Centro peninsular

El martes 6 tomé carretera y manta y me marché al centro peninsular. Fue un viaje en apariencia tranquilo pero no. Ya la hora de salida se retrasó porque no tenía llaves del coche, pero eso sería largo de explicar y daría pautas para establecer una imagen de mí como un ser despistado y aturdido. 

El caso es que mi primera parada era Las Matas. Allí, mis dos bibliotecarias preferidas, Alicia y Carmen, se han liado la mata de pelo a la cabeza (que por otro lado es donde mejor queda) y se han montado una exposición con los carteles de los y tantos años haciendo campaña de animación lectora. De buena tinta, se llama y merece la pena.

Una exposición bien hecha. Le están cogiendo el gusto. Con calma, pude pasearme por los carteles, reconociendo los últimos, observando los primeros. Uno, se puede hacer una idea de lo que significa recordar las campañas anuales de animación lectora desde el año 89. 

En el 89 tenía yo menos de la mitad de años que tengo ahora. Una barbaridad vaya. Pero paseando tranquilamente por la exposición se  puede apreciar cómo ha ido cambiando el trabajo de ilustración. Cómo los conceptos, los enfoques, las técnicas, han ido variando. Hoy en día, a mi parecer, el trabajo de ilustración es más dinámico, más conversador con quien lo observa, más incitador a mirar.

De todos, mi preferido cuelga en la pared de mi estudio. No el de la exposición. Uno que me traje ese año... el de Pablo Amargo... Un lujo. Es el primero de la foto, el del cocodrilo. Un formato y juegos distintos... es Pablo Amargo.

Conocer un poco a Carmen y Alicia y recorrer la exposición es intentar hacerse una idea del trabajo y empeño que hay detrás de cada cartel, cada año, con cambios, apuestas, esfuerzos, ideas... Es lo que tiene ser profesional y creer, no solo en su trabajo, sino en la necesidad de que se haga bien. A veces, en lo público, se menos precian este tipo de cosas. Al ser gratis... Pero si nos paráramos a valorar...

Por la exposición fue pasando prácticamente el personal de las tres bibliotecas que posee el municipio de Las Rozas, implicados e implicadas también en las actividades y campañas de las biblios, claro, aunque a veces no ocurre; pero en otros sitios. Aquí siempre.

También su concejala, claro, con la que planeamos algo grande para el año que viene. Y ahí eché la tarde hasta bien entrada la noche: mirando, riendo, recordando, escuchando, comiendo sandwich, no había de salami con queso, pero..., cerveceando y disfrutando del móvil, que te hace sentir cerca de las personas que tienes lejos.

A la mañana siguiente marché a Meco, a una imprenta. Una imprenta de libros, que no sé yo si se llama igual que la imprenta que tenía en uno de los barrios que viví que lo mismo hacía tarjetas de visita que recuerdos de comunión. 

Voy a Meco a ver cómo sale mi álbum Si un día juntáramos todas las camas del mundo. Ya está imprimido. La ilustradora es Marta Lanzón, sevillana y alegre.

Y lo veo salir. Es un lujo. Además, Julián, el imprentador ¿? tiene la santa paciencia y el don de explicar paso a paso cómo funciona de manera que casi lo llego a entender. Es alucinante. 

Y mientras los pliegos van saliendo, vamos preguntando y mirando. Los primeros que salen se miran cuidadosamente, con lupa, para ver que los colores estén bien colocados porque resulta que hay cuatro planchas donde cada una imprime un color. Negro, azul, verde y rojo. Para que la combinación quede bien, la superposición ha de ser perfecta. Al pasar la lupa por el álbum... sorpresa... la impresión es a puntitos. Puntitos diminutos cada uno con un grosor que es precisamente lo que le da la nitidez a la imagen. Una vez los colores están perfectamente superpuestos, viene la observación de los tonos, más claro, más oscuro, pon más rojo, baja el azul... Y así se va ajustando hasta dar con la más parecida al original. Una pasada. 

