Sí, habéis leído bien: La despernada.
Cuenta la leyenda que en una cacería de la realeza, una infanta cayóse del caballo y rompióse una pierna. Y claro, empezaron a construír, pues buena es esta gente de dinero. Y que si un sombraje para la chica, un sombraje para el caballo, una salita apra las curas, una casa para el médico y un colegio para su hijo y los de un primo de la infanta que vienen a pasar el buen tiempo. Y ole. Pueblo (en aquella época, claro).
El caso es que ayer fui a contar a una urbanización de éste municipio: Villafranca del Castillo.
Veinticinco, entre personas y personillas, éstas últimas ataviadas con trajes de judo o uniformes de corbata. Lo pasamos bien y nos quedamos con ganas de contar "Un hombre de mar"
Y hoy hice doblete. A las seis, en una sala acristalada y aislada del resto de la biblioteca, un buen grupo de madres (sobre todo) y algún padre y abuelos con chiquillos y chiquillas la mar de pequeñines. Hubo quien con el mordisco de un cocodrilo despistado, se puso a llorar. Hubo quien los ojos se abrían tanto como farolas. Hubo quien casi se mea, pero eso fue entre las madres.
Y dos horitas después para adultos, en la cafetería. Otras veinticinco personas se dejaron llevar por las historias de Nudo. Cuento va, cuento viene, se nos pasaron unos ochenta minutillos dale que dale. A gusto, nos despedimos.
La noche fría madrileña, esperaba fuera con un cielo nítido que dejaba ver un Orión recostado y con sueño, como yo.
El caso es que ayer fui a contar a una urbanización de éste municipio: Villafranca del Castillo.
Veinticinco, entre personas y personillas, éstas últimas ataviadas con trajes de judo o uniformes de corbata. Lo pasamos bien y nos quedamos con ganas de contar "Un hombre de mar"
Y hoy hice doblete. A las seis, en una sala acristalada y aislada del resto de la biblioteca, un buen grupo de madres (sobre todo) y algún padre y abuelos con chiquillos y chiquillas la mar de pequeñines. Hubo quien con el mordisco de un cocodrilo despistado, se puso a llorar. Hubo quien los ojos se abrían tanto como farolas. Hubo quien casi se mea, pero eso fue entre las madres.
Y dos horitas después para adultos, en la cafetería. Otras veinticinco personas se dejaron llevar por las historias de Nudo. Cuento va, cuento viene, se nos pasaron unos ochenta minutillos dale que dale. A gusto, nos despedimos.
La noche fría madrileña, esperaba fuera con un cielo nítido que dejaba ver un Orión recostado y con sueño, como yo.
Sesiones tercera, cuarta y quinta
Kilómetros de ésta 495. Con los de antes 1393 km.