Las calles de Bogotá la recorren de norte a sur. Las carreras de oriente a occidente. A pesar del nombre, las segundas no son más rápidas que las primeras.

De joven me contaron un chiste de un inglés en Alicante obsesionado con el protocolo para poder entablar una relación, desde luego, pasajera, con alguna moza autóctona. Y claro, siempre hay gente dispuesta a echarte una mano incluso en esos menesteres. A mí nunca se me ha ocurrido preguntar por esos métodos en mis viajes y, mira, que gente maja hay en todos los lares. Aquí en Bogotá también. A parte de los organizadores del evento Quiero cuento, existen y son, un grupo de gente voluntaria denominados "logísticos" que te llevan, te traen, te preguntan si necesitas algo y te contestan como pueden a las raras preguntas que uno hace cuando se encuentra en tierras donde la mayoría de las cosas le llaman la atención.

Sí, Colombia no es el país agresivo y violento que a uno le enseñan en los periódicos y telediarios de la tierra que habito. Los estereotipos son más injustos cuanto más extendidos están. En Bogotá la gente es amable, sonriente y cálida. Hablan de "su merced" cuando no hay confianza excesiva y de "mi parcero" cuando hay una amistad que da gusto proclamar. La gente gusta de sentarse a comer o probar una colombiana (no mal penséis, es un refresco anaranjado de color pero no de gusto). Una ciudad grande donde los trayectos de un lugar a otro se hacen largos, en taxis que van esquivando las vidas de los otros para no convertirlas en muerte. Y lo consiguen, aunque a uno se le estremezca el alma.

La moneda va de mil en mil, y cuando uno lleva 25000 pesos piensa que lleva todo un dineral y, aunque sólo sean 10 euros, para mucha de la gente que vive aquí, es todo un dineral. La sociedad está clasificada en estratos. Cuanto más arriba, más cosas y menos gente. En el estrato más bajo, por ejemplo, se vive con menos de 1 dólar al día y deambulan por las noches con sacos enormes llenos de papeles, latas, plásticos y miserias, el que alcanza a poseer alguna miseria. Por no tener no tienen ni miedo, hace tiempo que lo perdieron.

Según el estrato en el que vivas, que viene determinado por la zona donde tienes ubicada la vivienda, según me explican, tarifica tu aportación a los impuestos. En teoría, quien más tiene, más aporta.

Y así me paseo yo por las grandes avenidas de esta ciudad, con una cuarentena de miles de pesos en el bolsillo y disfrutando de los acentos y sonrisas de la gente que hormiguea en sus calles desde primeras horas de la mañana.

Amanece temprano y temprano la gente sale a la calle. Yo también. En mi primer paseo solo, al girar una esquina, me topo de frente con una señora que me mira y me dice: ¡Ay qué pena! a lo que yo le respondo que soy feo pero no para tanto como dar pena. Ella ríe y se va, sin dar explicaciones. Luego me explican que es una expresión de aquí que es como para pedir disculpas. Y me sigo acordando del chiste porque el protocolo que le explican al inglés es que cuando vea a una moza de buen ver le grite ¡la madre que te parió! (Anda que los consejitos... habrá que ver a quién le ha preguntado el inglés).

En los días que disfruto en Bogotá se prende fuego uno de sus cerros. A penas hay medios para sofocar el incendio. Mientras el festival se desarrolla bien.

La sesión inaugural es todo un lujo en un espacio idóneo. La sala está practicamente llena y los cuentos quedan flotando en el aire por los aplausos.

Contar en las universidades es otra experiencia única. El externado, la javeriana, la nacional... En uno de los espacios cae un sol de punta y la gente se va acercando despacico. Yo me quedo rojo. Pero no de vergüenza, sino del sol. Pero rojo rojo. Rojo hasta el punto de recordar el final del chiste donde el inglés, rojo también por el sol mediterráneo y confuso por el sol, la sangría y la cegazón del objetivo, ante una moza de buen ver grita ¡A ti te parío una madre! a lo que la chica, educada, le devuelve: ¡y a ti una gamba! Imbécil.
Y así me sentía yo, no como un imbécil, sino como una gamba.

Rojo disfruto de esta ciudad enorme, acompañado de gente a la que inevitablemente le coges cariño.

La despedida fue breve, pero intensa, disfrutando de un cóctel de marisco sabrosísimo.

Vuelo camino de Cali.

Desde hace varios meses, trato de leer con frecuencia varios blogs. Alguno a diario y otros semanalmente. Me ayuda esto a hacerme una idea de qué se cuece por las partes del mundo que me preocupan y me interesan y, también, me da ganas para mantener este blog así, día a día. El País o Público, como cualquier otro periódico, sólo me dan disgustos; es raro que en sus titulares encuentre alguna alegría, aunque a veces parece que lo intenta.

