JÁCULO
(Palabra procedente del latín).
1.- m. Dardo (lanza pequeña arrojadiza).

JÁCULO - Félix Albo

Imagino que empezó con una mirada. No lo sé. Cuando yo la miré por primera vez ella ya parecía llevar tiempo haciéndolo. Quizá un instante. Quizá días, meses. Supe que se llamaba Alejandra. Alejandra Marín, ponía en su plaquita a la altura izquierda de su pecho. 

Llámeme Ale -me dijo un día sin esperarlo creo que ni ella, por su sonrojo que pareció en principio el reflejo del mío.

Sin darme cuenta ni buscarlo, comencé a calcular sus turnos de trabajo y sin saber por qué, me encontré realizando cambios en los míos. No coincidíamos siempre y cuando caía en la cuenta de ello, el resto del día parecía apesadumbrarme el ánimo aún sin razón.

Noté de repente que su mano rozaba la mía de manera distinta al dejar el cambio de los 4,20 euros que costaba el aparcamiento cada día. Podía llevar las monedas justas pero prefería sentir la punta de sus dedos rozando la palma de mi mano abierta, expuesta, su mirada brillante, su sonrisa dulce, su gesto cómplice con esa trenza atirabuzonada que le caía coqueta sobre su hombro y torso derechos. 

Pensé una y mil veces decirle algo. Durante meses así, con esos segundos de tensión que parecían minutos enteros. Me temblaba la voz en un estratégico buenos días o un que pase usted un buen fin de semana. Se me tambaleaban los glóbulos cuando ella me regalaba un para usted también o un largo se hará hasta el lunes, trate de disfrutarlo.

Una tarde me decidí. Ella puso la mano mirándome para tomar el billete de cinco euros. Hice esperar a mi ilusión en tensión justo en la palma de mi mano abierta mientras ella buscaba el cambio y cuando acercó sus dedos para depositarme las monedas atrapé la punta suave de sus dedos.

Me tienes lacerada el alma por todos y cada uno de los jáculos que me has ido disparando desde tu urna transparente de cuentos de bellas que duermen -le dije-. Te nombro en mis sueños y también en mis despertares ansiosos por verte -seguí decidido-. Rebosa mi corazón gota a gota el deseo de que me cures, me sanes, me tomes, me ames. Ale, bésame y deja de mirarme -terminé-.

Miro pero no veo, señor -me dijo-. Quedé ciega al nacer y lo único que sé de usted es de su voz profunda y de su amabilidad diaria. Agradecida estoy por ello...

Tuvo que decir algo más, pero ya no la escuché. Había arrancado el coche. Fui a casa. Hice las maletas. Cambié de trabajo, de ciudad, de coche... pero no pude cambiar de anhelo.

Sigo soñando con ella.
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A menudo la realidad que nos rodea es la que uno busca, desea, construye. Hay personas que logran vivir así toda la vida. Hay algunas que despiertan y comprenden lo que ha pasado. Hay quien se alegra, hay quien se sobrepone. Otras sin embargo se arrepienten de haber despertado de ese eterno sueño, sin ese beso que pone fin a una historia per oda comienzo a otra que aún está por escribir.

Cuando uno echa de menos ese beso, desmerece incluso el tiempo dormido.

Os mando un abrazo desde la ciudad de Cali, Colombia. La gente de aquí hace que uno esté tan bien...

Feliz semana.
Abrazos a capazos.


Félix Albo





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