso de permanencia con una operadora ladrona y querer cambiar a otra distinta en nombre pero no en ladronerío, con tu compañera de vida que llega del trabajo y tú quieres que te cuente y contar, como has hecho siempre, con personas que llaman a la puerta a pesar de vivir en un camino que no lleva a ningún otro lado que no sea la sierra y vuelta, con... Un cotidiano fonador que se hace más palpable, más consciente cuando tienes que observarlo desde una carencia: la del habla.

Nada negativo. Todo positivo. Bueno, quizá he estado un poco más irascible. Bastante más. Vamos, con una mala leche que me recorría hacia arriba y hacia abajo sin encontrar salida nada más que en el pensamiento que no ha parado. Menso mal que la gente que me quiere y está a mi lado, me quiere y está a mi lado y eso es una suerte de las grandes. Toda una experiencia esta del silencio impuesto por razones de salud. Hablar con tu pareja a través del chat de gmail, estando frente a frente sin poder musitar siquiera algo cariñoso, por ejemplo, hace volcar todas esas ganas en el rozar de la mano, en el beso de la mañana, en la mirada al terminar de comer. Explicar algo a tu hijo a través de una pizarra de esas de escribir y borrar, escribir y borrar, escribir y... bueno, en realidad da igual.

Es asombroso comprobar las reacciones de la gente. La mayoría, al indicarles con un gesto cortando mi cuello y darse cuenta de que no les hablas y lo llevas todo apuntadito en una libreta, comienzan a hablarte por señas. El gasolinero te dice sesenta euros vocalizando exageradamente y sin emitir sonido alguno. Estoy mudo y no sordo, piensas. La azafata del Circo del Sol, comienza a hablarte en inglés diciendo amablemente follow me, please. Vale, dices, yo te follow, pero espero que al recuperar la voz siga hablando castellano. El señor de la tienda de piscinas viene cargado con tres botes de cinco kilos de cloro cada uno y te dice levantándolos como puede: ¿cuál quieres? granulado, pastillas o de choque. Y así, podría relatar bastantes situaciones graciosas y sorprendentes. Eso sí, todas las personas han demostrado una generosidad y amabilidad que también me ha sorprendido y me ha reconfortado.

El silencio siempre nos acompaña, pero no lo notamos hasta que somos conscientes de él. Es como el respirar.

El silencio es un estado que me gusta. Me encanta. Y siempre he distinguido entre el silencio interior, el de uno, y el exterior, el del ambiente que nos rodea. No son el mismo, y además no tienen por qué coincidir.

El de uno se guarda por muchas razones, pero siempre implica un cambio, un aumento en nuestra percepción. Nos callamos para contemplar un paisaje impresionante, un mar cerúleo, un palpitar cercano o incluso propio, para tratar de escucharnos, de escuchar mejor al de enfrente, de comprender, de disfrutar, para tratar de grabar en la memoria el instante que estamos viviendo, o quizá para olvidarlo y recomponernos pronto. El silencio propio es, por lo menos en mi caso, para tomar consciencia de eso que ocurre mientras lo mantenemos.

El silencio ambiental, el del entorno, sobrecoge o relaja, depende si nos resulta conocido o extraño. Hay personas que el silencio absoluto que en ocasiones regala la noche, le invita a caminar hacia el pánico. A otras, sin embargo, les seduce hacia lo onírico. Pero es cierto que cuando el silencio ambiental nos envuelve, suele invitarnos a conectarlo con el nuestro y de ahí hacia nuestro yo más íntimo. Y aumenta el nivel de consciencia sobre uno mismo y sobre el entorno, o quizá no.

En la oralidad, en mi trabajo, en mi forma de contar las historias, el silencio toma un papel muy importante, estructural diría yo, de manera que es frecuente encontrar en mis cuentos silencios más importantes, más significativos, que las propias palabras. Pero de esto ya hablaré otro día.

Hoy ya puedo emitir palabras, ya puedo decir, eso sí, poco, lo imprescindible, para ir recuperando la normalidad paulatinamente. Mi voz es un poco más grave que la anterior y, sobre todo, no posee afonía. A Lluna, mi perra, cuando la llamo, viene contenta y eso es buena señal.

Pero... ¿Y tú? ¿qué piensas del silencio?

Salud con voz. Feliz verano fonador o silente. Tú eliges.


BDLE: Cosita Linda

En mi biblioteca, esta semana comentamos este lindo libro, y la semana que viene otro, y a la otra, otro, y...


escribe e ilustra Anthony Browne
traduce Teresa Mlawer
edita Fondo de Cultura Económica en el 2008
isbn: 978.968.16.8578.2

comentado por Félix Albo

Siempre que cae un libro de Anthony Browne en las manos de uno, se debe predisponer a la sorpresa. Siempre a la grata sorpresa. La predisposición es buena, prepararse a buscar, leer en las imágenes para ampliar todo aquello que nos suele exponer en sus exactos textos.

