F E L I Z


Hoy es uno de esos días que a uno le provocan felicidad.

Hoy, hace cuatro años nació mi niño Pau. 
Un día de esos que, cada año que pasa, uno se da cuenta de que es mas importante porque más importancia toma cada día que falta por pasar, sin llegar a discernir con absoluta claridad qué es más importante si el tiempo vivido o el por vivir. Y tan grato es  mirar hacia delante como mirar hacia detrás. Recordar y soñar.
Pau enseña, sin querer, que lo importante es precisamente eso: mirar.

Tratar de mirar la vida y el mundo con ojos de niño es recobrar un poquito la cordura. Y sí, creo que desde que nació la voy recobrando poco a poco y poco a poco se va ampliando la mirada y se centra y hace zoom para acercarse donde debe, con función macro para no emborronar la imagen y se aleja para captar los paisajes a lo grande, como merece la vida, y sin perder los detalles.
Y recobrando la cordura uno recobra sus riendas, y su sonrisa, por dentro y por fuera.

Pero ¡ah!, todo eso no lo hace uno solo. Todo eso, por suerte, no lo hace uno solo. 
Tengo otra suerte, ni mayor ni mejor, sino otra más, otra distinta y no, que apaga miedos; que luce en la noche; que reconforta en el día; que sujeta escaleras para que uno no caiga, o pierda, por lo menos, el temor a caer; o cuando están muy altas las cuerdas, sube ella. Ella, que es Ángeles, quien también me hace y provoca sonreír para compartir mucho más allá de la boca. Mucho más allá que la risa. 
Espuma en la orilla, quietud en el agua, aroma en la flor, ojo dibujado en el ala izquierda de la mariposa. Y claro, y por suerte, dibujado también en la derecha.
Si a alguien le debo la fuerza con la que agarro mis riendas, es a ella. Y a ella le dedico esta noche en la que, feliz, el viento sopla pero no puede ni podrá arrancar las estrellas.
Feliz cumpleaños mi niño. Feliz cumpleaños mi niña.

. . .