VOLATINERO, VOLATINERA
(De volatín)
1.- m. y f. Persona que con habilidad y arte anda y voltea por el aire sobre una cuerda o alambre, y hace otros ejercicios semejantes.
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JAIME.- Félix Albo

Fue en agosto de 1940, a sus dieciocho meses. Arrancó a caminar sus primeros pasos de golpe, sobre el borde de un bordillo. Llegó sin temor a los brazos de su padre que le aguardaba con una sonrisa sonora y oculta bajo un enorme bigote de fortachón de circo.

¡Vas a llegar alto! -le dijo tomándolo en brazos. Y acertó.

Fue de los primeros en caminar a más de diez metros de altura sobre un alambre fijo. Diez con diez, para ser exactos. Sin red. Con ocho años. 
Abajo, el público mantenía un impresionante y denso silencio. Su madre mordía el labio y apretaba con fuerza la mano de su forzudo padre.

Creció sobre la arena de la pista, ensayando a metro y medio del suelo, a dos, a seis, a ocho. Haciendo cabriolas sobre cuerdas y alambres. Con pértiga, con sillas, con malabares, con monociclos, con aros de fuego...; y como más le gustaba, con los ojos cerrados y los brazos en cruz. Así se le fue la vida, manteniendo el equilibrio entre el más difícil todavía bajo la carpa y el hogar donde enseñaba artes y oficios a los siete hijos que tuvo con Yarinne, la mujer a la que amó sin miedo ni protección.

Por las noches, su mirada ronca leía libros, futuros, añoranzas o estrellas; y al vibrar se su voz, se iban acomodando los sueños de sus siete niños que pronto se hicieron hombres. Algunos saltaron al alambre. Otros saltaron de la carreta para quedarse en alguna universidad, algún amor, o algún oficio menos nómada.

¿Cómo ha sido? -pregunta el último de ellos, que llega desde Salamanca, abrazando y conteniendo el llanto.

Como tenía que ser -dice su madre con la voz vidriosa, tomando la mano fría de Jaime-. Me ha dado un beso, se ha puesto de pie, ha tomado aliento y ha comenzado a caminar con los ojos cerrados por el hilo de vida que le quedaba; sin titubear, hasta perderse en la noche con los brazos en cruz. Como tenía que ser, mi gran volatinero.

Le toca la boca con la punta de los dedos, y deja reposar su cabeza sobre el pecho que queda al aire en el traje de lentejuelas de plata. La noche, negra y silente, se vuelve más noche y la luna sola, a lo lejos, se apaga.

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Lo aprendí en la época en la que trabajé en centros geriátricos. Cada vida es digna de ser contada. Es digna de ser escuchada. 

No hay piedra, moneda, tierra, dios ni sueño, más valioso que una vida. Una sola vida. Cualquiera.

Y cualquier opinión o acción que no la respete, rompe el equilibrio. Y sin equilibrio caemos al vacío, como individuos, como familias, como sociedad, como especie.

Caminemos sobre el alambre. El reto, más que el propio equilibrio, es el simple caminar. Sintamos el viento que nos envuelve. Disfrutemos del riesgo a cada paso. Vivamos intensamente la vida, esa que no nos pertenece y sí, toda y nada. Valoremos, respetemos, mantengamos el equilibrio y vivamos a pecho descubierto.

Feliz semana.
Abrazos a capazos.

Félix Albo

P.D.: Si tienes alguna palabra extraña, confusa, perdida o querida que recoja la rae, y quieres que juegue a buscarle una historia, no lo dudes, escribe a peritas@felixalbo.com

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