SUCRE, color sepia

Sucre es la capital de Bolivia. Aquí celebran el III Encuentro intercultural de Arte y Patrimonio. Esta ciudad fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1991 por la UNESCO y, lo merece. Es, como ya decía hace un año, una ciudad calma.

Este año no me alojan en el Parador, sino en el hotel Plaza. Sin queja, claro. En la foto, mi habitación, la puerta cerrada.

El vuelo tranquilo, en un avión que me resulta más cómodo que el que me trajo desde Madrid, surca por el aire este país tan montañoso como llano, con grandes venas y poca sangre.

Este es el tercer año que se celebra el encuentro y en él derrochan fuerzas y ganas las tres entidades organizadoras: Alianza Francesa, Instituto Cultural Boliviano - Alemán y la Fundación Cultural de "Mutual La Plata". Cristophe, Delphin, Gerd y Eduardo, con habilidad y amabilidad, cuidan el desarrollo de este encuentro tanto como a quienes participamos en él. Volcarse en la diversidad cultural de esta tierra, estando las cosas como están es todo un reto, bajo mi punto de vista lógico y a la vez loable.

Asisto a una conferencia donde se habla de las ventajas de ser multicultural y las diferencias con ser intercultural. Las palabras de Gabriel Chávez me llevan a reflexionar durante toda la cena en la situación actual en España. ¿Se habrán puesto a pensar nuestros políticos en esos matices?

Después de la cena un deleite para mis oídos y alma poder disfrutar de una ópera en Guaraní : San Francisco Javier. Una obra que en la Catedral Metropolitana, trepa por las columnas hasta el alto techo para caer suavemente sobre el numeroso público que la disfrutábamos. Ya sabéis las personas asiduas al blog que me encanta que los espacios religiosos y militares se "okupen" con actividades culturales, incluso, como en este caso, siendo de corte religioso. La ópera, que hizo la noche más dulce, me recordó a Diana Varela. Un beso desde aquí abajo.

El encuentro finalizó ayer. Yo conté por la mañana, en la Alianza Francesa. Allí Delphine Navarret, su actual directora, se volcó en que no me faltara de nada y se asombró, junto a mí y todos los que allí estábamos del número de niños y niñas que llegaban a la convocatoria. Hicimos dos sesiones con más de 150 oyentes. El año pasado funcionó; éste es el resultado. Ya estuvimos elucubrando (en su 3ª acepción) cómo organizarlo para el año que viene. Ojalá vuelva.

Entre el público caras conocidas, del año pasado, claro. Entre ellas una en quien ya hacía rato pensaba: Neus. Más tarde postearé sobre ella, Jaime y su trabajo.

En la tarde había una mesa redonda sobre multiculturalidad, pero el silencio de esta habitación es acogedor e invita al recogimiento, que después de un rato de lectura, se transformó en sueño y me desperté justo para cenar ligero y asistir a la clausura del Encuentro.

Había tenido ocasión, al medio día, de compartir la comida con el director y los componentes de Dance Studio Jazz, un estudio de Danza cochabambino guiado por la buena mano de Walter Albarracín.

El arte, la sociedad, las tensiones sociales y el poco apoyo a la cultura por parte de los gobiernos fueron algunos de los muchos temas que tocamos mientras comíamos. También la preocupación por dos de sus compañeros que no habían podido acceder a Sucre pues los accesos se hayan cortados por los campesinos.

La conversación fue realmente interesante pero en ningún momento pude imaginar el grato "a.s.o.m.b.r.o" que provocó en mí y en el resto del muy numeroso público la puesta en escena del trabajo de estos bailarines profesionales. Una cuidada selección de piezas que anima a la gente poco iniciada a seguir acudiendo a espectáculos de danza, una delicada y estética puesta en escena, unos vestuarios que ubicaban y reforzaban a cada una de las piezas y un trabajo físico, elástico y rítmico totalmente coordinado y preparado para ser disfrutado desde el patio de butacas. El público respondió como merecía. Se fue calentando poco a poco y tras cada pieza, los aplausos se fueron acompañando de silbidos y aclamaciones hasta acabar en pie para felicitar al "equipo" artístico dirigido por uno de los maestros y coreógrafos más destacados de Bolivia. La tristeza, la nostalgia, el desamor, la unión familiar y social, la soledad, la compañía, la alegría de estar juntos, la fiesta... fueron las sensaciones que iban llegando a mi butaca a través de los pasos y la plasticidad de los bailarines y bailarinas.

Un cierre, sin duda, que ayudará a diseñar el IV encuentro. Dejo un enlace a un vídeo que he encontrado en Youtube, pero que para nada muestra la intensidad que estos chicos y chicas desprenden con su trabajo.

2 comentarios:

    On 27/8/08 21:56 Anónimo dijo...

    Félix, como estás, soy Leonardo Albarracín, el hijo de Walter. Solo quería agradecerte primero que nada por el lazo de amistad tendido con tanta disposición de tu parte, también por la mención que realizaste sobre nuestro elenco en el blog y más todavía por los cuentos que compartiste con nosotros, hacía tiempo que no me quedaba tan emocionado y con un nudo tan grande en la garganta, sigo enamorandome de la historia de los avioncitos de papel, emociandome con la de la niña y el gradon rojo, y sigo riendome de la caperucita y el lobo. De nuevo mil gracias por la amistad, el compartir con nosotros y personalmente por inspirarme y emocionarme.

    Gracias.

    Leonardo Albarracín

     

    Gracias a ti, Leonardo. Me sorprendió mucho vuestro trabajo y, como hablé con tu padre, también me emocionó. Espero que ya estéis de regreso en vuestras casas sin más perjuicios.

     

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