LIRÓFORO
(Palabra procedente del griego, lira y -foro).
1.- m. poeta.

LIRÓFORO - Félix Albo

Cuando acabó la guerra, el poeta volvió llorando sobre las vereda izquierda del camino. Desde la colina, bajo el almendro más viejo de las huertas, contempló las ruinas de su pueblo.
¿Qué hay peor que la desolación en un paisaje? -se preguntó.
Sin duda las ruinas de uno.

Bajó hasta las primeras casas, pocas en pie, aún humeantes, el resto en el suelo, como cuando un sueño se desmorona, como cuando un amor se desvanece.
¡Qué tremendo el desamor! -se oyó gritar con su propia voz.

Con los ojos cerrados a tramos, siguiendo sin dudar el trazado desdibujado de las calles llegó hasta el colegio, la biblioteca, la plaza; lugares de juego, de canto, de palabra a los que la barbarie les había arrancado la lengua. 

¿Qué hay peor que un pueblo sin caminos? -se preguntó de nuevo.

Sentóse en la entrada de su casa, ante el jardín desbrozado de vida a llamaradas y sus lágrimas cayeron sobre la tierra sin yerba, yerta, yerma, yesca. 

¿Hay algo peor que la exterminación del presente?. Claro -musitó-, la confusión y turbidez en el ayer. La pérdida del mañana.

De repente, un colorido herrerillo se posó con elegancia frágil en el lánguido tallo mortecino de un rosal. Cabeceó hacia un lado y el otro hasta detener su mirada en la del hombre liróforo que miraba en silencio.

Comenzó a cantar con fuerza de manera que pareciera palpitar la vida en cada uno de sus trinos.

El hombre entonces entendió que su propia ruina formaba parte del paisaje, que la ruina colectiva no era sino la suma de las ruinas individuales; de que el camino, aún desdibujado, llegaba hasta la puerta de ese montón de piedras que fue su casa, no por el camino como tal, sino por el recuerdo, por los pasos de quienes lo habían caminado, amigos, conocidos, vecinos, hermanos. También miró al marcharse el herrerillo, cómo en el rosal asomaba un brote.

Se puso de pie. Se acercó a los escombros de su hogar y arremangándose comenzó a colocar piedra sobre piedra recomponiendo su casa, su historia, su mañana.
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La clase política se encarga de convertir a su población en un privatizado público de circos sociodeportivos y telenovelas medievales. Y mientras el pueblo asiste a los espectáculos artificiales y dirigidos para olvidar las urticarias que los gobernantes nos producen, estos legislan con absoluta ostentación y prepotencia a su antojo y conveniencia, desdibujando los caminos, emborronando los paisajes, confundiendo la historia, electrificando los futuros individuales y también el colectivo el colectivo, endeudando la esperanza.

Ya es verano. Ya tenemos rey nuevo y también viejo. Ya se ha acabado el mundial y es lo que menos hemos perdido. El espectáculo político social, lamentablemente, continúa. Nosotros elegimos, si seguir pasivos en las butacas o saltar a las tablas para tomar las riendas de la escena.

Feliz semana.
Desde Logroño, camino de casa, abrazos a capazos.

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