La palabra de esta semana empieza por G. Mira:

garguero o gargüero.


1. m. Parte superior de la tráquea.

2. m. tráquea (‖ parte de las vías respiratorias).

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Así nos tienen. Con el agua al cuello, ¿o es mierda?. ¡Uy!, que ahora ya no podemos ni quejarnos, ni manifestarnos. Sale más barato asaltar o matar a alguien (o incluso a muchos) que insultar o manifestarse sin permiso. Ni siquiera grabar a quien apalea fuera de la ley incluso siendo por orden. Así nos va, con el agua al cuello y perdiendo dignidades, casas y derechos.

No hay túnel que dure cien años, pero este... ay, este lo largo que es y aún no se ve la luz.

Bueno, que me lío. Si es que no se pueden leer los periódicos, que a uno se le corta la leche y se le hace mala.
Vamos con el cuento de GARGÜERO, que me gusta a mí más con diéresis.
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VELERO. félix albo

Llevaba horas hundido en el sofá. Tenía la mirada fija en un cuadro. Un cuadro de esos horteras, tridimensionales. Dentro había un velero que navegaba sobre un mar agitado. Horas mirando sin ver.

La mente iba y venía con Laura, el amor de su vida, la persona que le había acompañado durante los ocho últimos años, ocho años, dos meses y tres días. Todo perfecto. Perfecta la convivencia, la comunicación, el sexo, el ocio, el orden, el respeto, la intimidad, la confianza. Sobre todo eso, perfecta la confianza. Tan perfecta que a ella le había dado tiempo tranquilamente a montarse otra vida en otro apartamento con otro hombre, sin ningún tipo de pregunta. Ricardo. ¿Habrá nombre más feo? -pensaba. Ricardo, suena a absurdo, imbécil, pijo, cerdo, asalta cunas porque a parte de adinerado y de derechas, era viejo. Ocho años más viejo que él que ya era siete más que ella. Así que quince años más viejo que ella. ¡Qué asco! Hacía dos eternos días que se había ido.

De repente, le pareció que una de las olas del cuadro se movía. Abrió los ojos y centró la mirada. Ese cuadro era lo único que ella no se había llevado. Se había llevado todo lo demás. Todo. Incluso las cortinas del baño, los manteles y las dos almohadas de viscolástica.
Las compré en el ikea ¿te acuerdas? -le dijo con esa sonrisa de almíbar.

Todo, menos el cuadro que parecía que andaba cobrando movimiento.

Se acercó y al pasarle el dedo, se dio cuenta de que se le mojó. Se miró el dedo sorprendido en el mismo momento en el que caía, rebasando el marco, una gota de agua. Y luego otra. Y otra. Y cuando se quiso dar cuenta tenía un pequeño charquito a sus pies.

No me lo puedo creer -dijo mientras corría a la cocina a por un paño.

Cuando volvió, un hilillo de agua chorreaba desde el mar azul hacia el suelo.

¡Joder!- dijo mientras corría a por la fregona.

Puso un cubo, un balde, una zafa y un barreño que se desbordaban mientras no daba a basto a recoger el agua con la fregona, y los paños de cocina, y las toallas.

Se paró absorto frente al cuadro mientras el agua le subía ya tobillos arriba. Era increíble.
En un santiamén el agua le pasaba por encima de las rodillas y comenzaron a saltar chispas de los enchufes y a flotar las sillas y los cojines del sofá y el tapete de la mesa, y...

Con el agua por el garguero notó que el empuje del agua le levantaba los pies del suelo y ya era incapaz de encontrar la manilla de la puerta.

Buceando miró de nuevo el cuadro. Se fijó detenidamente en el barco velero. En él un viejo de marca y una rubia tipo Laura le saludaban con la mano y entonces recordó la voz de ella diciendo Te lo regalo con cariño porque en él guardo un deseo para ti. ¡Glub!.

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Habrá que aprender a bucear, ¿no?.

¡Feliz semana!
Abrazos a capazos.

P.D.: Si tienes alguna palabra poco usual, desconocida o confusa sobre la que quieres que intente escribir alguna historia, envíamela a peritas@felixalbo.com
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