Contar en Monóvar es contar en casa, y eso siempre es una ventaja de las grandes. El público viene con ganas, y cada vez más. Cada vez más público; cada vez más ganas.

Ayer arroparon a PESPUNTES más de las doscientas personas que caben en la planta de abajo, y por eso abrieron la de arriba y subieron. Más de cuarenta. Vinieron de otras sesiones, y de los cursos, y del instituto y de Elda, Alicante, Petrer, Aspe y de...

Así que PESPUNTES salió, con ganas, con todas las ganas. Sigue en remodelación, ajustándose a mi voz y a los oídos que la escuchan. Ayer quedó bonita.

No es una sesión para morirse de risa, aunque la hay. Hay risas, a borbotones, a trompicones. Pero también hay silencios. Silencios en el texto, en mi voz, y en cada uno de los distintos adentros de quienes la escuchan.

Me va gustando el cuerpo que está cogiendo PESPUNTES. Me va encantando contarla, darle vida, baile, aire, viento... Darle rienda suelta para que corra a quienes la escuchan y allí se quede, mientras esas personas quieran escuchar lo que cada historia del espectáculo les susurra.

Dibujar, trazar, parir un personaje. Mostrar los caminos de creación, únicos, íntimos y libres. Compartir el trabajo de cocina, jugar con las ollas y las sartenes y mezclar sabores y colores, es todo un lujo. Sobre todo hacerlo ante un público que viene a lo que viene y por eso se deja disfrutar.

Ayer en Monóvar fue así. Grande.

Gracias.

1 comentarios:

    yo quiero PESPUNTEAR!!! a ver cuándo las canarias te abducen otro ratito...

     

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