En estos días es imposible ver la tele sin ver la tragedia palestina.


Papi ¿eso de ese niño es jangre? pregunta mi niño a punto de cumplir cuatro años.
¿están muertos? 
Mami ¿por qué hay guerras? ¿me lo explicas?

Y entonces me doy cuenta de que hacía mucho tiempo que yo no me hacía esa pregunta. ¿Por qué hay guerras? Me doy cuenta de que mi rodar por el mundo me ha convertido en un ser estúpido al normalizar esa situación, como casi obvio el ladrido de un perro a lo lejos, o un avión que surca el cielo azul, o la alegría de encontrarme ante un plato de natillas. Menos mal que está el ahí para sacarme de esa rutinaria sordera mental.
¿Por qué hay guerras? ¿Por qué esta guerra que mata aletargadamente toma este ritmo violento de repente? Busco en la red y me encuentro de todo. Hay no pocas páginas que apoyan a Israel y defienden como errores operativos del ejército israelí la matanza de civiles palestinos. Con los ojos grandes trato de comprender, pero no hay comprensión posible. Es una matanza. Ya mueren más civiles que milicianos. Así que ya está bien.

Si esta guerra es por las elecciones democráticas, vaya una democracia.
Si Israel es el pueblo elegido de un dios, vaya un dios.
Si este es el mundo que estamos construyendo, vaya un mundo.

Enlazando enlazando llego a una página donde un padre tiene problemas para que en la tarta de cumpleaños de su hijo escriban el nombre del niño. A su hijo de tres años le puso como nombre Adolf Hitler Campbell, por ser original ya que sabía, dice , que nadie en el mundo se iba a volver a llamar así. 
Si eso es ser original, vaya una mierda la originalidad. El mío se llama Pau, que a parte de Pablo significa Paz, y ojalá se llamaran así miles de niños y niñas, a ver si de tanto oírlo se nos quitaba esta sordera absurda y crónica en la que vivimos.


Que pare ya la barbarie .


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