Pradell de la Teixeta es un pueblo catalán que queda cerquita del Ebro y cerquita del mar. Está rodeado de montañas frondosas y majestuosas que con las laderas y barrancos forman un paisaje sin par. Bello.

A principios de este mes que acaba tuve el placer de viajar desde Madrid hasta este pueblecito noreste peninsular, recorriendo parte de Aragón y, desde un poquito más allá de Lleida, bordear bastantes kilómetros del Ebro y llegar a Pradell. Y ¿para qué? Para contar, claro.

Este municipio es uno de los cuatro que participan del Festival de Narración En Veu Alta (En voz Alta). De hecho cuando llego, el festival hace un día que arrancó con cuentos y charlas. Las siglas del festival forman EVA y quizá por eso, vete a saber, el pueblo está lleno, llenetico de manzanas. Manzanas en cajas formando centros frutoflorales, colgando en ristras desde los balcones, pinchadas en cañas... En las casas particulares, los comercios, el Ayuntamiento, las plazas, la puerta de la iglesia... todo el pueblo amanzanado y por eso no era nada extraño ver que niños y mayores, de vez en cuando le hincaban los felices dientes a esta jugosa fruta.

Conté en dos espacios. Uno en el pueblo, en un evento denominado A tres bandas, donde tres narradores (Ferrán Martín, Julio Manao y un servidor) en tres distintas plazas cuentan a lo largo de veinte minutos tres veces a un público que, cuando acaba la minisesión, cambian de espacio. Un lujo. A mí me tocó una plaza en el linde este del municipio desde la que se abría el paisaje hasta más allá del poder cubrirlo con una sola mirada.

El público genial, con muchas, muchas ganas. La mayoría adultos, que era para ellos, pero algún que otro chaval de mirada picarona tratando de coger el por qué de las risas adultas y algún que otro niño que reía por inercia mientras sonriente devoraba una manzana.

Después descanso, claro, y cena copiosa y común, en mesa corridas. Todos cerca de todos. Y por la noche sesión nocturna: Yayerías. El espacio era especial, de esos que al verlo sientes que hay muchas posibilidades de que vaya bien. La cova del rector es una cueva que queda a unos dos kilómetros del casco urbano. Dos kilómetros por camino de tierra, entre aromáticas y algún frutal despistado, zarzales y huertos. Un espacio no demasiado alto, profundo y cerrado. Lo que uno no imagina es que desde el pueblo se organizan dos grupos para llegar hasta la cueva a pie, en plena noche, iluminados por linternas, frontales y la propia noche. El público va llegando y la cueva se va llenando. Hasta los topes. Cada uno, al entrar, coge un cartoncillo para no notar la humedad de la tierra en las posaderas.


Aviso que Yayerías dura 100 min. La gente está dispuesta. Vienen con muchas ganas y eso facilita un montón el trabajo. Contar el cuento de los mellados que se desarrolla en un pueblo de 213 habitantes, para un pueblo que tiene 230 es algo que no me había pasado nunca pero parece que se cogen más matices, que se hila más fino. Antes del tercer cuento pregunto. Quieren seguir y acabamos, muchos con cansancio en el culo y las rodillas. La lástima es que sea de escuchar cuentos, aunque hay gente que me dice que ha gozado, que le ha encantado... y eso hace que tenga que salir de la cueva.


La noche tranquila y gozosa al lado de un campanario que se empeña en marcar el paso del tiempo a cada cuarto y por dos veces cada hora. 


Lo pasé tamn bien que por la mañan me quedo y participo en un evento popular a la salida de misa. Por escenario, las escaleras de la iglesia;como platea su iglesia; como público el pueblo; como narradores, también. Historias de todo tipo, familiares, tradicionales, dichos y sucedidos... Un lujo, vaya. Yo me animo y cuento mi cuento de la Hoguera de San Antonio, reivindicando el cuidado del entorno por la conexión emocional que tiene con un pueblo, con la historia, con sus gentes.


Regreso a casa, bordeando el mediterráneo, doblemente feliz.

No puedo sino agradecer al regidor de cultura, a los voluntarios y voluntarias, al pueblo entero y, a la organizadora del festival Jordina Biosca, haber disfrutado de esta experiencia en Pradell de la Teuxeta donde cuando uno llega, no se siente recién llegado sino uno más. Un lujo. Un pueblo para enseñarlo. Gracias.

Por lo demás... Nos leemos el lunes, con una perita. ¿Cuál? Ays... tendremos que esperar a que madure. Cada perita a su tiempo. Buen fin de semana.

P.D.: A finales de Octubre volveré a participar en el EVA, pero esta vez en Manresa. Chau.

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