El pasado lunes 11, a las 3:40 h. estaba sentado en mi coche caminito de Zaragoza. Una noche fría, una carretera calma, una luna tímida y un viento feroz me acompañaron hasta la entrada del Colegio Luis Vives, en la capital. Allí iba a pasar mi primer día por tierras de Aragón. En la puerta del cole, varios carteles que una niña linda había dibujado animaban a los padres y madres a acudir a una charla que iba a dar por la tarde sobre contar cuentos en casa.

Gracias a ese cartel algunos niños y niñas me reconocieron por el pasillo. En la Biblioteca Escolar conté a los tres grupos en los que dividimos a todo el alumnado. Los de Infantil fueron los primeros, inquietos y con ganas. Reímos, mezclamos colores y despertamos a una abuela dormilona. Con 1º, 2º y 3º vimos qué había al otro lado del árbol, sembramos con Jaime más de cinco bellotas y conseguimos despertar a la abuela con un beso. Con 4º, 5º y 6º nos acercamos al desierto y fuimos a la casa de la abuela de Cris, una niña con dos amigas que se llamaban igual y que una noche ventosa pasaron un alguito de miedo. 

No sé cuál de los tres grupos tenía más ganas de escuchar historias. Ni quiénes disfrutaron más, bueno eso sí que lo sé: yo.

Después de comer pude ver cómo las paredes del centro estaban decoradas con camas, muchas camas. Camas tridimensionales, camas coloreadas... algunas las firmé y todo, porque les hacía ilusión tener mi firma en sus dibujos y hubo quien en sus cuadernos. Al rato la charla de padres y madres. Los padres no pudieron venir así que aprovechamos para hablar y hablar de los cuentos, de la importancia de contar en casa, de intercambiar, de mirar, de escuchar, de bailar las voces con nuestros hijos. Las voces, las miradas y las emociones... eso es casi casi tan intenso como un abrazo. La suerte de ese cole, al amrgen de las maestras turuletas que quieren darle vida a la Biblioteca, es la cantidad de países de origen de las madres y padres del alumnado. Eso hay que aprovecharlo. Al preguntarles sobre los cuentos de su infancia, empezaron a aparecer sobre la mesa hogueras, noches enteras incluso un baobab  enorme lleno de historias sobre raíces y pueblos. Un lujo.

Y acabamos con el equipo docente y alguna maestra de otro centro cercano donde llenamos la mesa de libros y alguna que otra estrategia. No es difícil, si uno quiere. Contar en el aula es una herramienta que debería formar parte del engranaje de todo centro educativo. Ahí estuvimos, buceando, sumergidos en los álbumes y en las palabras.

Esa noche dormí casi por intuición con una sonrisa que me provocó sueños bonitos.

Al día siguiente UTEBO entero olía a camas. Las maestras de Infantil del C.E.I.P. Parque Europa habían trabajado mi álbum "Si un día juntásemos todas las camas del mundo" de tal manera que una niña de 4 años iba acompañándome con su voz mientras yo lo contaba. "Félix Albo, Félix Albo" coreaban las niñas y niños de 3, 4 y 5 años a los que dediqué encantadísimo la mañana fría del martes. Grupo por grupo fueron pasando por la exquisita Biblioteca Escolar donde les esperaban mis cuentos y un lote de libros con los que iban a trabajar en el siguiente trimestre. Si recibir un lote de libros se vive como una fiesta, qué no será la lectura y el trabajo que sus maestras hacen en el aula. 
El centro entero estaba decorado con paneles y murales de todo lo que han ido trabajando, entre ellos el mural que engalana y encabeza este post, un mural inmenso que hizo falta juntar cinco fotos para mostrarlo, donde cada menor había dibujado y pintado su cama para luego pegar la foto de su carita en ella y no dejar lugar a dudas de sus ganas de soñar y la facilidad que tienen además de por la infancia, por el trabajo de libros y poesía que se hace en el aula. Poesía como la infinita que labraba un camino desde la puerta de cada aula hasta la Biblioteca.

Después de comer, un encuentro con el grupo de Leer Juntos, padres, madres, maestras y maestros en torno a los libros. Había leído 101 pulgas, y también Memento Mori, y Yayerías no porque no quedan ya casi en el mercado y es difícil de conseguir que si no también se lo leen (creo que están enfermos). Les conté un par de cuentos con los que se nos fue la escasa hora y media que teníamos, pero lo disfrutamos tanto que un grupo de docentes y yo no pudimos evitar alargar un poquito la tarde para seguir mezclando las palabras con la vida de manera tan intensa que una señora ajena al grupo se nos desmayó y todo.


Esa noche dormí sin desprenderme de la sonrisa.

