Continúo en el festival. Hasta el día 2 que regreso. El sábado pasado pude disfrutar de dos sesiones tan distintas como intensas. El domingo, una más, también distinta. Escuchar el trabajo de los compañeros y compañeras de profesión te hace crecer en la medida en la que uno reflexiona. Imagino que pasa con todas las profesiones, y con la vida en general. Hace falta reflexión, a esta profesión y a la vida, en general.
El primero en subir a escena fue Pep, Pep Bruno. Amigo de esos pocos que sientes de toda la vida. Esta profesión te da oportunidad de conocer a personas especiales, en el sentido genial de la palabra. Pep es una de ellas. Su manera de conectar con el público y fomentar la democracia es única. Su forma de mirar los cuentos y la vida, por suerte, también. Esa noche nos la salpicó de historias tradicionales, de siglos atrás, en las que descubrimos que las relaciones de pareja no han cambiado tanto, ni tampoco el gusto por disfrutar de la vida. Historias de dioses, de vino, de cuervos negros y faldas al aire, de más vino, de comunicaciones en paralelo que nunca llegan a tocarse por ningún punto. Seductor, irónico y provocador, conseguía provocar risas espontáneas producidas por las palabras que van goteando dentro de uno y le van evocando situaciones cotidianas de la vida en particular, o la vida en general. Un goce que duró algo más de una hora, más o menos, que yo no llevo reloj y la emoción, sabéis que mide mal el tiempo. 
La segunda en deleitar fue Michelle Nguyen. Mujer belga que acompaña con un dulce movimiento la palabra de todo lo que cuenta. La primera vez que la escuché, en Guadalajara, hace ya... mucho en el calendario pero no demasiado en el recuerdo, me impresionó la manera de manejar los silencios. Una habilidad que admiro también en Yoshi Hioki y Nicolás Buenaventura. Una voz tenue, que uno disfruta sin esfuerzo, y que va envolviendo al público por dentro.
En esta ocasión, nos llevó de la mano, con un ritmo tan pausado como merecía, a vivir todo un embarazo, desde el momento en el que llega la noticia hasta el parto. En el pecho colectivo del público se iba cargando la emoción que salía en forma de sonrisas descompasadas y respiraciones profundas.  Una sesión susurrada por la voz delicada y serena de esta mujer de sonrisa abierta. Y con esa sonrisa, hermosa, y no otra, fuimos saliendo de la sala, dejando una estela dulce tras nosotros.

El domingo le tocó el turno a Antonio López, narrador canario, con cara de pillo y ojos vivarachos. Nos insinuó la ternura de su abuela contándole una historia de tradición oral, ensalzando la relación intergeneracional y una historia atemporal. Rozagante(2-3), desde el escenario, Antonio siempre inunda de frescura la platea. La segunda historia, con su primer amor, la prologó con una infancia pilla que las hormonas transformaron con normalidad en gamberra, para después enternecernos con una relación hombre/familia/pájaro, con la historia de Pipo, un mirlo con trauma de amputación y adicto a las drogas por salvar a su polluelo. Reímos, por dentro y por fuera.
Un goce. El sábado, compartiré escenario con Christian Atanasiu y el domingo vendrá Mayra, una cubana que en un periódico de Tenerife han ilustrado con una foto de Pep . 

2 comentarios:

    La magia de la palabra contada nos conduce al encuentro, un placer haber compartido calle, miradas, palabras comida con todos y todas. Encantada de los diversos estilos que soplaron las velas del barco de mis sueños con muchas olas de realidades.

    K no paren los mojitos.

    Un beso Felix.

    Miriam

     

    Por cierto, Pep como Mayra esta bien bello. Jejejeje.

     

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