Cosita Linda es un libro editado en un formato mayor que el de costumbre. Una portada que nos muestra la cara de un enorme gorila, que de una manera tierna, mira hacia un gatito que para sobre su cabeza. Si al ver la portada, te ha transmitido una sensación de ternura, no nadas por mal camino. Las guardas y contraguardas, llenas de flores, esas que tanto le gustan a este genial ilustrador. Ese papel pintado que ha decorado las salitas de estar de nuestras tías mayores. Luego en la siguiente página blanca, el título con letras grandes, una rosa blanca, y en el centro de la rosa, a modo de centro de pétalos, la cara del gato que hay que buscar con detenimiento. 

Pasamos y sobre una página verde, los créditos, y en la siguiente blanca, de nuevo el título y una rosa roja invertida respecto a la anterior, aunque guarda camuflado en su centro, esta vez, al gorila.

Arranca la historia con un gorila inmenso, serio, sentado sobre un sofá floreado, casi tanto como el papel de la habitación. En el brazo del sofá una hambuguesa. En su mano derecha, el mando de un televisor al que mira con detenimiento aburrido. No estamos ante un gorila normal. Se ve y nos lo dice el texto. Es un gorila que sabe comunicarse por señas.

La editorial, en su reseña nos dice que el libro está basado en la historia de Kokó, un gorila al que enseñaron a comunicarse en una universidad y que... Además ahora en la tele bombardean con una película que me recordó mucho al libro, por lo menos al comienzo, claro.

Bueno, nuestro gorila tiene todo (lo que un humano puede desear) pero está triste. Una tristeza a doble página.
Yo quiero amigo, comunica el gorila con tres gestos, simples y explícitos. Y después de mucho pensar sus cuidadores, decide hacer llegar a nuestro gorila a una pequeña gata llamada Linda.

No te la  comas, es la consigna. Y desde luego que no lo hizo. A través de una serie de ilustraciones y poco, muy poco texto, somos partícipes de cómo se entrelaza una tremenda de relación de cariño y amistad entre ambos animales y también de cómo la ternura que rebosa desde el gorila nos va invadiendo.

Un día el gorila se enfada, se enfurece hacia una película, y lo manifiesta con un acto violento. Es más que impresionante observar cómo el autor e ilustrador carga de fuerza este aspecto. 

Los cuidadores llegan asustados y... bueno, ya sabéis, el final está en el libro.

Este es un libro que no merece la pena contar, como la mayoría. Este es un libro para vivirlo.

Un libro para mirar más que para leer. Un libro para observar, buscar en las sombras, en los reflejos, entre las flores, en los colores que invaden, que juegan, que se ausentan, en los homenajes que acostumbra a hacer el autor al arte clásico, en los gestos, en los rostros, en cada detalle.... Un libro para aprovechar su gran formato y deleitarse en sus páginas descubriendo el siempre amplio universo que Anthony enmarca en sus libros.

Una historia sencilla, cómica, tierna, directa que se hace inmensa e intensa gracias a la ilustración. Hay que agradecer esta excelente edición.

Una historia para disfrutar desde bien pequeñitos. ¿O no?

Feliz lectura. Feliz verano.

P.D.: La semana que viene leeremos un clásico: El secuestro de la bibliotecaria. Solo diré que es 
di ver ti dí si mo. Corre a buscarlo.

Perita: CERÚELO

Sí, quizá cerúleo no suene bonito del todo. Quizá uno se ponga a pensar rápidamente al escucharla, al leerla y se le vaya el entendimiento buscándola en el producto de los oídos, o el árbol de las "ceruelas" o quién sabe a un insulto desconocido. No me seas cerúleo.

Pero qué va. El ocho del ocho es pleno estío. Las cigarras cantan la canción del verano mecidas por un no viento que si sopla lo hace ardientemente. Las playas hierven gentes y entre el bullicio se escucha alguna risa joven que salpica algún juego en la orilla. 

Y qué mejor que el significado de cerúleo para celebrar esa monotonía estival de las calurosas siete de la mañana o insalvables cinco de la tarde.

Hoy, tierra, mar y aire, están pintados del mismo color.


cerúleo, a.

(Del lat. caerulĕus).

1. adj. Dicho del color azul: Propio del cielo despejado, o de la alta mar o de los grandes lagos.



Feliz semana. Feliz verano.