El miércoles seguía en Zaragoza, donde en el IES Félix de Azara (vaya nombre bonito) me esperaba  delante de un escenario hecho de papel y mucho cariño, el alumnado de segundo de E.S.O. y todos los cuartos. ¿Sabes?, cada día me gusta más trabajar con estos grupos. Se les abre tanto la expresión, tienen tantas ganas de reír que cuando lo hacen, te enseñan el alma (y la glotis, y la tráquea, y hasta si llevan calcetines o no). ¡Qué bien lo pasé! ¡Qué bien lo pasamos! Dos profesoras del departamento se han empeñado en darle vida a la Biblioteca, y ahí andan, generando flujos y placeres entorno a ese objeto tan mal encarado a veces por el propio sistema educativo, como es el libro, y ese verbo tan difícil a ratitos que es leer. Y es que estas leyes de educación le dan muy mala fama a esa bella acción (casi revolucionaria) que es la lectura. Leer que es imaginar, escuchar, abandonarse, emocionarse, preguntar, mirar, parar, sentir, ganas de decir, crear, escucharse y crecer...

El miércoles por la noche se llenó con más de 40 personas el Pequeño Teatro de los Libros, esa librería donde dos personas que ya perdieron hace tiempo su aspecto de cuerdas, siguen peleando por enseñar libros antes de venderlos. Libros ilustrados. Libros de esos que tanto amo, de los que casi cada semana hablo en Bibliotecadeloselefantes.com y que cada vez que voy no puedo evitar pellizcar dos o diez. 

Con FUEGO ardió la librería y algunos interiores de las personas que allí estaban. Entre risas, silencios y tensiones emocionales se nos pasó la noche.

Ya ves. Zaragoza y alrededores está llena de maestras, y profesoras y libreros que andan con la locura de hacer de la lectura, de la palabra escrita, un eje en torno al cual rote el cotidiano, la educación, las materias, el ritmo, el mundo y la vida. Me encanta estar rodeado de personas locas, perdidas en un mundo digital, tratando de detener un instante para respirar, reír, llorar, escuchar, mirar. Luchando contra viento y marea, viento del cierzo y marea a veces institucional. Así no hay quien recupere la cordura. Aunque la cordura suena a cuerda y por eso ata. Soltémonos, cambiemos cuerdas por buenos libros, largas conversaciones, ratos de absoluta contemplación. Vivamos diferentes. Sintámonos vivos.

Era tan grande el gozo que me tocó doblarlo para meterlo en el maletero del coche y marchar hacia Pamplona, en la mañana gélida del jueves catorce. Allí, en el Palacio de Condestable, me esperaban de nuevo chavales de tercero y cuarto de E.S.O. Disfrutamos de la palabra dicha en una sala preciosa, mientras un catarro trataba de conquistar mis adentros.

Por la noche, en otro espacio genial del mismo Palacio, sonó PESPUNTES, llenando el patio hasta arriba, y a las personas que vinieron hasta adentro. 
Que alguien del norte te diga "he estado a punto de llorar" en un día en el que media península andaba tiritando, es todo un elogio.
Más tarde, pinchos y cervezas hasta que alguien dijo basta (que, como imaginas, no fui yo).

Al día siguiente, viajé acompañado por Carles García y su moza, aunque ellos iban 175 kms. delante de mí, pero se viaja distinto. La tarde madrileña me ofrecía un montón de posibilidades, pero uno no le puede tirar a todo, así que me quedé con una tarde ocioso-laboral con Samuel Alonso y la visita a la inauguración del nuevo espacio de Kalandraka en la capital. Allí, una exposición con libros de amigos y también muchos abrazos y alegrías con Antonio Rubio, Federico Martín, Emilio Urberuaga, Pedro Mañas, Rodorín, Rafa Ordóñez, Ana recién llegada del Sahara con el Bubisher, y David y Belén, mis kalandrakos favoritos.

Para rematar, el sábado tuve un par de encuentros con propuestas interesantes de las que ya os hablaré y por la noche me fui a Las Ventas de Retamosa con PESPUNTES, un espectáculo que me tiene enamorado.

El viaje de vuelta, acompañado por la luna casi casi llena fue el penúltimo colofón. La madrugada me acompañó en el último, abrazo justo antes de dormir ya en casa.

Aún hoy resuenan dentro de mí tantas cosas de esta semana que no puedo evitar seguir sonriendo. 

Por si acaso, enlazo aquí otros puntos de vista de lo que en esa semana aconteció, que tengo fama de cuentista y hay gente que se queda con aquella vieja acepción.


Del CEIP Parque Europa de UTEBO 

¡Qué bien lo he pasado!
Mil gracias a todos.


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