BOGOTÁ, Colombia. ¡A ti te parió una madre!
5 oct 2007
Las calles de Bogotá la recorren de norte a sur. Las carreras de oriente a occidente. A pesar del nombre, las segundas no son más rápidas que las primeras.
De joven me contaron un chiste de un inglés en Alicante obsesionado con el protocolo para poder entablar una relación, desde luego, pasajera, con alguna moza autóctona. Y claro, siempre hay gente dispuesta a echarte una mano incluso en esos menesteres. A mí nunca se me ha ocurrido preguntar por esos métodos en mis viajes y, mira, que gente maja hay en todos los lares. Aquí en Bogotá también. A parte de los organizadores del evento Quiero cuento, existen y son, un grupo de gente voluntaria denominados "logísticos" que te llevan, te traen, te preguntan si necesitas algo y te contestan como pueden a las raras preguntas que uno hace cuando se encuentra en tierras donde la mayoría de las cosas le llaman la atención.
Sí, Colombia no es el país agresivo y violento que a uno le enseñan en los periódicos y telediarios de la tierra que habito. Los estereotipos son más injustos cuanto más extendidos están. En Bogotá la gente es amable, sonriente y cálida. Hablan de "su merced" cuando no hay confianza excesiva y de "mi parcero" cuando hay una amistad que da gusto proclamar. La gente gusta de sentarse a comer o probar una colombiana (no mal penséis, es un refresco anaranjado de color pero no de gusto). Una ciudad grande donde los trayectos de un lugar a otro se hacen largos, en taxis que van esquivando las vidas de los otros para no convertirlas en muerte. Y lo consiguen, aunque a uno se le estremezca el alma.
La moneda va de mil en mil, y cuando uno lleva 25000 pesos piensa que lleva todo un dineral y, aunque sólo sean 10 euros, para mucha de la gente que vive aquí, es todo un dineral. La sociedad está clasificada en estratos. Cuanto más arriba, más cosas y menos gente. En el estrato más bajo, por ejemplo, se vive con menos de 1 dólar al día y deambulan por las noches con sacos enormes llenos de papeles, latas, plásticos y miserias, el que alcanza a poseer alguna miseria. Por no tener no tienen ni miedo, hace tiempo que lo perdieron.
Según el estrato en el que vivas, que viene determinado por la zona donde tienes ubicada la vivienda, según me explican, tarifica tu aportación a los impuestos. En teoría, quien más tiene, más aporta.
Y así me paseo yo por las grandes avenidas de esta ciudad, con una cuarentena de miles de pesos en el bolsillo y disfrutando de los acentos y sonrisas de la gente que hormiguea en sus calles desde primeras horas de la mañana.
Amanece temprano y temprano la gente sale a la calle. Yo también. En mi primer paseo solo, al girar una esquina, me topo de frente con una señora que me mira y me dice: ¡Ay qué pena! a lo que yo le respondo que soy feo pero no para tanto como dar pena. Ella ríe y se va, sin dar explicaciones. Luego me explican que es una expresión de aquí que es como para pedir disculpas. Y me sigo acordando del chiste porque el protocolo que le explican al inglés es que cuando vea a una moza de buen ver le grite ¡la madre que te parió! (Anda que los consejitos... habrá que ver a quién le ha preguntado el inglés).
En los días que disfruto en Bogotá se prende fuego uno de sus cerros. A penas hay medios para sofocar el incendio. Mientras el festival se desarrolla bien.
La sesión inaugural es todo un lujo en un espacio idóneo. La sala está practicamente llena y los cuentos quedan flotando en el aire por los aplausos.
Contar en las universidades es otra experiencia única. El externado, la javeriana, la nacional... En uno de los espacios cae un sol de punta y la gente se va acercando despacico. Yo me quedo rojo. Pero no de vergüenza, sino del sol. Pero rojo rojo. Rojo hasta el punto de recordar el final del chiste donde el inglés, rojo también por el sol mediterráneo y confuso por el sol, la sangría y la cegazón del objetivo, ante una moza de buen ver grita ¡A ti te parío una madre! a lo que la chica, educada, le devuelve: ¡y a ti una gamba! Imbécil.
Y así me sentía yo, no como un imbécil, sino como una gamba.
Rojo disfruto de esta ciudad enorme, acompañado de gente a la que inevitablemente le coges cariño.
La despedida fue breve, pero intensa, disfrutando de un cóctel de marisco sabrosísimo.
Vuelo camino de Cali.