Esta semana en la Biblioteca de los Elefantes. Blog. Facebook.

escrito por Adela Turín
ilustrado por Nella Bosnia
traducido por Humpty Dumpty

editado por Lumen, en 2001 (edición consultada)

ISBN: 84-264-3801-6

comentado por Félix Albo

Siempre he pensado que el noviazgo entre dos tortugas es largo, sin prisa alguna, pero este no es el caso de Arturo y Clementina. Ellas, son dos jóvenes tortugas rubias que un bonito día de primavera se conocen al borde de un estanque y esa misma tarde deciden casarse.

Arturo y Clementina es un libro editado en España por primera vez, si no me equivoco, en 1976, dentro de una colección creada por la misma autora que se llamaba "A favor de las niñas" y en ella, se incluían historias donde la mujer tomaba una actitud poco usual no solo en la literatura, sino en la sociedad de aquella época. Por ello, Arturo y Clementina, ha sido una historia que ha abanderado la lucha por la igualdad de la mujer, y la reivindicación de sus derechos en muchas escuelas y eventos desde aquellos años hasta la actualidad.

Clementina es soñadora e inquieta y anda compartiendo sus sueños con Arturo: viajar, conocer otras tortugas, otros estanques, otros mundos... Arturo asiente sonriendo. Pero la monotonía se va apoderando de la pareja y va encasillando a cada uno de sus miembros (miembras que dijo la extinta ministra de igualdad) en unos roles específicos y nada distintos al resto. Y así, Arturo iba todos los días a pescar para que Clementina pudiera descansar, pero a ella le aburría la soledad. Cuando él llegaba con la cena, le preguntaba con cariño qué tal había pasado el día y ella le hablaba de su aburrimiento. A Arturo le descolocaba esta situación y le decía que buscara algo que hacer. Solo se aburren los tontos, le decía. Clementina entonces se sentía tonta y se avergonzaba de ello.

Un día a Clementina se le ocurrió que podía aprender música y tocar una flauta, pero Arturo la consideró incapaz y le regaló un gramófono. Le pidió que se lo atara al caparazón porque era muy despistada. Otro día Clementina pensó que le encantaría pintar flores, lunas... Arturo lo consideró otra bobada.

Clementina entonces decidió hablar menos para que su marido no pensara que estaba casado con una estúpida. Y Arturo lo que pensó que su mujer era aburrida porque no hablaba y cuando lo hacía no decía más que tonterías. Aún así se sintió un poco culpable y le regaló un cuadro de un amigo pintor.

A partir de aquí, Arturo, siempre con cariño, le regalaba objetos vinculados a las aspiraciones de Clementina. Un jarrón de Murano (pues le gustaba Venecia), enciclopedias, lámparas, figuritas... que ella iba colocando sobre su caparazón haciéndolo cada vez más y más pesado impidiéndole moverse, no ya con agilidad, sino moverse a secas. Hasta tal punto que Arturo le tenía que dar de comer y esto le hacía sentirse importante e imprescindible para la vida de su amada.

Los regalos no cesaron y Clementina iba colocando más y más pisos de objetos sobre su caparazón hasta que un día, después de haberse ido Arturo, ella se deslizo hacia atrás, fuera de su caparazón y fue "desconchada" a darse un baño maravilloso. Volvió antes de que Arturo regresara para que no supiera nada y poco a poco esta escapada se convirtió en una costumbre. Arturo notaba algo pues Clementina sonreía sin aparente razón. Pareces tonta, le decía, pero a Clementina dejaron de importarle ya las regañinas de Arturo y un día cuando regresó a casa se la encontró vacía.

Arturo no entendió nada pues a Clementina, según su parecer, no le faltaba de nada.

El cuento acaba diciendo que las tortugas viven muchos años así que si algún día vemos una sin caparazón que la llamemos por su nombre y que puede que sea ella o quizá otra que ha seguido sus pasos.

Las ilustraciones son cálidas y explícitas y podemos comprender el hilo de la historia si las visualizamos sin leer el texto. Perderíamos muchos matices aunque nos surgirían preguntas pues las emociones quedan muy bien reflejadas en los rostros de las tortugas.

Desvelar el final es algo que no me gusta hacer, pero en este caso lo encuentro necesario y dado que que la historia, casi con seguridad, la conoceréis, espero que no os haya importado.

No dudo yo que en el año que se publicó y en una década posterior, o quizá más, este libro fuera fundamental para el cambio social. Revelarse ante esa supremacía cultural del hombre era algo que se iba forjando poco a poco, como un goteo, que no tardó (en aquella época, en la historia lo hizo demasiado) en ser apoyado por las instituciones hasta hoy, donde aún queda mucho camino por caminar, pero ya desde prismas distintos.

