filántropo, pa.

(Del gr. φιλάνθρωπος).

1. m. y f. Persona que se distingue por el amor a sus semejantes y por sus obras en bien de la comunidad. U. t. c. adj.


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ANDRÉS COMPLACIENTE - félix albo

Mañanilla de niebla, tarde de paseíllo.

¿Eso quién lo decía Andrés?

Eso es un refrán, penco -repiclaba alegre Andrés-. Claro, que cuando no hay pan, bien bueno es un refrán, y eso lo diría mi amigo Emilio de Siles.

Andrés siempre estaba así. Sorprendía con frases ingeniosas, profundas, simples o confusas que atribuía a algún amigo de ciudades o pueblos mayormente lejanos y que provocaban en quien las escuchaba, cuanto menos, una mirada amable.

También lo hacía con palabras, extrañas, o localismos de algún lugar del norte, del interior, o la costa oeste, con su prefijo “como diría mi amigo...” y lo nombraba sin dudar: Luís, o José, o Josué, o Fernando... de Móstoles, Mieres o Pulpí.

Siempre tan cordial y conciliador, sabía sacar con cualquiera de los chascarrillos de sus amigos, una sonrisa a quien fuera con tal de apaciguar una situación tensa o estimular la distensión en un momento de desánimo.

Como diría mi amigo Julio de Valencia, una sonrisa bien vale una caminata.

No tienes personalidad, siempre tiras de la de tus amigos. Ni personalidad ni imaginación -le decían muchos en su entorno.

Y sí que tenía imaginación, sí. Vaya si tenía. Lo que no tenía precisamente, era amigos.

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Ahora que el viento sopla recio, tiene más sentido pensar que cada sonrisa es un pequeño acto de resistencia.

Hay personas que resisten todos los días, algunas de manera heroica y permanente, otras a ratitos, por mucha que sea la fuerza con la que la vida sople. 

Hay muchas, sin embargo que se dejan vencer pronto. 

No tiene nada que ver con la valentía. Nada que ver.

De entre las del primer grupo, hay quienes han hecho de esa manera de luchar una filosofía. Y es rara la vez que les suponga un esfuerzo sonreír o provocar sonrisas. Aunque el viento les despeine los cabellos, o les arranque con violencia el sombrero hasta perderlo, o les levante el faldón de la gabardina dejando al aire un roto incómodo en el pantalón, o les haga volar los papelitos de la agenda con mil cosas importantes apuntadas. Siempre sonríen.

Las otras, las del otro lado de la sonrisa, mientras no pueden evitar sentir algo de alivio al observar la curvatura de las comisuras en una boca ajena, piensan que las sonrientes tienen suerte porque todo les va bien. 

Pero a veces no es así. Es solo una manera de funcionar, de vivir en comunidad, de resistir, porque saben que no hay nada mejor para los días de viento que encontrarse sonrisas anónimas, en cada recoveco de los remolinos.

¿Y tú? ¿Sonríes a menudo?


Feliz semana. 
Abrazos a capazos.


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