Y ale, a sacar las páginas del libro. Ahora lo andan encuadernando y el martes sale a distribución de las librerías. El martes que andaré en Las Rozas contando a secundaria, no podré evitar acercarme a coger uno y mirarlo. 
Estoy contento con el libro. Mucho. Creo que la historia es fácil de leer, de entender y puede dar lugar a trabajar, a conversar, a pensar sobre muchos aspectos de nuestro loco cotidiano, con tanto ruido. Pero es que encima tiene un trabajo de ilustración genial, donde las texturas, los fondos, los colores, se combinan de manera que intervienen el en texto y me gusta. Pero ya hablaré del libro la semana que viene. Adelanto que en los créditos hay dos cosas que me encantan. Una la voluntad de Marta y mía de que el libro sea de préstamo gratuito en las Bibliotecas públicas. Creo que es tarea de todos defender la gratuidad de las Bibliotecas. Es de lo poco público que nos queda de verdad. Y otra, la mención de la técnica utilizada en la ilustración del libro. Es algo que siempre hecho de menos y que creo la mar de interesante.

Me fui cantando de la imprenta después de abrazar a Lourdes Quesada, la maquetadora de la editorial Palabras del Candil.

¿Y donde me fui? A Las Matas, otra vez, a comer con Alicia, con Carmen y con Gonzalo Moure que había tenido unos encuentros con chavales en la biblioteca. La comida se llenó de Bubisher, de Sáhara, de libros, de noches estrelladas, de construcción con bambú, con balas de paja, con sacos de arena, de lunas, de Saturno... A mí me brillaban los ojos de manera especial. Estaba siendo todo emocionante. Anduvimos cuadrando fechas a ver si por fin me acerco a Smara a trabajar y disfrutar.

¿Y ya? Qué va. Tenía otra cita con Dani Martínez, de Borrón y Cuento Nuevo, pero en su faceta profesional de realizador audiovisual. Ya ha digitalizado la sesión de Alcalá de Henares, Las cuatro esquinas. Ya ha montado parte de la sesión combinando las cinco cámaras que hubo grabando el espectáculo. Y la semana que viene, seguiremos trabajando y con suerte lo acabaremos. Quién sabe.

Al final de la tarde me puse malo. Imagino que eran muchas emociones tan seguidas en tan poco tiempo.

El principio del viaje fue un poco estresado. Iba pensando en que ya era abril y este siempre es un mes de locura. Mañana o pasado contaré dónde contaré, pero vamos, las provincias de Albacete, Alicante, Cuenca, Guadalajara, Madrid, Murcia y Valencia tendrán cuentos. También fui pensando en el uno de mayo, que estrenaré Memento Mori en el Festival De Palabra, de Cuenca.

Por suerte, el camino de vuelta era largo y conforme se fue durmiendo la tarde me fui llenando de silencio. Y quizá fuera el silencio, pero se plagó la noche de estrellas fugaces de las que dejan una larga estela como para pedir dos o tres deseos y la primavera fue teniendo sus efectos. Me pareció tan bonito como extraño que en abril cayeran tantas.

Y se convirtió en un viaje especial, con una calma también especial, como cuando te  quedas en el regazo de alguien a quien quieres mucho, o ese alguien se queda en el tuyo y te puedes dedicar a acariciar el pelo y pasear los dedos por la espalda (no la tuya, evidente) O las dos cosas a la vez, no el pelo y la espalda, sino el regazar ambas personas entre caricias siendo uno. Ays, la primavera.

Llegando a casa, todo se tiñó de azul y de sal. Y así estoy, salado y soñando estar azulado.


3 comentarios:

    On 9/4/10 08:23 Susana dijo...

    Vaya pedazo de entrada, Félix!

    Justo el miércoles te estuvimos nombrando Laura, Carol y yo; más concretamente a ti y a tu libro.... Ganicas tenemos de tenerlo entre las manos!

    Disfruta de todos estos días primaverales, y de todas tus sesiones de contar; a buen seguro quienes tengan la suerte de verte/escucharte lo harán.

    Un abrazo.

     

    Gracias Susana.

    La verdad es que siempre me queda la sensación de no saber plasmar con palabras la intensidad de lo que vivo intensamente. Necesito más tiempo. ¿Alguien sabe cómo hacer?

     
    On 9/4/10 19:41 Susana dijo...

    Ni idea, pero si descubres cómo se hace me lo dices, porfa

    Abrazos repetidos.

     

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