Este año el otoño no entró el 21, como tiene costumbre, sino el 23 de este mes, pero no te preocupes que no tiene nada que ver con el cambio climático.

Dice la R.A.E., en la segunda, que el otoño es la época templada del año, que en el hemisferio boreal corresponde a los meses de septiembre, octubre y noviembre, y en el austral a la primavera del hemisferio boreal. Le falta poesía al diccionario. (No sé si copiar esta acepción estará penado por la SGAE, que claro, últimamente son unos penas)

Es gracioso que en un lugar del mundo comience el otoño y en el otro la primavera. Dos épocas donde el ánimo se ve desbocado (qué triste una primavera sin boca, con la que hablar, con la que besar, con la que poner una O de sorprendido ante cualquier detalle de la vida. Una primavera sin boca es como un otoño desaforado) e incontrolable.

El otoño tiene fama de triste, de decadente. Uno tiende a sentirse así. Y no sé por qué, pero parece que cuando uno se encuentra una cuesta abajo, parece que el cuerpo le pese menos, que pesar pesa igual, pero parece que no. Ante una cuesta abajo uno se suele alegrar, menos en las cuestas del ánimo.

Uno quisiera en esta época tender las tristezas, para airearlas, para ventilarlas, para que se sequen, pero claro, el otoño es un tiempo húmedo, por las lluvias y por las lágrimas, y lejos de secarse, las tristezas se humedecen más, y algunas incluso crecen como los enanos de los circos de la mala suerte.

Me encanta cocinar con cebolla cuando me siento triste (con mucha cebolla), así no tienes que dar explicaciones a nadie de por qué lloras. Pero claro, hay veces en las que ya quisieras tener a alguien a quien poder darle explicaciones de tu sal interior licuada. Y acabas comiéndote solo tus tagliattele con miel, soja texturizada, nueces y cebolla, mucha cebolla. Y si te has olvidado la sal pues te da igual, ya se la echas tú mientras vas comiendo.

Cuando un llora mientras come suele mirar por la ventana, como queriendo ir al otro lado. Da igual si estás dentro o fuera, lo importante es querer ir, mientras se enfría la comida pinchada en el tenedor que espera a media altura a que el pensamiento se vaya y así ella pueda llegar a la boca y de nuevo regresar a la vida.

El otoño también tiene sus cosas buenas. Las playas, por ejemplo se vacían de turistas y por las mañanas emergen menos latas de cocacola y botes de protector solar y bolas de papel de plata (que en verano parece navidad). Y da más gusto pasear por la orilla, dejando, si no hace mucho frío, que el mar te vaya lamiendo los pies desnudos y llenándotelos de arena. Y uno pasea, gozoso, en silencio, disfrutando de esa soledad. Sí, el otoño es tiempo de cebollas y también de soledades. Y de paseos largos escuchando esas canciones que animan a desanimarse. Y de casas de pueblo y de conversaciones al teléfono, y de mirar la luna y de parar y sentir cómo roza nuestra cara con el universo por el girar del mundo.

Soledad,
aquí están mis credenciales,
vengo llamando a tu puerta
desde hace un tiempo,
creo que pasaremos juntos temporales,
propongo que tu y yo nos vayamos conociendo.

Aquí estoy,
te traigo mis cicatrices,
palabras sobre papel pentagramado,
no te fijes mucho en lo que dicen,
me encontrarás
en cada cosa que he callado.

Ya pasó
ya he dejado que se empañe
la ilusión de que vivir es indoloro.
Que raro que seas tú
quien me acompañe, soledad,
a mi, que nunca supe bien
cómo estar solo.

J.Drexler


Feliz otoño. Feliz vida.

4 comentarios:

    On 25/9/07 11:30 Anónimo dijo...

    Curioso, yo también lo vi entrar el 23...
    Pero me resisto a dar crédito a esa fama que tiene el otoño de apagado y triste, de "soso", pobrecito (aunque a veces sea difícil).
    Reivindico su color:
    sus rojos, sus ocres,
    sus marrones vivos,
    sus amarillos verdosos y
    sus verdes amarillos.
    Reivindico su poesía
    y su alma de niño (o niña)
    que juega con las hojas perdidas
    entre el viento,
    su sonido, sus remolinos
    y mis ganas de pisar la hojarasca
    arremangada, descalza y sin abrigo.

    Lo reivindico!

     

    El otoño tiene cosas buenísimas.
    Al fin y al cabo es tiempo de preparación para el invierno, de limpieza. Los árboles se desprenden de las hojas, lsa serpientes cambian de piel, y algunas personas corren a los grandes almacenes a vestirse de animales por fuera también.

    El otoño otra estación más de esta vía, de esta vida.

     
    On 29/9/07 22:06 Anónimo dijo...

    El otoño es la estación en que la luz mengua, en la que el sol deja de calentar, en la que los días se hacen más largos (pero no tanto como en el invierno, noooo).
    Cualquier estación que viniese después del verano nos pondría tristes, creo yo, por esta manía que tenemos las personas de comparar.
    Pero a mi, como a ti, me encanta la playa en otoño, pasear tranquilamente, respirar, escuchar y ... disfrutar de estos días menos cálidos.

    Coge fuerzas para las cuesta'rriba y evita caminar por calles cuesta'bajo.

    Besines cálidos para los días fríos

     
    On 12/11/07 18:47 Anónimo dijo...

    El sofà, una manta, un libro, una taza de... chocolate caliente, té, café... ruidos... Un boli, un papel... una reflexión... un pensamiento... un suspiro... ideas...música... una sartén... Imaginación... Y además alguien que acompaña en soledad... la soledad...
    Tal vez el Otoño sea como uno de esos apagoncitos de 5 minutos que dan salud al planeta... éste, para darnos salud a cada cual...
    Besitos..itos

     

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