Pero a mí hoy,  en la actualidad, me cuesta verlo como una reivindicación feminista, un acto de rebelión de la mujer ante un marido opresor o castrador de sueños. A mí Arturo no me parece una tortuga de lo más atractiva para la convivencia en pareja, pero tampoco es un ogro malo malísimo. Escucha a Clementina y da su opinión, que es más que discutible, pero es su opinión al fin y al cabo a la que Clementina no dice ni mú. De hecho Clementina no dice nunca: mira majo, que no quiero escuchar música ni mirar cuadros, que quiero tocar y pintar. En ningún momento le habla con claridad de sus insatisfacciones, de sus inquietudes como parte de la pareja... Incluso le oculta lo de sus baños desconchados en el estanque. Y llega un día y se marcha. Sin más. Sin explicaciones ni razones.

Ahí es donde veo que radica el cambio. Imagino que los roles de pareja de la época, daban más votos a la opinión del marido y ya dependía de una actitud individual el equilibrarlos o no y, en algunos casos, exigir igualdad por parte de la mujer era algo impensable. Pero dejad que insista en que hoy esto ha cambiado. Y que más en este libro, trabajar la idea de una mujer reivindicativa, yo hablaría más de la vida en pareja, de lo que se comparte, de la escucha, de la comprensión, del toma y daca, de las inquietudes compartidas y del respeto al espacio individual de cada uno, de lo material, de los roles que cada quien asume y dispone. Y de una de los grandes peligros de la pareja como es la monotonía.

El ambiente social y cultural, el caldo en el que se cuece hoy la vida en pareja, creo que es mucho mejor, más equilibrado, más amable y en todo ese camino por hacer, tiene mucho que ver la opción individual (como antes, pero ahora más pues ya son dos los agentes que pueden intervenir: el hombre y la mujer). El machismo y el feminismo paradójicamente encuentran defensores y detractores en ambos sexos y quizá, al margen de estas dos corrientes, ahora, hoy, debamos educar en igualdad.

Pero claro, esta es una opinión particular. El libro en sí, me parece una belleza.

¿Y tú? ¿Qué opinas?

Feliz lectura. Feliz semana.

P.D.: La semana que viene volvemos con Anthony Browne y su "Cosita Linda" editado en el Fondo de cultura de México.

Perita: CHIRIBITIL

Hoy es uno de agosto, y lunes. Parece que todo arranca, aunque el bullicio del verano ya hace tiempo que llegó a estos lares, y la marabunta de agosto llegó desde el viernes pasado. Pero hoy es uno, y lunes. Da la sensación de que hoy empieza, para muchos, el verano.

Y me vienen a la memoria aquellos veranos míos de lo más veraniegos, en un camping costeño en una ciudad valenciana con nombre de aperitivo, donde me ponía el bañador el primer día y raro era que me lo quitase hasta volver.

Y la distancia que me da el recuerdo, me permite contemplar cómo iban cambiando mis intereses cada verano, según, año a año, iba cambiando yo, sin notarlo en muchos casos, sin querer aceptarlo en otros más.

Me resulta curioso que en todos, todos aquellos veranos tratara siempre de buscar un lugar único, privado, íntimo que, apenas compartía con alguien: bien podía ser una cabaña mal hecha con cañas, el tubo de desagüe de un riachuelo que moría en la playa, los restos de una barca abandonada, el cobijo de un baladre o una construcción abandonada y destrozada pero aún con paredes y techos donde albergar sueños, juegos y amores.

Me encantaba el verano. Me sigue encantando esa ruptura con la cotidianidad, con los horarios, con las normas, con los plazos, con la estética, con las maneras, las clases (en bañador todos somos más iguales), los humos, lo establecido, las dietas, los pudores... Y me apasiona y sorprende descubrir que incluso en tiempos de actividad frenética, de nuevas experiencias, de retos, de socializaciones nuevas y reencuentros; incluso cuando la felicidad rebosaba por mis poros y mis sueños, buscaba ya desde niño un espacio privado para el reencuentro conmigo, un rincón de silencio, un escondrijo particular e íntimo para compartir solo con las pocas personas que caben en la intimidad de uno.

Un desván, donde guardar secretos inmateriales en los cajones de los arcones que llevamos dentro.

Disfrutad del verano porque en breve, las charangas y orquestas volverán a cantar aquello del dúo dinámico de El final, del verano, llegó y tú partirás... Y en ese tú partirás, siempre se va un trocito de uno mismo.


chiribitil.

(De chivitil).

1. m. Desván, rincón o escondrijo bajo y estrecho.

2. m. coloq. Pieza o cuarto muy pequeño.

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