Sí, Colombia no es el país agresivo y violento que a uno le enseñan en los periódicos y telediarios de la tierra que habito. Los estereotipos son más injustos cuanto más extendidos están. En Bogotá la gente es amable, sonriente y cálida. Hablan de "su merced" cuando no hay confianza excesiva y de "mi parcero" cuando hay una amistad que da gusto proclamar. La gente gusta de sentarse a comer o probar una colombiana (no mal penséis, es un refresco anaranjado de color pero no de gusto). Una ciudad grande donde los trayectos de un lugar a otro se hacen largos, en taxis que van esquivando las vidas de los otros para no convertirlas en muerte. Y lo consiguen, aunque a uno se le estremezca el alma.
La moneda va de mil en mil, y cuando uno lleva 25000 pesos piensa que lleva todo un dineral y, aunque sólo sean 10 euros, para mucha de la gente que vive aquí, es todo un dineral. La sociedad está clasificada en estratos. Cuanto más arriba, más cosas y menos gente. En el estrato más bajo, por ejemplo, se vive con menos de 1 dólar al día y deambulan por las noches con sacos enormes llenos de papeles, latas, plásticos y miserias, el que alcanza a poseer alguna miseria. Por no tener no tienen ni miedo, hace tiempo que lo perdieron.
Según el estrato en el que vivas, que viene determinado por la zona donde tienes ubicada la vivienda, según me explican, tarifica tu aportación a los impuestos. En teoría, quien más tiene, más aporta.
Y así me paseo yo por las grandes avenidas de esta ciudad, con una cuarentena de miles de pesos en el bolsillo y disfrutando de los acentos y sonrisas de la gente que hormiguea en sus calles desde primeras horas de la mañana.
Amanece temprano y temprano la gente sale a la calle. Yo también. En mi primer paseo solo, al girar una esquina, me topo de frente con una señora que me mira y me dice: ¡Ay qué pena! a lo que yo le respondo que soy feo pero no para tanto como dar pena. Ella ríe y se va, sin dar explicaciones. Luego me explican que es una expresión de aquí que es como para pedir disculpas. Y me sigo acordando del chiste porque el protocolo que le explican al inglés es que cuando vea a una moza de buen ver le grite ¡la madre que te parió! (Anda que los consejitos... habrá que ver a quién le ha preguntado el inglés).
En los días que disfruto en Bogotá se prende fuego uno de sus cerros. A penas hay medios para sofocar el incendio. Mientras el festival se desarrolla bien.
La sesión inaugural es todo un lujo en un espacio idóneo. La sala está practicamente llena y los cuentos quedan flotando en el aire por los aplausos.
Contar en las universidades es otra experiencia única. El externado, la javeriana, la nacional... En uno de los espacios cae un sol de punta y la gente se va acercando despacico. Yo me quedo rojo. Pero no de vergüenza, sino del sol. Pero rojo rojo. Rojo hasta el punto de recordar el final del chiste donde el inglés, rojo también por el sol mediterráneo y confuso por el sol, la sangría y la cegazón del objetivo, ante una moza de buen ver grita ¡A ti te parío una madre! a lo que la chica, educada, le devuelve: ¡y a ti una gamba! Imbécil.
Y así me sentía yo, no como un imbécil, sino como una gamba.
Rojo disfruto de esta ciudad enorme, acompañado de gente a la que inevitablemente le coges cariño.
La despedida fue breve, pero intensa, disfrutando de un cóctel de marisco sabrosísimo.
Vuelo camino de Cali.
¿Cómo vas a dar pena tu? Guapo mas que guapo,aunque estes como una gamba.
Da gusto seguirte la pista.
Un abrazo fuerte.
ahhh y hay nuevo video de Facto de la fé,ya te lo pasaré.
Hola Señor Albo.
Le escribe Jhon Alberto Ardila Viviescas de Colombia - Bucaramanga. No se si le conte pero me llamo Jhon porque para la epoca en la que fui concebido - a!, creo que si lo recuerdo(que le conte de mi nombre). Bueno le escribia porque me pase por su espacio para verlo y se me ha hecho muy bonito.
Le escribiré a su mail. Hasta entonces. Que este muy bien.
"De joven me contaron un chiste de un inglés..."
¿Acaso ya no te consideras joven? Eso no, eh! :P
Alegra mucho leerte, conocer lugares a tu manera y saber de ti. Y alegra, también, saber que ya está ahí noviembre :)
Un beso.
Que rico leerte, y viajar contigo, si porque al leerte viajo junto a ti.
Porfa dejame tu numero de movil en mi correo.
Un beso
hola felix.
tengo una queja, no le escribiste a cali, y no sólo poque sea cali, sino porque ahi vivimos muchos, y si no aparecemos en tu blog, no existimos para quien te lee. espero te acuerdes de mi, cristian fraga, el sureño que practica el tai chi, felix un abrazo, mejor tres para que te alcancen.
Cristian fraga