A esta ciudad mediterránea hacía cuatro años que había venido por primera vez. En este mes, en dos semanas seguidas han coincidido dos sesiones, en lugares distintos.

La primera fue el jueves dieciocho, en la Casa de la Cultura. Llegué justo de tiempo porque llovía. Llovía a mares y hacía mucho viento. Pero llegué, y fui de los pocos. La verdad es que hacía noche como para no salir. Llovía con ganas de no parar. Y no paró, claro. Y llegamos pocos. Quizá quince. Pero los pocos que vinieron vinieron con muchas ganas. Así que nos pusimos en faena y las historias fueron a su ritmo, sin perder nada de tiempo y allá quedaron las Yayerías.

La segunda fue el jueves siguiente, veinticinco. Esta vez en el Pub Dúplex, un lugar donde al parecer dan de cenar muy bien. La siguiente vez no me lo pierdo. Es un lugar agradable y recogido. 

Hay dos cosas en común en los públicos de los dos días. Una es el número. En este caso éramos treinta y uno y el dueño me insistía en que éramos muy pocos, que el local se llenaba para escuchar. Y volveré para disfrutar de ese lujo.

La otra son las ganas. En el dúplex la gente tenía ganas de escuchar también y eso facilita mucho el trabajo. Mucho. 

En el descanso, una moza quiso dedicar una canción a una mesa y, por extensión, a las personas allí presentes... Y se marcó una especie de blues, a capella, que nos dejó pasmados.

Un lujo el Dúplex, un lujo la Casa de la Cultura... yo creo que el lujo es Jávea. Nos vemos pronto.

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