Los blogs son distintos. En ellos te vas dando un paseo por opiniones y noticias de todo tipo y aquí es más fácil encontrar motivos para sonreír, para pensar que queda mucho por hacer pero que hay un montón de gente ahí, con ganas.

Hoy quiero pararme en uno de ellos y darle las gracias, y, a parte de dejar un comentario (bueno dos que uno es torpe), pues también aquí. Se trata de una biblioteca. Una Biblioteca, con mayúscula, claro Biblioteca Marcel.li Domingo, en Tortosa.

En su último artículo, la directora Irene Prades Ginovart habla (muy bien) de por qué se hacen tantas actividades en el centro que dirige. Y explicándolo manifiesta toda una filosofía que comparto y apoyo y por ello divulgo.

Habla de que la biblioteca va más allá de la lectura, más allá de la difusión.
Habla de convertir las bibliotecas en salas de comunidad, convertirlas en punto de encuentro.
Habla de diversificar y ampliar sus funciones.

Y para ello se plantea así, con una naturalidad pasmosa, unos objetivos que creo debo reseñar y, torpemente pero con buena voluntad, traduzco al castellano.

- Crear una consciència col·lectiva del valor i importància de la biblioteca com a recurs informatiu, documental i cultural dins la comunitat on ens trobem.
- Crear una consciencia colectiva del valor e importancia de la biblioteca como recurso informativo, documental y cultural dentro de la comunidad en la que nos encontramos.
- Oferir als possibles usuaris la possibilitat de conèixer els serveis de la biblioteca i la idea que a la biblioteca no sols hi poden trobar llibres.
- Ofrecer a los posibles usuarios la posibilidad de conocer los servicios de la biblioteca y la idea de que en la biblioteca no sólo podemos encontrar libros.
- Reduir les desigualtats culturals i educatives de la població, facilitant a tothom l'accés als béns culturals.
- Reducir las igualdades culturales y educativas de la población, facilitando a todo el mundo el acceso a los bienes culturales.
- Racionalitzar al màxim els recursos bibliotecaris i demostrar la rendibilitat social de la biblioteca.
- Racionalizar al máximo los recursos bibliotecarios y demostrar la rentabilidad social de la biblioteca.


Que desde una biblioteca se hable de comunidad, racionalización de recursos, rentabilidad social, reducción de desigualdades en la población, accesibilidad a bienes culturales y creación de una consciencia colectiva me parece sorprendente y gratificante.

Con razón esta Biblioteca (insisto en la mayúscula) se ha convertido en un referente cultural de la ciudad. Y claro, sale ya de sus fronteras municipales y llega hasta donde queramos hacerlo llegar. Ojalá sea lejos.

Gracias a Irene y a su equipo.

BOGOTÁ, Colombia

Viajo hasta estas tierras para participar en tres festivales que se desarrollan en tres ciudades: Bogotá, donde me hallo, Cali y Neiva. Por este orden.

A Bogotá llegué el viernes. Desde entonces paseo por sus calles y leo. Me compré en Madrid, donde cené con Laura, María y Silvia (cooperantes en Santa Cruz de quien ya os bienhablé), un libro genial: Mil y un cuentos de una línea (Ed. thule, selección de Aloe Azid). En él hay cuentos impresionantes, que crean todo un universo con muy pocas palabras. Autores como Galeano, Max Aub, Monterroso, Jodorowski... Hay uno de Pablo Albo y otro, que se les ha colado, mío. Me lo leí en el avión, a ratitos, se me hizo un poco más corto el viaje.

Esta ciudad es brutal, muy grande, con amplias calles, y un parque enorme. De momento he paseado poco, y no sé si tendré mucho tiempo de hacerlo, pero me he encontrado con dos espectáculos de "cuenteros" en la calle. Es genial comprobar que hay espacios en la calle con un público estable que va a escuchar historias. En Colombia la palabra tiene mucha fuerza.

Yo, de momento no he contado más que en la W radio (de radio caracol) y tan a gusto, con Camila China, una mujer que embelesa durante cinco horas a un montón de oyentes de todo el mundo. En el enlace podéis escucharla vía internet. Su programa es de esos trasnochadores, pero claro, aquí en esta tierra. En España es de 6.00 a 11.00 Os invito a que la escuchéis un día. Allí estuvimos hablando de cuentos, de festivales, de libros y de la vida un poco. Un placer.

Por lo de más decir que la gente de quierocuento me está cuidando muy bien y me va enseñando la ciudad de a trocitos, para que no me atore.

Y así ando en esta tierra. El festival empieza el martes. En el enlace de quierocuento tenéis la programación, por si os queréis pasar.

Os dejo con una canción que descubrí gracias al "Quillo" de El duende, en Valencia, que me apasiona y me acompaña estos días. GENIAL.

Besos muchos y a cuidarse.

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