Contar en Alicante
7 ago 2009
No es muy común en mí, mira tú, contar en la capital de la provincia que habito. No es por voluntad propia, lo aseguro, pero me promociono poco o mal por estos lares. El caso es que hace una semana, el viernes 31 de julio, tuve la oportunidad de disfrutar contando cerca de casa, por lo que entre el público había gente conocida, claro, y gente querida, más aún: gente cercana que nunca había visto mi trabajo, y gente que, aunque lo había visto, como frecuento poco las cercanías, se acercaron a verme; chicas y mujeres de mi último curso en FOREM (las de la foto que ni están todas las que son, ni todas las que fueron, que una se fue antes), que fue una alegría que estuvieran y oírlas reír, alguna exalumna de otros años, mis jefas majas de allí (de Forem), y algún compañero que se pusieron tan lejos que apenas les veía, alguna alumna de secundaria que me escuchó en su instituto, padres de amigos de mi niño, alumnas del curso de La Cúpula (Inma gracias por la referencia en tu blog), o del de Monóvar, amigos de amigos que trajeron a más amigos, público alicantino, o eldense, o monovero, o alcoyano, o ilicitano, que se encontraba con gente conocida mientras iban buscando dónde sentarse y, al final, creo que era uno de esos lugares que si fuéramos uniendo con un rotulador las personas que tienen alguna relación habría poca gente con uno o dos lazos. El resto más.
Por ir fueron hasta mis vecinos belgas, que, con las velocidades y las ironías creo que a pesar de su cuidado castellano, se rieron más por inercia social que por la semántica oral pero ahí quedaron mis gestos, que siempre acompañan.
Entre el público, mi padre. Hacía tiempo que no me escuchaba y siempre me gusta verle ahí sentado, camuflado entre el resto (o de padres, sino de público).
Nervios todos. Creo que nunca había contado ante tanta gente conocida y que desconocieran mis gozosos quehaceres cotidianos. Así que nervios todos (insisto), pero me fui relajando hasta acabar disfrutando. Bueno acabar; antes de la mitad ya estaba entregado a ello. Entre el público estaba Berenguer, amigo de hace tiempo y de esos que duran por compartir poco ya que el tiempo nos apremia, pero por lo menos siempre nos quedan las ganas y nos lo decimos. En la foto sale gente con el brazo levantado. Será porque les bloquea que les hagan fotos y buscan una solución, vete tú a saber, pero es sólo una parte del público, la del centro y los que se quedaron a la foto, que soy muy despistado y cuando me acordé ya se había ido gente. Si es que...
La sesión se hizo en el jardín (qué bonito ha quedado) de la cafetería del centro social Playas, entre dos playas que a cualquiera que haya venido por aquí le sonarán: La Albufereta y San Juan. Hablaba con Gerardo, compañero de docencia en Forem, aunque lo mío es ocasional y anual y lo suyo cotidiano y grave. Hablaba con él, insisto, (y con Mª Carmen y Olga, las majas) de lo que ha cambiado esa zona, principalmente por la presión urbanística que presiona hacia abajo y hacia el mar. Los descampados, la falta de controles de tráfico, los orgasmos de monja, las redadas en el Factory, mi puch cóndor (madre)... Cómo hemos cambiado y qué poco nos hemos dado cuenta.
Contar en casa está bien. Luego te da para tomarte algo, relajado, cerca de casa, y volver disfrutando de la noche y recompartiendo lo recién compartido con quien más cerca tengo. Un lujo. Ojalá haya suerte, de la buena, y poco a poco, comiencen a abrirse las oportunidades y trabajar también a menos de 200 kilómetros de la casa de uno.